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La destrucción parecía no tener fin, la familia Jung había permanecido dentro de su escondite por más de cinco días, por supuesto alguien les brindaba alimentos y se encargaba de ellos.
De la misma manera en que KeonHee no se quedaba atrás, seguía ayudando a la familia Jung cumpliendo las ordenanzas de la reina SiAh, por lo cual el trámite del divorcio se pudo cumplir exitosamente, con una excusa en relación a la guerra y que no había frutos. Pero aquel conflicto bélico era de lo único que se oía hablar, por lo cual no fue tendencia el desarme matrimonial de los príncipes.

La relación de HwanWoong y YoungJo se había distanciado, (a pesar de que sólo habían pasado unos cuentos días), debido a que ambos los tenían en sus respectivos reinos resguardados del caos en el pueblo. En una simple visita que el menor le dio a sus padres, provocaron que estos lo mantuvieran a salvo sin cruzar la frontera.
No tenían ningún medio de comunicación, lo cual les convertía en seres angustiados por el otro, no conocían su salud o si estaban en un buen refugio, realmente no podían hacer mucho, lo cual les lastimaba a ambos, ya que eso era un gran problema para el plan que habían diseñado.

Dentro de aquella alta torre, en una celda se encontraba el príncipe Kim, cerca de los reyes Jung por lo cual podían comunicarse de mejor manera a base de a gritos.

El sonido de un candado abrirse se escuchó creando un eco por todo lugar oscuro, una luz que se emitía gracias a una antorcha comenzaba a iluminar los pasillos mientras una persona caminaba con ella en mano, y en la otra tenía una bandeja de plata con un juego de té de porcelana con un sabroso té importado desde otro continente; sacado de una planta con el nombre de rooibos,  que le ayudaba mucho en esas situaciones, pues contenía altas propiedades que te ayudarán a  relajar y mantener en equilibro tu salud mental, regular tu presión sanguínea, entre otros buenos beneficios.

-¡Señor Ahn!.-Con alegría YoungJo le recibió al hombre que se acercaba.

Aquel colocó la bandeja en el suelo y comenzó a instalar la mesa, colocándole un bonito mantel tejido a mano, por las mejores costureras del pueblo, y acomodar el juego de té para cuatro personas, además de que añadía la azúcar necesaria para cada taza.
Una vez listo, liberó a aquellos que tenía encerrados en las respectivas celdas, permitiendo que cada uno tomara su taza de porcelana y dieran un sorbo a la bebida caliente.

-¿Hay noticias?.-Preguntó el rey Jung, esperando una buena respuesta, sin embargo el señor Ahn negó con movimientos de cabeza.

-El imperio está cayendo en miles de pedazos, se creía que tendríamos la victoria, pero fracasamos. Si el pueblo enemigo logra vencernos, puede ser nuestro fin.

-¡oh no!.-Reaccionó la más joven dejando su bebida e ir a los brazos de su madre, quien le dio unas palmaditas suaves en su espalda y le pidió amablemente que continuará con la bebida, le ayudaría a relajar sus nervios.

-Señor Ahn. Debo salir de aquí, por favor, ayúdeme, usted es el servidor más fiel y leal que he tenido. Sé cómo detener esto, solo necesito de su apoyo.

-Estoy de acuerdo.-La reina Jung habló de manera firme, pues de esa forma el mayordomo no podría negarse ante la loca petición.

-Bien, lo haré, pero sea lo más cauteloso posible.

Aquel chico asintió sin emitir ninguna sonrisa, sabía que lo peor se vendría pronto, por lo cual no debía de celebrar antes de obtener una victoria garantizada.

Al terminar sus bebidas calientes, ambos sujetos se retiraron, y uno seguía al otro, logrando salir de aquella alta torre.

-Estás fuera, que no te descubran. Haz lo que tengas que hacer pronto, y vuelve a tiempo antes de que tus padres  enloquezcan.

El Príncipe Y El Anhterio (RAVNWOONG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora