Capítulo 18. La ruptura.

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Cuando Gabriela abrió la puerta a Rosa, enseguida se dio cuenta cuando la miró a los ojos de que algo malo había sucedido.

-¡Gabriela, siéntate, por favor! Tenemos que hablar.

-¿Qué? Me estás asustando. ¿Le ha pasado algo a Adriana? ¿Por qué no ha venido ella?- Gabriela estaba muy nerviosa y temía que a Adriana le hubiera pasado algo.

-Lo que te voy a decir no es fácil, Gabriela, y te va a doler. Voy a ir al grano. Un par de cirujanas que estaban en la cena empezaron a hablar de ti, de que había doctores que te iban detrás...

-¿Y eso es malo?. Eso ya lo sé. Veo cómo me miran y como intentan coquetear conmigo. Pero yo paso de ellos. No me interesan.

-No, eso no es malo Gabriela. Lo que si es malo es que una cirujana dijo que sí, que eras muy guapa pero que un doctor sólo estaría contigo por eso, por nada más. Vamos, para echar unos buenos polvos. Y otra cirujana dijo que ¿cómo un doctor podía caer tan bajo de liarse con una auxiliar?

Ahora sí Gabriela empezaba a saber por dónde iban los tiros y estaba segura que lo que iba a escuchar de boca de Rosa la iba a destruir.

-Y de repente la cirujana le preguntó a Adriana qué pensaba al respecto y Adriana dijo que pensaba lo mismo que ellas.

En efecto, el corazón de Gabriela se rompió en mil pedazos. Llevó sus manos temblorosas a su rostro, quería taparse la cara y que su amiga no la viera llorar. No lo podía evitar.

Rosa abrazó con fuerza a su amiga, y le permitió llorar en sus brazos por un largo periodo de tiempo.

Gabriela cogió sus cosas y le pidió a Rosa que la llevara a su departamento. No quería volver a saber nada de Adriana. Aún le costaba creer lo que Rosa le había contado. No esperaba eso de Adriana. Pensaba que Adriana no era como las demás, que no se avergonzaría de ella y también pensaba que Adriana era especial y que la amaba de verdad. Pero gracias a Rosa pudo abrir los ojos. Ella misma se preguntaba al principio que cómo una cirujana como Adriana podría llegar a sentir algo por alguien como ella. Y sus miedos más terribles se habían hecho realidad. Pero entonces, ¿qué había sido Gabriela para Adriana?¿un capricho sexual? otra vez más, se sentía pisoteada por Adriana.

Rosa la llevó a su departamento. Pero no quería dormir sola. No dejaría de llorar en toda la noche. Así que le pidió a Rosa que se quedara a dormir con ella. Rosa ya pensaba quedarse con ella antes de que Gabriela se lo pidiera. Sabía que iba a ser una de las noches más duras en la vida de su amiga.

Adriana decidió que ya había tenido bastante de aguantar a esas estúpidas mujeres, por lo que salió del restaurante como alma que llevaba el diablo. No sabía a dónde ir porque se imaginaba que Gabriela ya no estaría en su ático. Se armó de valor y la llamó por teléfono y como no obtuvo respuesta, volvió a llamarla hasta cansarse. Y nada. No quería ir al ático y no ver a Gabriela. Quería olvidar todo lo que había vivido en ese horrible restaurante. Quería olvidar lo estúpida que había sido y lo poco que valía como mujer. Ella no merecía tener a su lado a una mujer como Gabriela. Gabriela merecía a alguien mucho mejor que ella, que le demostrara que la amaba por encima de todo, con la que se sintiera segura y le hiciera ver que era lo más importante de su vida. Ella no había sabido hacerlo. Estaba muy avergonzada con su comportamiento. Y como necesitaba no pensar más en ello, ya que creyó que se iba a volver loca y la cabeza le iba a explotar, se fue al Luxury a beber todo el alcohol necesario para hacerla olvidar la peor noche de su vida.

Estuvo en el Luxury hasta altas horas de la madrugada. Mientras bebía y bebía, se le acercó una mujer bastante despampanante y se le insinuó. Pero ella no estaba para mirar a la cara a ninguna mujer. Se sentía tan poca cosa en esos momentos...

Al rato decidió que ya no podía ingerir más alcohol del que llevaba en el cuerpo, por lo que salió del local y paró un taxi para que la llevara a casa.

Cuando llegó a casa, fue directa a su habitación. Se tiró en la cama y se echó a llorar como nunca antes lo había hecho. Parecía que las lágrimas le abrasaban el rostro. Pero eso le dio igual. Y después de llorar y llorar, el alcohol hizo su trabajo y la hizo dormir hasta media mañana.

Cuando se despertó, la cabeza le dolía horrores por la resaca. Menos mal que ese día no tenía que ir a trabajar. Fue directa a la ducha. Necesitaba despejarse y con un buena ducha de agua fría seguro que lo conseguía. Luego se tomó algo para el dolor de cabeza y se tiró en el sofá. Empezó a llorar. ¡Joder, si eso era lo que le esperaba a partir de ahora!

Pensó en hacerse un café pero sabía que no podría beber ni comer nada ya que tenía un nudo enorme en el estómago. Tenía su móvil en las manos, y estaba pensando si llamar o no a Gabriela, o tal vez ir a verla a su apartamento. Pero de llamarla o verla, ¿qué le iba a decir? ¿que era una cobarde incapaz de luchar por su amor? ¿que con su comportamiento le había hecho creer que era insignificante para ella? ¡Carajo! tenía una vergüenza encima que seguro que no le permitiría ni mirarla a los ojos. Era realista.

Sabía que era una mierda de mujer para Gabriela, y si de verdad la quería, sabía que tenía que dejarla ir, libre, para que pudiera conocer a alguien que de verdad la hiciera feliz y la valorase como si de alguien con un valor incalculable se tratara. Y aunque le costara su vida, eso era lo que haría. Se conformaría con ver a Gabriela en la foto que consiguió hacer de las cuatro amigas la noche que quedaron para cenar. Esa foto la guardaría como paño en oro. Además salía preciosa.

Descargas eléctricas. (1°Historia) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora