EmaRamirezCervantes
ruiznanc
Porque ustedes siempre hacen conmigo lo que quieren wuuuu!Capítulo 31.
La separación en el aeropuerto de Cartagena fue muy dolorosa. Después de estar casi una semana juntos durante todo el día y compartir maravillosas noches de pasión, la ausencia se les iba a hacer muy difícil.
Armando: Mi amor, ¿por qué no viajas conmigo a Bogotá? No quiero que regreses a Palm Beach… No quiero que nos separemos…
Los ojos de Armando estaban húmedos cuando le hacía ese ruego y la tenía bien pegadita a él en un discreto rincón de la sala de espera del aeropuerto. Ya habían facturado el equipaje y el vuelo de Betty, el primero en salir, embarcaba en quince minutos.
Betty, también emocionada, le acarició la cara con sus manos y lo miró a los ojos con tristeza.
Betty: Yo tampoco quiero separarme de ti, Armando…
Esa confesión fue sellada con un apasionado beso que los dejó aún más conmocionados. Armando con una mano la mantenía pegada a su cuerpo y con la otra le acariciaba la cara y el pelo.
Armando: ¿Entonces, Betty? Aún estamos a tiempo… Podrías volar conmigo a Bogotá… -sugirió tímidamente.
Betty: -Intentando controlar el llanto sonrió sin mucho entusiasmo- Armando, ¿cómo crees? Está a punto de salir el avión hacia Palm Beach. La maleta está en el avión…
Armando: ¡Podemos conseguirlo, Betty! Retiramos tu equipaje y cambiamos el billete… Seguro que quedan asientos libres en el vuelo a Bogotá y si no nos esperamos al siguiente…
Dicho así, parecía todo muy fácil, pero los dos saben el revuelo que supone que un pasajero decida no viajar a última hora. Betty lo mira de un modo que hace estremecer a Armando. Los ojos de ella expresan todo el amor que siente y el dolor de la separación. Antes de que ella pueda hablar, sigue intentando evitar ese alejamiento que tanto les duele a los dos.
Armando: O si lo prefieres me voy contigo a Palm Beach… en el siguiente avión… o vuelo mañana desde Bogotá… Cualquier cosa menos separarnos, Betty…
Por toda respuesta, Betty se cuelga de su cuello y lo besa apasionadamente. Durante más de un minuto sus bocas permanecen unidas casi devorándose. Se separan jadeantes y ella le susurra en el oído:
Betty: Para mí también es muy difícil, mi amor…
Armando se deleita con esas palabras cariñosas que en contadas ocasiones ha escuchado de sus labios. Betty no puede continuar hablando porque él vuelve a sellar su boca con un beso. Cuando separan sus labios él le pide suplicante:
Armando: ¡Ay, Betty! ¿Por qué no nos casamos?
Betty: -Sonriendo y acariciando sus mejillas- Armando, ya hemos hablado de eso… Es… es muy precipitado… Quiero tener un noviazgo… Además, el problema sería el mismo porque trabajamos en ciudades distintas…
Armando: ¡De eso nada! Cuando nos casemos eso se acaba… -protestó enérgicamente.
Betty sigue acariciándolo y lo mira dulcemente.
Betty: Armando, no discutamos ahora, por favor… Tú sabes que yo no voy a volver a trabajar en Ecomoda Bogotá… Ya hemos hablado de eso…
Armando: Entiendo que no quieras volver ahora, pero cuando seas la esposa del presidente…
Esta vez fue Betty la que no le dejó continuar.
Betty: Aún menos… ¿no te das cuenta de que si eso sucede serían peores los problemas con doña Marcela? Las discusiones y los ataques serían continuados…
Armando sabía que en el fondo ella tenía razón, pero quería evitar a toda costa esa separación física que se le hacía cada vez más insoportable.
Armando: Eso no va a ocurrir, Betty… Pero si no quieres volver a Ecomoda, no lo hagas… No tienes que trabajar si no quieres… Yo gano lo suficiente para los dos…-Al ver el gesto de desagrado que ella hace con la boca se da cuenta de que esa propuesta no le ha gustado, así que sugiere otra alternativa- También podemos buscar otro empleo para ti… Yo tengo muchos contactos y tu hoja de vida es magnífica…
Eso parece gustarle más a Betty que ahora le sonríe.
Betty: Armando, esa es una posibilidad que no descarto de caras al futuro… pero prefiero esperar un poco… Hace tan sólo unos meses que somos novios…
Armando: Betty, ¿tú no estás segura de mi amor por ti? ¿Aún tienes dudas?
Betty no contesta de inmediato. Durante unos segundos que a Armando se le hacen eternos ella parece reflexionar su respuesta. Y es que no es fácil. Durante esa semana en Cartagena su relación ha dado un paso de gigante. Se ha fortalecido. Sin querer, Michel y Alejandra les han hecho un favor. Ambos han sabido lo que son los celos y han puesto a prueba su fidelidad y su confianza. Además han compartido momentos inolvidables. Ha sido como una especie de luna de miel anticipada. Durante esa semana cada uno de ellos se ha dedicado al otro y ha sido maravilloso. Betty se ha dado cuenta de que Armando ya no se le van los ojos detrás de las modelos o de cualquier otra mujer bonita y elegante, aunque ésta se le insinúe descaradamente, como en el caso de Alejandra, y que él prefiere la compañía de ella a la de cualquier otra persona. Pero sobre ellos aún hay un estigma… Betty sigue siendo la propietaria legal de Ecomoda y hasta que eso no se solucione, ella preferiría dejar las cosas como están.
Betty: Armando, estos días en Cartagena he… he aclarado muchas dudas… Yo… ahora siento que confío en ti… que creo en tu amor…
Armando esta vez sí que sonríe a plenitud. Sabe que ella le está diciendo la verdad y eso lo complace enormemente. Su trabajo le ha costado conseguir que Betty supere los recelos y los resentimientos fruto del cruel engaño y de su licenciosa vida pasada. Premia sus palabras con otro beso apasionado, más propio de una escena privada. Menos mal que en el aeropuerto cada cual va a sus asuntos y no llaman demasiado la atención.
Después de besarse, se funden sus miradas. No hay doblez en ellas, no hay engaño y ambos lo sienten. El momento es tan íntimo que Armando detesta hallarse en un lugar público y no poder disfrutarlo a plenitud. Con la respiración entrecortada por la gran emoción que los embarga a los dos, él sigue insistiendo.
Armando: ¿Entonces, Betty? Si confías en mi, ¿qué es lo que impide que nos casemos?
Betty cierra los ojos y suspira. Ella también está deseando casarse con él. Es su sueño desde que entró a trabajar en Ecomoda y se enamoró perdidamente de su jefe. Un sueño que jamás pensó que se convirtiera en realidad. Ni siquiera cuando él la sedujo con engaños. Pero casarse era para Betty algo muy importante. En ese sentido su idea del matrimonio no difería demasiado del de don Hermes: una unión para toda la vida. Un paso así, no podía darse a la ligera. No sólo tenían que estar seguros de su amor, además las circunstancias debían ser las más favorables, y entre ellos aún existía una nube de tormenta.
Betty: Me… me gustaría que cuando nos casemos no haya nada turbio entre nosotros…
Armando: -Sin entender- ¿Nada turbio? ¿A qué te refieres, Betty?
Betty: A la empresa que está a mi nombre… -sentenció.
Armando se separa un poco de ella y suspira hondo. Él sabe perfectamente que su novia está deseando que todo vuelva a la normalidad en Ecomoda. Y él también, por supuesto. La diferencia entre ellos es que para él, que Betty sea la propietaria legal de su empresa no es un obstáculo para su matrimonio. Pero al parecer Betty no lo ve igual. ¿Acaso ella aún tiene dudas de su amor sincero? Un poco dolido, se lo pregunta.
Armando: Mi amor, ¿acaso estás pensando que yo quiero casarme contigo por la empresa?
Betty: -Mirándolo a los ojos y sonriéndole- No, Armando… Si creyera eso no estaríamos acá tú y yo… No sería tu novia…
Armando: -Suspirando aliviado- Menos mal, Betty…
Betty no puede evitar reírse ante el tono de alivio de Armando. Después de todo si él ha sido sincero en los últimos tiempos, tiene que estar dolido ante la falta de confianza de ella.
Betty: Armando, yo no dudo de tus sentimientos… pero no quiero empezar nuestra vida en común con problemas de empresas y asuntos legales de por medio… ¿me entiendes?
Armando: Sí y no, Betty. Entiendo lo que dices, a mí tampoco me gusta todo eso y quisiera que acabara cuando antes, pero es más importante estar contigo, estar a tu lado, que no nos separemos… Lo de la empresa ya se resolverá…
Betty está tan emocionada que recurre a la broma para no echarse a llorar.
Betty: Doctor, ¿quiere decir que no está conmigo porque soy la dueña legal de su empresa?
Esto lo ha dicho en un tono provocativo, mirándolo de reojo y pestañeando exageradamente. A Armando en un primer momento le sorprende su cambio de actitud, pero enseguida le responde divertido.
Armando: Ja, ja, ja, ja, doctora… Usted sabe muy bien que no…
Betty: ¡Lo sabía! –dice coqueta- ¡Entonces se siente atraído por mi cuerpo!
Armando: -Encantado con el coqueteo de ella- Tengo que reconocer, doctora, que su cuerpo es una parte del motivo por el que quiero que nos casemos…
Betty: ¿Sólo una parte? ¡Qué decepción, doctor!
Armando: ¿Me va a decir, doctora, que a usted sólo le interesa mi cuerpo?
Betty: Oj, oj, oj, oj, no… no sólo su cuerpo… pero –bajando la voz y utilizando un tono muy íntimo- tengo que reconocer que su cuerpo también es una parte ”importante” de mi interés por usted…
Armando la mira de un modo que Betty reconoce de inmediato. Sabe que si estuviesen en la habitación del hotel en pocos segundos estarían haciendo el amor. Él, desesperado le dice muy serio:
Armando: Betty, no me hagas esto… Me vuelves loco segundos antes de subirte a un avión y dejarme botado…
Betty no puede evitar mirar ”esa” parte de su cuerpo y al darse cuenta de que está muy excitado abre los ojos perpleja y se sonroja. Nunca creyó que su inocente coqueteo pudiese provocar un deseo tan intenso en él. Un poco avergonzada, se disculpa.
Betty: Lo… lo siento… Armando… yo no pretendía…
Armando la pega a su cuerpo haciéndole notar su erección y le dice al oído:
Armando: Doctora, ésta me la va a pagar la próxima vez que nos veamos… Le prometo que la voy a tener todo un fin de semana encerrada en una habitación haciéndole el amor…
Betty: -Con un tono de voz que denota una falsa alarma- ¿Sin comer, ni dormir, mi doctor?
Armando: -Susurrándole al oído en un tono insinuante- Nos alimentaremos de besos… y de caricias… ¿Sabe dónde la voy a acariciar, doctora? ¿Se lo imagina?
Ahora Betty está tanto o más excitada que él y con un movimiento sinuoso pega su cuerpo aún más al de él. Pero la voz que se oye por los altavoces del aeropuerto impide que le responda.
”Último aviso para los pasajeros del vuelo 6326 con destino a Palm Beach. Embarquen por la puerta número 3.”
Betty: Armando, me tengo que ir…
Su voz refleja su gran desolación, pero no le queda de otra. Tiene que subir a ese avión. Poniéndose de puntillas, le da un suave beso en los labios y haciendo un enorme esfuerzo se separa de él y se dirige a la puerta de embarque. En el momento de abandonar la sala con destino a la pista, se gira, busca a Armando con su mirada, le sonríe y le envía un beso con la mano.
Dentro del autobús que la lleva hasta el avión, oye sonar su celular. Extrañada lo busca en el interior de su bolso, mira la pantalla y sonríe. Es Armando quien la llama.
Betty: ¿Aló? ¿Armando?
Armando: Hola mi amor… Me olvidé de decirte que… te amo… te amo como no he amado a nadie en esta vida.
Betty: -Sonriendo- Yo también te amo, mi amor.
Los días que siguieron fueron un auténtico martirio para los dos. Después de esa semana de casi luna de miel, tener que volver al trabajo y, lo peor de todo, estar separados por miles de kilómetros, se les hacía francamente insoportable.
Armando la llamaba varias veces al día y todas las noches pasaban más de una hora colgados del teléfono.
Betty: Mi amor, te vas a arruinar con la cuenta del teléfono…
Armando: Por eso, Betty, tenemos que casarnos, sale más barato…
Betty: ¡Vaya! ¡Qué poco romántico! O sea que me propones matrimonio para ahorrar dinero…
Armando: -Riendo- Algo así, doctora… -Cambiando a un tono más serio- Betty, he estado mirando una casa en una urbanización de la zona norte… Si doy de entrada mi apartamento puedo pagar cómodamente la hipoteca… ¿Te… te gustaría?
Betty: ¿Qué… qué quieres decir…?
Armando: Que estoy pensando comprar una casa para cuando nos casemos…
Betty: Armando, pero ya te dije…
Armando: Ya sé lo que me dijiste, pero ahora ha surgido la oportunidad… Es de unos amigos de mi papá que están jubilados y se van a vivir a la costa… El precio es muy razonable… y pensé que podría ser un buen lugar para vivir…
Betty: ¿Está en la urbanización donde viven tus papás?
Armando: No, es otra que está más cerca de la ciudad… Betty… ¿por qué no vienes a verla? Me gustaría saber tu opinión… si te gusta…
Betty: Pero Armando, acá ahora hay mucho trabajo…
Armando: ¿Y el fin de semana? Si tomas un vuelo el viernes por la tarde puedes regresar el lunes temprano… ¡Anda, mi amor! Así pasamos un fin de semana juntitos…
Betty: Armando, si voy a Bogotá no me puedo quedar en tu apartamento… es que mis papás… ¿qué les voy a decir?
Armando: ¿Qué tal que les dices que tu novio te echa mucho de menos y quieres estar con él el máximo tiempo posible? –respondió mimoso.
Betty: Armando, mis papás aún no saben que somos novios…
Armando: ¿Y cuándo piensas decírselo? Este podría ser un buen momento…
Betty: No lo sé, Armando… Te dije que quería ir más despacio… Estás precipitando las cosas…
Armando: Ya sé, Betty, pero no lo puedo evitar… Lo de la casa surgió… no lo busqué… Es que estuve almorzando con mis papás y me lo dijeron… -Hace una pausa y añade- Betty… ya le dije a mis papás que éramos novios…
Betty: -Asustada- ¡Cómo se te ocurre, Armando!
Armando: Mi amor, no podía ocultárselo… Cata ya lo sabe y cualquier día podían enterarse… Además, me provoca decírselo a todo el mundo…
Betty: ¿Y qué dijeron tus papás? –preguntó temerosa de la respuesta.
Armando: Tú sabes que ellos querían que me casara con Marcela, a toda costa, pero como saben que eso es completamente imposible, están contentos de que haya encontrado a la mujer de mi vida…
Betty: ¿Armando, les dijiste que era… que era yo tu novia?
Armando: Claro, mi amor… Al principio se sorprendieron un poco, pero luego me felicitaron… ¿Sabes lo que dijo mi papá?
Betty: No…
Armando: Que me felicitaba por haber elegido a una mujer inteligente para compartir mi vida… Que él lo había hecho y que había sido muy feliz…
Betty: Pero… yo no…
Armando: ¿Tú no qué, mi amor? –Bromeando- ¿No me dijiste que tu cociente intelectual es de 160?
Betty: ¡No, Armando! ¡Qué dices! ¡Sólo es de 150!
Armando: Ja, ja, ja, ja… ¿Sólo? Betty, espero que los niños saquen tu inteligencia, mi vida…
Betty: -Desconcertada- ¿Qué niños?
Armando: Ja, ja, ja, ja… Nuestros hijos, Beatriz… ¿Acaso no quieres tener hijos cuando nos casemos?
Betty: Armando… no sigas…
Armando: Mi amor, sólo quiero saber qué piensas sobre nuestra futura descendencia. ¿Te ilusiona que tengamos hijos?
Betty: Sí, por supuesto…
Armando: ¿Cuántos, Betty?
Betty: Pues… al menos dos… Yo he sido hija única y creo que me he perdido algo en la vida… Menos mal que tuve a Nicolás que fue como tener un hermano…
Armando: -Celoso a más no poder, como cada vez que ella menciona a Nicolás Mora- Betty, mejor no me hables de Nicolás, ¿sí? Ya sabes que no es santo de mi devoción…
Betty: Oj, oj, oj, oj, Armando… Y yo que quería que fuese padrino de mi boda…
Armando prefiere no contestar a eso y se acuerda de algo que tiene que decirle, así que cambia radicalmente de tema.
Armando: Betty, casi me olvidaba… Tengo que darte una buena noticia… Estamos llegando al nivel de endeudamiento cero en Ecomoda… Falta muy poco… ¡Muy poco! –repite entusiasmado- y cuando eso suceda, mi amor, ya no existe ninguna excusa para aplazar nuestro matrimonio…
Él parece más contento por el hecho de eliminar obstáculos para que ella acepte casarse con él que por la recuperación de las finanzas de la empresa.
Betty: ¿De verdad?
Armando: Sí, Betty… Y tengo que decir que en buena parte se debe al éxito de las franquicias norteamericanas… -y añade con orgullo- Mi amor, desde que tú estás al frente, han aumentado considerablemente los ingresos…
Betty: Armando, esa es una noticia excelente…
Armando: ¿Por qué no vienes a celebrarla a Bogotá el próximo viernes y de paso ves esa casa?Conginuaraaaaaa
Creado por:Cata✨
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Las cartas sobre la mesa
FanfictionNO ES MÍA LA HISTORIA!!! :) Betty encuentra la carta siniestra de Mario Calderón. ¿Qué hará Betty? ¿Betty se irá? ¿Le dirá a Armando que ella lo sabe todo? Esto y muchas cosas más lo averiguaremos Historia creada por: Cata:)