O8: Razones de sobra.

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El timbre del receso hacía rato se había escuchado por toda la estructura institucional, pero parecía que ciertas personas no parecían prestarle tanta atención en el momento. Sal Fisher era una de esas dos personas; apretando sus puños y tratando de ignorar los malos comentarios, demasiado personales para lo habitual, y amargando su jueves cada vez más.

Quería hacer oídos sordos, pero le era imposible, y si bien sabía que aquellos puños que ahora apretaba, nunca los usaría para defenderse, aún eran clara demostración de ira siendo contenida por miedo a expresarla, mientras aquella voz insistente seguía perturbándolo.

Deseaba agarrar un libro pesado de su mochila y revoleárselo en la cara al chico ese, pero no sabía porqué lo hacía, era como si si cuerpo estuviese en shock, y fuera de su control, hasta que creyese que había pasado el "peligro".

─Típico de ti, fenómeno... el año pasado te has salvado, pero esta vez nadie me robará el lugar─.

─¿Lugar de qué?, ¿de idiota?─ bueno, quizás su boca la controlaba un poco más que su cuerpo, pero recién en el momento, calculó lo que había dicho, y deseó enterrar su cabeza bajo tierra ─Agh... olvídalo, p-perdón─.

─Lugar como la persona que te hará desear desaparecer el resto del año, rarito─.

─Haces buen trabajo entonces─.

─Gracias─.

─No hay de qué, un placer─.

Viéndose acorralado contra la pared que estaba frente a unos salones; aparentemente sólo y sin ayuda, recordó como había sonado el timbre del receso, y prácticamente, en cuestión de segundos, la campana lo salvó.

─No me caes tan mal como otros matones, así que esta vez tomaré la palabra...─ el peliazul miró a un lado, notando como Larry; Ashley y Travis salían de su mismo salón, y lograron desconcertarse con la escena ─Chico, corre─.

─¡Ha!, ¿qué has dicho?─.

─Que corras...─.

Ya sabía bien que esos tres no tenían miedo de usar los puños para defenderse o defenderlo a él, por lo que ya se veía venir la lluvia de golpizas, el problema era, que a pesar de que los tres ya estaban cada vez más cerca, y con la sangre hirviendo y los nudillos tensos, su estimado bully de este año no refrescaba las neuronas para terminar de creerlo.

─Bueno... yo te lo advertí─.

─¿Advertirme qué?─.

─¡Vas a cagar pa' dentro, pibe!─ el castaño fue el primero en apartar al matón de su querido amigo peliazul, para luego encestar un golpe a puño limpio en su estómago.

─¡Aaagh!, ¿pero qué hacen?, ¡par de fenómenos!─.

─Madre no es la que te engendró, madre es la que te voy a partir─ Ashley de un rodillazo brutalmente inesperado, logró hacer que el matón se retorciera de dolor unos cuantos minutos, mientras terminaba de recalcular todo lo sucedido.

─Volvé a hacerte el chistosito, y las pelotas te quedarán de corbata, ¡¿me oíste?!, imbécil─ un último puñetazo por parte del rubio fue el golpe final, y lo que terminó de derribar al joven.

─sE eScuCha bOrRoshoOo─ y el chico calló al suelo, inmóvil y observando como tres figuras furiosas lo miraban con asco. Al final, fue un matón mediocre del montón.

Finalmente, varios jóvenes se acercaron a ver al caído, y observando extrañados la situación, mientras algunos corrían para avisarle a alguna profesora o figura de autoridad. Sally había estado todo ese rato con los ojos puestos en el piso; no le gustaba la violencia, y odiaba presenciarla sin importar la causa.

Superfluo -【Sally Face】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora