Capítulo uno

35 4 0
                                    

primer capítulo: el amanecer

Dean
La mesa llena de polvo me hace estornudar, cuidadosamente la sacudo para no hacer demasiado ruido y despertar a toda la familia. Este era mi momento a las 2:34 de la madrugada donde el viento corría libremente y la luna se reflejaba en aquella ventana, donde el silencio era inmenso y tan puro que parecía irreal, ojalá este momento durase para siempre. Nada es eterno, ni los sentimientos ni el tiempo en este frágil cuerpo.

Agarro un papel y un bolígrafo, me apoyo en la mesa mientras empiezo a escribir todos mis sentimientos y posiblemente mis últimas palabras. Esa carta redactaba cada uno de mis últimos pensamientos y el sentimiento era tan intenso que algunas lágrimas salían de mis ojos por sí solas.
Muchas personas me llegarían a juzgar por lo que haré pero para suerte de ellos yo ya no seguiré aquí, era tan agobiante darse nuevas oportunidades y siempre caer en el mismo vacío negro y sin salida. Hace mucho no sentía nada por nadie, no sentía la misma alegría por las cosas que me gustaban simplemente existía y me cuestionaba, ¿Qué seguía haciendo aquí?

Lo pensé cada noche, cada hora y segundo valían para mí, no era una persona ignorante y mucho menos idiota para no seguirle el juego a mis pensamientos, muchos me decían que lo hiciera y otros que lo intentara una última vez, es extraño, esas eran las palabras de mi psicólogo. Quizá algunas veces me detenía a pensar en las personas pero luego decía, ¿Ellos piensan en mí? No era para nada injusto solo pensar en mí y en mi tranquilidad, pensar en como esos ataques de ansiedad terminaran, esos pensamientos de culpabilidad ya no estarán. Mí psicólogo me diría que pensara en personas que me quisieran, pero, realmente ninguno hace el esfuerzo para mostrarme ese cariño y atención, realmente después de la muerte de ella lo perdí todo.

La carta iniciaba con mi respectivo nombre y para quien era aunque realmente estaba dirigido para la primera persona que encontrase esa carta.

Violette

Gritos y mas gritos podías oír en mi casa siempre pero había algo raro esta vez, gritos de dolor y de separación se podían oír por todo el barrio. Mamá lloraba mientras gritaba ayuda, realmente nadie sabía lo que pasaba.

—¡Dean!— gritaba una y mil veces—. Llamen a una ambulancia.

Bajo de mi cuarto apresurada mientras busco el teléfono, desconocía la situación sólo sabía que se trataba de mi hermano. Mi corazón empieza a acelerarse y mis manos no paraban de temblar.

—Aló

Me quedo en silencio analizando qué decir, simplemente estaba congelada.

—Una ambulancia a la calle 23 por favor —la chica teclea algo y empieza a llamar a sus compañeros.

—¿Situación? –corro hacia donde está mamá y mis ojos se humedecen, él cuerpo de Dean estaba tirado en su habitación sobre un charco de sangre.

La llamada se corta y mis piernas fallan, ¿Dean por qué lo hiciste? Era un chico brillante y su futuro estaba asegurado, eras la persona que más amaba. Mamá arrodillada acaricia su cabeza mientras intenta despertarlo, claramente no lo hará, no sabemos cuánto tiempo lleva ahí. Su color era pálido y sus labios estaban sin color, su sudadera amarilla manchada y sus pastillas regadas.

Golpean la puerta y no dudo ni un segundo en abrirla, traían una camilla donde montarían a mi hermano, mamá no deja de acariciar a mi hermano hasta que logran quitarla de encima. Amarran a Dean en la camilla y proceden a llevárselo con mamá en la ambulancia. Me dejaron sola en la casa, sola en esa habitación donde el cuerpo de mi hermano estaba hace unos segundos, en esa habitación tan nostálgica y fría. Realmente no te juzgo Dean, no podía obligarte a quedarte y mucho menos sabiendo lo que viviste.

Empiezo a buscar en sus cajas el número de contacto de papá y sus amigos, empiezo a desordenar todas las cosas a tal punto que muchas cosas se combinaron.

Suspiro y empiezo hablar sola—. Dios Jean, ¿Dónde escondiste tu teléfono?

Me arrodillo a la altura de la cama, la sangre de mi hermano me mancha todo mi pantalón. Las lágrimas se me salían por sí sola mientras negaba que esto fuera real, no podía perderlo y menos al único chico que realmente me quería, mis manos no dejan de temblar mientras levanto el colchón de su cama. Su teléfono estaba allí junto a su cédula de menor, en pocos días sería mayor de edad, su teléfono estaba descargado y bloqueado, esto no podía ser real.

Me levante y tomé el carro de mamá necesitaba saber si mi hermano estaba bien, sus cortes eran gigantescos y verticales, tardaría entre 20 a 30 minutos en desangrarse totalmente. No había que perder el positivismo en estas ocasiones puede que no llevase mucho tiempo allí y le podamos donar sangre. Estaciono el carro y entro a ese enorme hospital, mamá lloraba en la sala de espera mientras mi tío la abrazaba.

Pasa unos minutos y llaman a mamá para darle los resultados de Dean, un grito de dolor se puede escuchar en toda la sala de espera mientras todos voltean a ver a mamá, ella lloraba mientras se agarraba la cabeza. Me acerco a donde está mamá y el doctor, mi positivismos se fue a la mierda cuando oí lo que salió de la boca de ese señor.

—Debido a la profundidad de sus cortes y el tiempo que tardaron en encontrar su cuerpo, perdió mucha sangre. Lastimosamente el cuerpo del joven Dean llevaba aproximadamente entre dos horas sin vida.

Mi respiración empieza a cortarse lentamente, mientras mis manos y piernas temblaban me repetía una y mil veces que esto no era cierto, mi hermanito no se podía ir. El vacío empieza a sentirse mientras miles de recuerdos melancólicos pasan por mi mente, su voz, sus abrazos y sus gestos estaban grabados en mi corazón. Las lágrimas no cesaban y el sentimiento de culpabilidad se hacía presente, esa noche no pude abrazarlo, no pude recordarle lo mucho que lo quería y lo tan importante que era para mi.

Él doctor sigue hablando—. Lo lamento, ha fallecido.

Los sentimientos empezaron a combinarse, los latidos a aumentarse y la oscuridad pasaba por los ojos una y mil veces. Mi respiración simplemente empezó a fallar, nadie sabía lo que realmente tenía hasta que lo pierde, no pude abrazarlo una última vez ni decirle lo mucho que lo quería, quizá eso hubiera cambiado todo, era nuestra culpa.

La carta en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora