17. Asuntos familiares

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Narra Samuel:

No me lo creo.
¿Acaso ese niñato me golpeó con ese trozo de pan? ¿Acaso no apreciaba que le diera de comer? El castigo que se le aproxima lo va a sufrir mucho.

—Tú. Quiero que hoy Guillermo no reciba más alimento. Y mañana solamente le darán medio vaso de agua, nada más. —Me dirigí a la empleada que estaba encargada de alimentar a ese desgraciado.

—Está bien, señor. —respondió, para luego retirarse de mi vista.

Estaba realmente cabreado, detestaba que cualquier persona me tratase como alguien inferior. Y eso fue lo que sentí al recibir un golpe de mi mascota. ¿Quién se cree ese? No lo sé, pero si lo vuelve a hacer va a sufrir la verdadera furia de Samuel de Luque, y nadie quiere eso.

Me dirigí al gimnasio privado que tengo en casa, para practicar un poco de boxeo. Era la mejor manera de liberar energía. ¿Por qué no me descargaba con el causante de mi enfado? Porque no quería matar a mi mascota tan pronto. Ya acabé con una de ellas, por culpa de uno de mis cabreos, y no quería que pasara de nuevo.

Después de terminar la sesión de boxeo, sentí como el teléfono comenzó a sonar, supuse que sería mi padre. "Espero que tenga noticias de Eliza" pensé.

—¡Samuel! Hijo, que bueno que contestas. ¡Llevo mucho tiempo tratando de contactarte hombre! —habló, furioso, apenas contesté.

—Hombre, tranquilo, no había escuchado. Estaba ocupado. —respondí, agitado por el ejercicio. —¿Noticias?

—Pff.. No te lo vas a creer, pero a tu madre no la secuestraron ni nada... Ella... —Suspiró algo triste—. Se fue con otro hombre. —Soltó sin más. No me lo podía creer. Era algo de esperarse, aunque no pensé que pasaría tan rápido... Sabía que mi madre tenía un amante, la había visto, pero preferí callar. Creí que sólo sería una aventura, nada más. Pero no... Ella abandonó a mi padre.

—¿Q-qué? —Realmente estaba impactado. Mi padre realmente la amaba... Esto le iba a afectar muchísimo.

—No me preguntes... Sólo... No quiero hablar... Era solamente para que supieras que tu madre está bien. —Su voz sonaba agotada y triste—. Adiós hijo.

—Adiós.

Esa noticia me había destrozado. Siempre los vi juntos, aunque sea peleados. Y por más mal que estuviesen, era mi familia y los quería juntos. Sentía rabia, tristeza, y un cabreo a niveles impresionantes. Quería desquitarme, y sabía perfectamente con quién hacerlo.

(...)

Entré en la celda de Guillermo, quién dormía plácidamente en su colchón que tenía como cama. Se veía realmente inocente, algo así como un ángel, un ángel caído y dañado.

Verlo ahí tendido me calmó, las ganas de desquitarme con su frágil cuerpo se esfumaron, y fueron reemplazadas por unas enormes ganas de acercarme a él y acariciarlo... Aunque yo fuese el causante de sus daños.
Seguramente me sentí así por la reciente noticia sobre mi madre, aunque no aseguraba que al día siguiente este chico pagara por lo que se merecía...

—Mmm.. ¿Mami? —comenzó a murmurar Guillermo mientras dormía—. No... No te vayas por favor... —susurraba entre sueños, por lo que llegó a darme... ¿Lástima? Tal vez.

Me acerqué lentamente hacia donde se encontraba durmiendo él y me recosté a su lado, para comenzar a acariciar su cabeza delicadamente. Guillermo se removió al sentir mi tacto, buscándome entre sueños, hasta quedar con su cabeza recostada en mi pecho. Observaba detalladamente su cara. Él era realmente hermoso, sus facciones finas, sus rasgados ojos y sus grandes mofletes le daban un aire a niño, aunque su cuerpo era el de un hombre, un hombre que había pasado por muchas dificultades.

Me sorprendía la forma en la que estaba pensando. Tenía en claro que era por el abandono de mi madre. Me sentía sensible por ello, lo cual, en mi interior, me hacía sentir más rabia aún.

—¿Q-qué leches? —Fue lo primero que sentí cuando desperté. Al parecer me había quedado dormido.

—Guillermo... —Él se encontraba abrazado a mí. Echado sobre mí y mirándome con cara de sueño—. Recuerda que puedo hacer lo que quiera contigo, y hoy me apetecía dormir aquí. Vigilándote. —respondí, para luego plantarle un fugaz beso, aunque con cierto nivel de brutalidad.

—Ehh.. —Guillermo estaba con cara de empanao'. No comprendía nada.

—Ven conmigo. —Ordené.

Tomé a Guillermo de la mano y lo llevé hasta mi habitación. Él seguía sin entender nada.

Me acerqué a mi armario, sacando una camiseta y un pantalón para dormir, los cuales le entregué a Guillermo.

—Anda, ponte esto.

—¿P-para qué? —preguntó desconfiado.

—Tú, obedece. —vocalicé firmemente.

Guillermo obedeció sin rechistar y se puso lo que le ordené. Luego lo mandé a que se recostara en la cama, para a continuación acostarme junto a él y comenzar a acariciarlo, pasando mi mano por su costado, por sobre la tela de la ropa que yo mismo le había otorgado. El se estremecía con mi tacto, y cerraba fuertemente sus ojos, como si tratara de desaparecer.

—Mírame. —hablé con tranquilidad—. Por el momento no te haré daño. —Lo acaricié de nuevo, mientras él abría lentamente sus ojos—. Abrázame. —ordené de nuevo.

El se acercó y me abrazó.

Sabía que cuando despertase, me arrepentiría de haber sido tan blando con él, pero por ahora sólo quería el cariño que nadie me había aportado a lo largo de mi vida.

(Autora: palomakiessling)

Duros caminos del destino [Wigetta y Lutaxx]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora