-¿La rampa no está arreglada? - Pregunta el Chico Gimnasio a una mujer, que sale fuera, con un yeso en su brazo. Todos tienen el mismo tipo de mirada. No puedo evitar preguntarme si son de la familia.
-No. Tal vez uno de los chicos pueda ayudarte a sacar la silla. -La mujer se ve agotada, en un apuro.-
-Um, ¿hola? Odio cuando hablan de mí como si yo no estuviera aquí -el niño hizo puchero.
-No -dice el Chico Gimnasio bruscamente- Yo puedo hacerlo.
-Estoy paralizado, no indefenso -dice el niño al mismo tiempo.
-Déjame ayudarle con la silla. Tú puedes levantarlo y sentarlo de nuevo.
La mujer comienza a caminar hacia la parte trasera de la furgoneta.
El chico Gimnasio se aleja del niño.
-Ya lo tengo. No quiero hacerle daño a tu brazo.
Mis pies me impulsan hacia delante. Sí, estaba siendo una idiota hace algunos minutos, pero no puedo dejar que haga esto por sí mismo.
-Yo puedo ayudar.
Él me mira, ladeando un poco la cabeza como si estuviera confundido o sorprendido por mi oferta.
-No te preocupes por eso. Ya lo tengo.
Oh, qué sorpresa. Un chico al que no le gusta aceptar ayuda. Estaba sorprendida.
-No seas tonto, Samuel. -La mujer refleja mi pensamiento.
Tengo muchas ganas de decir algo sarcástico, pero me muerdo la lengua. Sabelotodo o no, él necesitaba ayuda y sería un error no dársela. Además, el niño y la mujer no deberían tener que sufrir porque él es desconsiderado.
-Está bien -Me encojo de hombros- Ya sabes, desde que tengo miedo de ir adentro y todo eso.
Sus ojos me estudian de nuevo, como si estuviera tratando de encontrar algo mejor. Luego sacude la cabeza, pero podría jurar que vi los extremos de sus labios moverse un poco. Supongo que el sarcasmo me anotó puntos.
La mujer me lleva a la parte trasera de la camioneta. Samuel pasa a mi lado, todavía analizándome. No de la manera en que un hombre puede analizar a una chica, sino como si yo fuera un rompecabezas o un experimento.
Nunca he visto unos ojos como los suyos, que no es lo que debería notar.
-Es una de las motorizadas, así no tiene que empujarse a sí mismo si está cansado. Es bastante pesada. Cuando digo tres vamos a levantarla y tirar de ella hacia fuera. Sólo déjenla en el suelo y puedo cuidar de los demás.
Samuel ya está apoyado en la camioneta para agarrarla.
Me sacudo para salir del trance en que sus ojos me habían metido, y agarro la silla de ruedas.
-Uno, dos, tres.
La levanto y, santa mierda, él tenía razón. Esta silla es pesada. Tropiezo un poco y luego conseguimos ponerla en el suelo. Por suerte hay una rampa en la acera que Samuel levanta con facilidad antes de caminar hacia el muchacho.
-¿Necesitas ayuda con él también? -pregunto.
Samuel despeina su cabello.
-Nah. Este imbécil es luz. -Cuando se vuelve hacia mí, su voz no es divertida como lo fue con "el imbécil".
-Gracias, de todos modos. -Un segundo después me da la espalda.
Obviamente fui despedida.
-Wow, Samuel. Realmente tienes un tacto especial para las damas. Sólo tengo trece años y soy mejor que tú. Cuando lleguemos a casa, te enseñaré a coquetear -se ríe el niño.
Casi me ahogo con mi lengua. ¿Samuel coqueteando conmigo? Sí, seguro. Mamá siempre me dice lo guapa que podría ser. No lo soy, por supuesto, porque la grasa arruina todo. Mis ojos azules no importan, mi sonrisa, mis largas pestañas de las que todo el mundo siempre comenta. Así que no, estoy segura de que está cegado por mi peso al igual que todos los demás.
Me vuelvo para caminar hacia adentro. No porque él prácticamente me despidiera, sino porque quiero esto.
El hecho es que, quien sea que haya dicho: "Usar talla catorce no es ser gorda", nunca ha estado en la escuela secundaria. Al menos, no en mi privada Hillcrest, llena de tetas falsas y laxantes. Donde el ser perfecto es un requisito previo a menos que seas lo suficientemente rico como para entrar por tu cuenta, incluso si tienes curvas como yo, o una gran marca de nacimiento en tu cara como mi mejor amiga, Emily.
¿Creerán lo que ven sus ojos cuando me vean otra vez? O tal vez ni siquiera estén en la escuela. Tal vez mamá me muestre en alguna función en la que no tengo ningún interés en ir, excepto para ver las miradas en los rostros de todos. Me gusta esa idea, pero sólo porque significa que por fin voy a ser lo que ella quiere que sea.
-¿Puedo ayudarle? -me pregunta la supermodelo detrás del mostrador. Un ordenador viejo se encuentra frente a ella.
Pero eso no importa. Detrás de ella es la parte que me preocupa.
El equipo del gimnasio.
Todo tipo de máquinas de las cuales no sé los nombres, a pesar de haberlas probado todas antes. ¿La gente no se da cuenta de que estas cosas son una tortura diseñada para que chicas como yo nos veamos mal? Cuando las manejo torpemente. Cuando mi estómago se encuentra en la máquina abdominal. Los espejos en la maldita pared. ¿Quién había pensado en esto? ¿Acaso los chicos diseñan todos los gimnasios?
Mis ojos se encuentran con supermodelo otra vez. Ella me mira con una sonrisa amable mientras me acerco. ¿Es real o ella está secretamente riéndose de mí? No puedo decirlo.
-Um, sí. Mi nombre es __(tn) __(ta). Tengo una cita con un entrenador en... -Miro mi reloj. Grandioso- Hace cinco minutos.
-Oh, genial -saca un archivo. -Es increíble que podamos obtener toda la información por teléfono ahora. Tu madre fue muy agradable cuando llamó. Sólo necesito tu firma en unos papeles, el pago de un primer y último mes, y estamos listas.
Mi mamá. Sí, claro. No fue difícil pretender ser ella.
ESTÁS LEYENDO
ENTRENADOR PERSONAL; Vegetta777 -ADAPTACIÓN-
Fanfic____, de veinte años, está cansada de que el Instituto Elite Hillcrest le haga la vida imposible porque no es una talla dos. Este verano, ella contratara a un entrenador personal para ayudarle a perder peso. ____ no esperaba que su entrenador fuera...