01/06/2021

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Yo me encontraba en un salón de clases que también contaba con elementos de mi propia habitación, incluyendo un estante de libros color ocre que tengo en mi pieza: Yo debía salir de dicha aula durante unos momentos, y al volver, descubría muchos de los libros de aquel estante esparcidos a través del suelo: Entre esos libros, también estaba una agenda personal mía, varias de cuyas páginas habían sido arrancadas, pudiendo verse en las mismas numerosos mapas, así como también una serie de dibujos semejantes a garabatos infantiles.

Uno de ellos mostraba a un gato amarillo verdoso con un traje cerúleo, cuyo rostro se mostraba sereno, como si durmiese, a pesar de estar clavado en una gran cruz blanca de mármol.

A mis espaldas, numerosos niños presentes en el aula contenían la risa, asumiendo una actitud sospechosa, semejante a quien planifica una obra en secreto contra un enemigo en común.

Enojado, yo exigía a la maestra que me indicase quien era el responsable de tirar los libros y arrancar las páginas de aquella agenda, pero ella insistía que mis compañeros no eran responsables de lo ocurrido allí.

Repentinamente, dos hombres de mediana edad vestidos con mamelucos azules irrumpían en el aula, y nos llevaban a todos los alumnos a una playa de arenas grises ubicada frente a la escuela, sitio en donde mis compañeros se ponían a jugar alegremente.

De repente, uno de los hombres, gordo y medio calvo, parecía asfixiarse repentinamente y caía sobre la arena, aunque yo conseguía reanimarlo ejerciendo una fuerte presión sobre su pecho.

Al ver cómo es que le había salvado la vida a ese hombre, mis compañeros me aplaudían y me celebraban, y yo me sentía muy satisfecho conmigo mismo, al punto de olvidarme por completo del enojo que había sentido en el salón de clases por los libros y la agenda.

Después, a manera semejante de las escenas de una película, mi sueño seguía la rutina de los hombres vestidos con mamelucos azules, quienes abordaban una camioneta hasta un centro comercial cercano, dirigiéndose a los servicios higiénicos.

Una vez allí, los hombres sostenían una conversación que parecía dar a entender que la asfixia del hombre gordo había sido fingida, y como para confirmar esa sospecha, alguien llamaba al teléfono celular del otro hombre, felicitándole por el buen trabajo.

Diario de Sueños y PesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora