OSCURIDAD

38 3 0
                                    

Oscuridad. Todo es oscuridad. Ya no puedo recordar si hubo algo antes. Todo está oscuro. Miro hacia mi derecha, hacia mi izquierda. Miro hacia arriba, también miro hacia abajo. No veo nada más que oscuridad. Es más, ni siquiera sé si realmente estoy viendo. Abro y cierro mis ojos y no encuentro diferencia.

No sé si estoy vivo o muerto. Entiendo que entre ambos existe sólo una sutil diferencia. Una diferencia que no puedo notar.

Mi única certeza es que en este mundo que me ha sido impuesto al menos tres cosas son reales: yo, la oscuridad… y el miedo. Este antiguo conocido ha vuelto. Creí que se había marchado para siempre, pero ha regresado. Y con más fuerza. Y busca venganza por olvidarlo, por tratar de superarlo. Sé que busca dominarme una vez más. Eso lo tengo claro. Y creo que ya ha ganado: no tengo defensas contra este enemigo invisible.

Y mientras tanto, oscuridad. Ya no sé cuánto tiempo llevo así. Pueden ser días, meses, años. Quizás ya me volví uno con ella y hace milenios, eones que venimos copulando. O quizás han pasado sólo unos cuantos minutos.

Y así como no sé cuándo este infierno ha comenzado, tampoco sé cuando concluirá. No parece que el final se encuentre próximo. Parece más probable que las intenciones de la oscuridad sean carcomerme por dentro, aniquilar mis esperanzas y envolverme en más oscuridad.

De repente, un recuerdo llega a mi mente. Momentos más iluminados, más felices. Momentos que valían la pena. Ahora sé que había un antes. Recuerdo esos instantes llenos de luz… hasta que todo se apagó y la oscuridad inundó mi ser. Como un arma de doble filo, descubro que todo ha sido una treta. He recordado esos momentos sólo porque ella me lo ha permitido. Y lo hizo para enloquecerme aún más y hacerme notar que jamás escaparía de esta condena. Siento que la oscuridad se está riendo de mí y me largo a llorar. En realidad no sé si realmente estoy llorando. Quizás es sólo el deseo de llorar.

No veo nada. No huelo nada. Sé que no puedo hablar, sólo mi mente habla con sí misma. Tampoco siento nada. No toco nada. No hay un suelo donde apoyarme. Estoy como flotando en la inmensidad de la nada. No caigo. No me elevo. Simplemente existo.

He perdido los cinco sentidos. ¿He perdido los cinco sentidos? Sí, el oído también. No escucho nada ¿O es eso lo que quiero creer? Desde que estoy encerrado en esta cárcel de nada, mi mente me obliga a no pensar en mi oído. No quiero saber. Sé que algo no encaja, pero no quiero saber. Y otra vez ella. La oscuridad. Ahora me obliga a saber. Me condena a un nuevo sufrimiento eterno. Entonces libero mi oído. Y esto es lo que oigo: silencio, gritos, silencio, lamentos, silencio, llantos. Al mismo tiempo, contradictoriamente. Me inunda un silencio insoportable que me lastima. Y a la vez, voces: voces que sufren, voces que queman, voces que me aniquilan. Nuevamente siento que todo es silencio. Y siento que las voces me llaman a mí, que me gritan a mí, que están enojadas conmigo. Y, sin embargo, hay un silencio que ruge, y unos chillidos sin voz.

Noto que algo está cambiando. La oscuridad, que se reía de mí, pero que de cierto modo me ignoraba, ahora puso sus negros ojos sobre mí. Sabe que estoy aprendiendo. Le provoco intriga, pero también rencor. Me doy cuenta de que las voces sí existen, sólo que se encuentran en mi mente. En realidad sí predomina el silencio. Las voces son de miles de seres como yo, cautivos, viviendo mi mismo sufrimiento, comunicándose espiritualmente. Ahora la oscuridad ya no me soporta. Ya no aguanta tanta rebeldía. La intriga se convierte finalmente en odio y se decide a erradicar mi presencia de su mundo.

Otra vez el miedo se apodera de mí. En realidad nunca me abandonó, pero ahora resurge con más fuerza. Es indomable. La oscuridad me envuelve. Más fuerte que nunca. Menos soportable. Se ha convertido en algo sólido, espeso, que me empuja, me golpea. Lastima todo mi ser con cuchillos de desesperanza. Y no se detiene en nimiedades. Se enfoca más que nada en mis partes más frágiles. Principalmente, en la mayor de mis partes frágiles. Oprime mi corazón. Lo aprieta, lo arranca de mi ser y lo estruja frente a mi alma.

Y el fin llega. Envuelto, como siempre, en oscuridad.

OSCURIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora