II

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— ¿Crees que tengo tiempo para recibir a la sobrina engreída del señor Choi? Nos odiamos y ni siquiera soy familiar, esa niña ya tiene veintidós años y sobrevive solo por tener un guardaespaldas, no pienso ir, diles que estoy ocupada, que ojalá fuese mentira.

Colgó el celular, dejándolo caer sin ningún cuidado sobre el sofá que estaba frente a ella, colocando sus codos en el escritorio y comenzando a masajear su cien.

El día había estado pesado, con muchas llamadas y los preparativos para la próxima junta directiva, sobre todo porque ser la primera opción para la presidencia no era sinónimo de facilidad, debía dar el triple y ella apenas podía tener una vida organizada, si es que podía considerarse de tal manera.

¿Eso era lo que quería? En parte sí, le gustaba el ambiente y ser una pieza importante para una empresa, que su trabajo estuviese dando frutos, pero los últimos dos años, solo quería escapar de esa oficina.

En algún punto de la vida había pensado que sería fácil llegar a la cima aún con mucho esfuerzo, pero estando en esa situación, se quería pegar internamente.

¿Eso era lo que realmente quería?

¿De verdad quería ser la siguiente presidenta de la empresa?

Sólo quería ver el rostro de SeungWan cuando se enterase que había ganado más de lo que le robó y que, aunque su calma fue destruida en el proceso, terminó siendo mil veces mejor.

¿Pero de qué servía tener la satisfacción de un efímero momento?

¿Que haría después?

Gruñó.

No sabía que hacer.

Miró su reloj y sonrió con algo de tranquilidad al notar que ya no faltaba mucho para dejar la oficina, así que en un terrible intento de motivación, siguió trabajando.

Necesitaba un respiro.

Necesitaba de algo que pudiera despojarla de todo ese lado oscuro que le consumía apenas abrir los ojos.

Que le hiciera olvidar todo el daño que había sufrido anteriormente y calme sus miedos.

Yo misma puedo cuidarme, suele pensar, pero en otras, no podía consigo misma.

Escuchó como tocaban la puerta, desviando su atención de los pensamientos y de su trabajo.

—Pase.

La pequeña cabeza de Yerim aparece junto a una sonrisa y terminó por pasar, cerrando tras ella la puerta.

—Parece que quieres salir volando de aquí, unnie.

—Esto es un asco. — Dijo mientras se paraba, esbozando una sonrisa, con un rostro que imploraba paz y la abraza. —Te extrañé tanto.

—Igual yo. — Soltó una risa. —Me fui cuando eras asistente del gerente y ahora estás como una fuerte candidata a la presidencia, eso es genial.

Se separaron y cada una tomó su asiento.

—No pensé que sería tanto trabajo pero es lo que hay, después de todo, tengo una motivación para lograrlo.

— ¿En serio sigues con eso?

— ¿Por qué no lo haría? — Respondió a la defensiva.

◇ Oh My God - Lisrene ◇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora