Sus obscuras iris, iguales a un cielo nocturno, no paraban de seguir las delicadas facciones del chico a su lado; se encontraba en una posición donde podía visualizar mejor aquel par de ojos que lo traían loco, esos luceros tan brillantes que iluminaban su alma cuando lo miraba, encendiendo una chispa de esperanza cada que sonreía. Sus preciosas piedras idénticas al mar en la media noche, eran protegidas por unas largas barreras rizadas; la envidia de algunas chicas que pagaban un dineral por tener algo que él tenía natural; sus pestañas acentuaban más su belleza colosal.
Apesar de convivir varios días con el menor, aún no lograba a acostumbrarse al aura que desprendía; tan tierna y pasiva, le era imposible también aceptar que la mayoría etiquetara a Megumi como uno más del montón o como si ni siquiera... Existiera. No, Yuta no era como ellos. Él no podía apartar sus ojos de su delgado cuerpo, sentía que el oxígeno le faltaba si no estaba a su lado.
Y ahora mismo se sentía en el paraíso.
Tener a Megumi acariciando su negro cabello, mientras que con su melodiosa voz le contaba lo que había hecho a falta de su presencia, había sido una escena que sólo en sus sueños se transmitía una vez que cerraba sus ojos. Y si así lo fuera, no quería despertar de él jamás, quería seguir estando más cerca de Megumi, oler el perfume que desprendía de su piel, ver esa resplandeciente sonrisa y esos ojos que adquirían un bonito tono cuando el sol los iluminaba, culpable de volverlos más brillantes.
Siguió mirándolo, recorriendo cada detalle de su rostro, grabando en su memoria la posición de los lunares esparcidos en él, sus manos picaban por acariciar su delicada piel nívea, delínear la forma de su rostro, besarlo, apenas llegó a notar sus labios, aquel pensamiento tomó posesión de él y tembló. Porque aunque no lo demostrara ante Yu, ante Sukuna, tenía miedo, si el pelirosa lo había dejado casi roto por dentro sólo por hablar con el azabache, no quería saber su reacción cuando se enterara de que lo había besado. Pero aquellos rosados y esponjosos labios lo estaban tentando, Yuta era humano y, su debilidad, estaba acariciando su cabeza.
Cualquier persona, consciente de lo que pasaba si mantenían relación con el azabache, vería con pánico la escena, rezando a todos los dioses por la vida de Okkotsu, pensando que por el roce, su muerte estaría cerca. No obstante, Yuta sabía que no era así, pues desde esa vez que lo vió bajar las escaleras y en brazos de otra persona, supo que estaba condenado, que la cuenta regresiva de su vida estaba comenzando.
La voz de Megumi se apagó en el instante que sintió un toque en su mejilla derecha, estremeciendose por el repentino contacto, al bajar su mirada se encontró con una más intensa, el problema fue que esta se mantenía en sus labios. Se sintió incómodo y confundido, quiso apartarse cuando Yuta empezó a acortar la distancia entre ellos, pero el agarre en su mejilla se intensificó apenas se dió cuenta de los movimientos del menor, sin llegar a lastimarlo.
Okkotsu se encontraba absorto en su acción, ya podía sentir la mezcla de respiraciones, con un sólo empujón de su parte estaba a punto de cumplir una de sus anheladas metas y también de pasar el resto de su vida postrado en una cama de hospital.
Sin embargo, Dios quería darle una segunda oportunidad.
—¡Yuta! —Ambos se exaltaron y el aludido se apartó rápidamente del menor, olvidándose del dolor en su abdomen, sentándose erguido en su lugar con las piernas cruzadas.
Su instinto los llevó a girar su cabeza hacia el grito unísono, un par de compañeras de su clase venían corriendo felices hacia el árbol en el que se encontraban. El corazón del azabache aún seguía latiendo desenfrenado en su pecho, asustado por el la repentina interrupción, aún así se sentía agradecido por su llamado antes de que cometiera un error del cual se arreoentiría después, volteó hacia el perfil de Fushiguro, quien estaba entretenido viendo como las chicas peleaban por quien llegaba primero hacia ellos.
—¡Hola, Yuta! —Saludaron amistosas una chica de cabello azul y una rubia con coletas.
Okkotsu suspiró para recuperarse del nerviosismo de hace un momento, temiendo que lo hubieran atrapado en su travesura, reemplazó su rostro tenso por una sonrisa, que derritió el corazón de ambas señoritas.
—Que tal Kasumi, Momo. —Dijo, a la vez que las repasaba cuando las nombraba. —¿En qué pudo ayudarlas? —Finalizó respetuoso.
—Iremos a un nuevo café que abrió cerca de aquí, ¿Te gustaría acompañarnos? —Preguntó Momo en tono serio.
Yuta se quedó callado por unos segundos, miró por el rabillo del ojo a Megumi y luego contestó:
—Iré, si Megumi nos acompaña.
Se exaltó al oír su nombre, sus ojos brillaron por la emoción y una pequeña sonrisa se iba formando en sus labios, después de un largo tiempo, sería la primera vez que alguien lo tomaría en cuenta para una salida con amigos. Las chicas miraron al azabache con una ceja arqueada y fue ahí cuando repararon la presencia de un cuerpo más pequeño que el de su nuevo compañero, la expresión seria de Momo cambió cuando los vio sentados muy juntos.
—¡Pero porsupuest-! —La sonrisa de Kasumi se esfumó y le lanzó una mirada molesta a su amiga por el codazo que había recibido de su parte, no obstante, la rubia negó con la cabeza y se paró de puntitas para susurrarle al oído algo inaudible para los otros chicos, lo suficientemente malo para que el pánico se viera visible en el rostro de la peliazul. —Megumi...
Retrocedieron un paso, luego dos y después sólo habían rastros de polvo por donde habían corrido.
Yuta no iba a mentir que un sentimiento molesto se instaló en su corazón al ver los tristes ojitos del menor siguiendo el camino de sus compañeras, pensando que si Sukuna viera la imagen que él tenía a su frente, no dudaría en aceptar que Megumi conviviera con alguien más que él.
—Creo que se canceló. —Trató de animarlo, dejando salir una risa nerviosa.
—Lo siento. —Fushiguro mordió su labio con fuerza, reprimiendo las ganas de llorar por la vergüenza. —Por mi culpa tú-.
—Hey, no te preocupes. —Se acomodó para verlo mejor, puso una mano en su hombro y otra en su mentón para levantar su carita y poder limpiar el rastro de un par de lágrimas traidoras que no pudo evitarlas. —Te prometo que tú y yo iremos a ese café, ¿Te gustaría?
Megumi lo miró por un instante y asintió, la mano de Yuta no se quitó de su barbilla ni cuando le respondió, por lo que, recordando la cercanía que habían tenido antes de la llegada de sus compañeras, de forma delicada la quitó y miró hacia el verde césped, callado, pues un silencio un poco incómodo los había rodeado.
Okkotsu pensó que el agradable tiempo que habían pasado juntos se había jodido por culpa de cierto pelirosa, que aunque no se encontraba ahí, sentía que su presencia rondaba por el aire. Porque si por él no fuera, Megumi no tendría esa expresión triste en su rostro, sólo por ser Megumi Fushiguro tendría que estar rodeado de gente; peleándose por quien se sentaba con él en el almuerzo o a quien elegía para los trabajos escolares, él no tenía porqué estar solo en el patio trasero, tenía que ser libre.
Y la forma de conseguir esa libertad era terminar con Sukuna.
—Desde que te conocí siempre te he visto solo, además de mí nadie se junta contigo. —Lo escuchó decir, cómo si la situación con Kasumi y Momo no hubiera sido suficiente humillación, las palabras de Yuta lo hicieron sentir peor. —Megumi, ¿Por qué no tienes amigos?
Y si él no conocía la respuesta, no se preocupen, pronto lo sabría.
No Yuta, no te atrevas a molestar a mi bebé😡, espero haya valido la espera u.u
Hasta la próximaaaaaaaa
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𝐏𝐎𝐒𝐄𝐒𝐈𝐕𝐎; 𝑺𝒖𝒌𝒖𝑭𝒖𝒔𝒉𝒊
Dla nastolatkówMegumi Fushiguro es lo más importante para Sukuna Ryomen, lo demuestra con cada mimo, con cada flor que ve en las calles y con cada caricia que le da por las noches. Sin embargo, la llegada de un nuevo alumno en el Instituto en el que asiste su prec...