Condenados

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La historia ya estaba prescrita,
Will Graham y Hannibal Lecter
fueron castigados con el destino de ser
condenados,
malditos.


Will estaría atado a un don-no-deseado que acabaría de a poco con él,

Hannibal sería sucumbido por los demonios del pasado; provocando su propia transformación y absoluta perdición.

Pero sus similitudes era inconvenientes para ambos;

almas corrompidas atormentadas, podridas.

Sobre todo,

almas solitarias.


Por tanto, su encuentro era inevitable.


Por un largo tiempo vagabundearon en espacios que creían no encajar ni pertenecer,

y en la fría oscuridad juraron jamás ser vistos.

Hasta que el bucle del tiempo-no-calculado les permitió encontrarse.

Will otorgó su vida a aquellas manos que deseaban tanto querer,
Hannibal ansiaba con fuerzas desconocidas revelarse ante la criatura de frente.

Pero pronto olvidaron que no existen victorias,
al menos no en sus historias.

Will se aproximó lo suficiente,
Hannibal lo enjauló.

Hannibal creyó que Will le necesitaba,
esté sentenció de pronto su muerte.

Sobrevivieron a contiendas de heridas,

se reconciliaron a contiendas de mentiras.


Hannibal, a modo de perdón, abrió la piel del otro.

Will le permitió aquel acto, como el criminal que acepta su misera condena, con tal de volver a ser aceptado.

Will sentía que fallecía ante el abandono,

Hannibal imaginó que regresaba a donde reconoció que nunca más sería amado.



Entonces, Hannibal decidió dejarle migajas en el camino,

Will las siguió muy a pesar de que la taza de té no quedaría como antes.

Es que nadar y refugiarse en los recuerdos y en la concepción de lo que pudo ser

no les fue suficiente.


Buscarse

y

encontrarse.



Tenerse

y

perderse.

Will Graham y Hannibal Lecter no concebían que su

choque -casi estelar-

coincidencia -irreligiosa-

y hallazgo -anhelado-



estaba manchado bajo la condena de no ser.

Condenados -Hannigram Donde viven las historias. Descúbrelo ahora