El oculto

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Apagué el televisor. Echaba chispas por los oídos. Por más buena que es, escuchar Don't Start Now de Dua Lipa ahora fue una mala decisión.

Alcancé el cubo digital que estaba en la mesilla entre el sofá y la pantalla plana. Lo agité y la hora se iluminó delante de mis ojos. Ya se acerca el momento en que Brad aparezca. Inspiro con dificultad y abandono la sala para verme en el espejo del baño.

El timbre se acciona y retumba en las paredes. Corro a la entrada con el corazón en la boca. El momento ha llegado, y si dije que estaba nerviosa, ahora estoy el triple multiplicado por diez.

Levanté mi mano para agarrar la perilla y la bajé. Mis mejillas arden, suspiro y abro.

La sonrisa y color oscuro de Brad se presentan frente a mí.

Reuní todas mis fuerzas para devolverle la sonrisa. Trae un sweater de color vinotinto que cubre su cuello. Mi vista se dirige a lo que sostienen sus manos: una canasta llena de naranjas.

-Hola.

-Hola -miro la canasta adornada con flores y hojas naturales-. Esto...

-Son de la cosecha de la casa -se adelanta a explicar y me la extiende-. Mi madre te obsequia las mejores.

Mi termómetro destructivo se activó. Su ánimo: bofetada. Su presente: patada en el estómago. Su explicación del presente: puñetazo a mi corazón. Veamos hasta dónde seguirá marcando.

Sintiéndome como si me hubieran molido a golpes en un ring, invito a Brad a pasar. Llevo con apuro la canasta a la encimera. Les echo un vistazo a las cinco naranjas grandes y jugosas que sostiene. Cojeo al dirigirme a la sala y me apuro a tumbarme sobre el sofá. Brad se sienta conmigo y se hunde. De esa misma manera desearía que me trague.

Veo el matiz de jaguar que se adueña en su pupila. Sentí que ese mismo jaguar podría arremeter contra mí en cualquier momento.

-Pues, me dijiste que viniera para contarme algo importante -dijo en esa tez adorable-. Cuéntame.

Las ganas de hablar me las robaron, y de mis cuerdas vocales se extirpó cualquier aire de voz. Ensayé las palabras correctas para esta situación y, no obstante, se me olvidaron completamente.

-Por tu expresión deduzco que es grave -dijo-. ¿Es algo malo?

Sus palabras fueron el filo que me sacó de mi burbuja.

-No. Bueno, sí. Depende de cómo lo tomes -me acomodé sobre el sofá. Estaba decidida a ser lo más directa posible-. Brad, todo el tiempo que
tenemos en esta relación ha sido...

-¿Tiene algo que ver con ella?

Cerré mis ojos con suavidad y asentí. Percibe mi dolor y le preocupa.

-¿Hice algo malo?

-¡No! -le tomé de la mano-. Brad, eres honesto, y muy dulce conmigo. Fuiste más de lo que pude imaginar, y más de lo que merezco. Aunque todo ha sido maravilloso... hay algo -desuno nuestras manos-. Hay algo que debo contarte.

La cara de admiración de Brad aprieta mis entrañas.

-Confieso que, al inicio de nuestra relación, no sentía nada por ti -las palabras salen por sí solas-. Parecías una buena persona, y con lo enamorado que
estabas llegué a pensar que, al pasar el tiempo, sentiría lo mismo y no -sentí la necesidad de aclararlo-. No estoy enamorada de ti, Brad.

La bala que quebró el corazón de Brad traspasó de su cuerpo al mío, rompiendo el mío en miles de fragmentos que caen. La sangre, que antes corría sin medida por mis venas, se ha solidificado.

Replay [1# Play]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora