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Río Mississippi, 300 años atrás
Tres marinos se encontraban recostados a una alta palmera a las orillas del mencionado lugar.
Descansaban tranquilamente mientras un compañero hablaba con el capitán de la reducida tripulación.
Tripulante 1: que supones que es? -preguntó mirando la silueta de lo que parecía ser un navío a no más de dos kilómetros de distancia desde la orilla.
Capitán Alois: tiene estandartes sin bandera; apareció de la nada...-giró la cabeza al hombre a su lado- un barco milagroso.
Tripulante 1: y que está haciendo ahí?
Capitán Alois: supongo que tendremos que averiguarlo -sonrió-
En seguida los otros tripulantes fueron despertados. Y con un simple barco de remos llegaron a la misteriosa nave.
Al llegar descendieron por una puerta que parecía dar a un sótano.
El capitán iba delante alumbrando con una farola vieja mientras miraba a su alrededor.
Capitán Alois: en donde rayos están todos? -preguntó por el silencio que había en la nave además de que no vieron a nadie por allí-
Tripulante 1: desertaron -dijo simple- esto es una bodega legalmente abandonada -se giró a su compañero de atrás- toma todo lo que quieras.
El capitán observaba la cantidad de barriles a su alrededor, los cuales aparentemente estaban cargados de vino u otras bebidas.
Tripulante 1: emm, señor? Qué haremos con eso? -señaló dos ataúdes detrás del capitán-
El hombre apuntó con su farola a las cajas de madera.
Tripulante 1: ábrela! -ordenó a uno de sus compañeros-
El hombre se apresuró a hacerlo y sin ningún esfuerzo abrió la tapa del féretro, al parecer la misma ya había sido revisada antes.
Acostado y con los ojos cerrados pero con una expresión que no mostraba paz, se encontraba un joven vestido de blanco, con la piel grisácea y una daga plateada en su pecho.
Capitán Alois: pero qué demonios?!
De repente algo jaló a uno de los hombres a la oscuridad. Todos se giraron para ver cómo fueron arrastrados a las sombras dos hombres más.
El último, el cual parecía ser el más fiel tripulante a su capitán, miró a este último para luego correr a las escaleras y tratar de huir, pero alguien, y con una fuerza sobrenatural, lo tomó del cuello y lo elevó haciéndolo desaparecer del campo de visión del capitán.
Alois se giró asustado al sentir una extraña ráfaga de viento rozar su espalda.
Rebekah: hola -habló la rubia haciéndolo voltear para mirarla a los ojos- que lindo es ver un rostro apuesto después de un largo viaje -el hombre contempló ante él, a una bella muchacha que llevaba un fino vestido largo; que limpiaba su boca manchada de sangre con un pañuelo para luego esconder sus colmillos y sus ojos negros- puedo comérmelo?
