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Cuando Susana entró a su salón, ni por un momento pudo imaginar lo que allí contemplaría. Una escena que trastocaría sus principios, bien asentados hasta ese momento en su placentera vida...

Había pasado toda la tarde como suele decirse: "de tiendas..." Y estaba algo cansada. Así que pasó a su piso, dejó las bolas en la entrada, junto a su abrigo y su bolso y tras colgar las llaves en un pequeño retablo junto a la puerta, pasó a la cocina a beber un poco de agua.

Mientras bebía recordaba el incidente de la tarde, algo sorprendente había tenido lugar en aquel probador y ni ella misma podía creerse que tal cosa pudiera sucederle, pero por suerte sólo fue un pequeño contratiempo.

Se preguntaba si su hijo Adri habría vuelto ya del parque, donde solía ir con su mejor amigo Marcos. Así que con ganas de hacer un pis pasó al salón y allí fue cuando se encontró el pastel...

En la televisión estaba apareciendo una voluptuosa mujer, encaramada a un hombre fornido con barba, cuyo gran miembro viril se clavaba en lo más íntimo de ella desde abajo. Esta como una diosa, estaba siendo adorada por él mientras la miraba sumiso y ella, cogiéndose el pelo subía y bajaba clavándose su herramienta obscenamente.

Pero de repente lo su mirada pasó al sofá, donde su hijo Adrián estaba junto a su amigo Marcos y en la penumbra vio claramente como ambos estaban con sendas erecciones "al aire", apuntando estas al techo y cómo súbitamente sus manos, que estaban tocando la que no era la suya, se retiraban rápidamente y guardaban la herramienta propia dentro del pantalón. No sin cierta dificultad pues su erección parecía imposibilitar que tal operación tuviese éxito con la rapidez necesaria...

—¡Mamá, has vuelto! —dijo Adri sorprendido tratando de hacer entrar aquello en su pantalón de nuevo.

—¡Oh Adri, perdonad, tengo prisa voy a hacer un pis! —dijo ella apresurando el paso, sintiendo que había interrumpido algo demasiado íntimo...

Mientras el potente chorro caía en la blanca taza, ella no se lo creía. Con sus codos apoyados en sus muslos, sus braguitas por las rodillas y su vestido por la cintura, cavilaba acerca de las impactantes imágenes que había intuido en la penumbra iluminada por la gran pantalla en el salón. ¿Cómo era posible? —se preguntaba mientras pensaba en su hijo Adri.

Cortó un gran trozo de papel, lo hizo una bola y a continuación lo pasó por su intimidad. Al hacerlo miró allí abajo y descubrió su calentura sobre la celulosa blanca. ¿Estás cachonda? —se preguntó a sí misma en voz alta—. No aquello no era posible, pero tal vez tuviese que ver el incidente del probador, aunque ahora, toda su atención se centraba en la impactante escena del salón.

Se subió sus bragas y a continuación lavo sus manos, se desmaquillo con una esponjilla de algodón y agua micelar y luego lavó su cara para terminar.

Mientras se secaba con la toalla miraba su rostro reflejado en el espejo. Aquella imagen denotaba una mujer madura, con experiencias vividas, unas felices y otras no tanto, con placeres disfrutados, rutas prohibidas exploradas y sentimientos encontrados.

Cuando volvió al salón todo parecía en calma. Adri había cambiado el canal de la tele y veía vídeos musicales mientras distraído permanecía sentado en el sofá del salón con una pierna sobre su rodilla, donde antes estuvo en una posición más incómoda.

—¿Se ha ido ya tu amigo Adri? —preguntó Susana.

—¡Oh sí mamá! Verás, respecto a lo de antes...Vdddfad —dijo Adri intentando explicarse.

—Tranquilo Adri, no pasa nada creo que he interrumpido algo y lo siento, ¡créeme! Anda tengo hambre, ¿me ayudas con la cena y comemos algo?

Adri asintió y levantándose la siguió a la cocina.

Mi madre, mi mejor amigo y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora