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"Polos opuestos se atraen" es cierto, al menos en varios escenarios lo ha sido. En ocasiones somos tan iguales a nuestras parejas que no podemos evitar los roces y choques entre nosotros. Sin embargo, la armonía no siempre se encuentra en lo distinto.

Todos pensaban que Horacio y Volkov eran perfectos el uno para el otro, creían que podrían ayudarse y suplir las necesidades que tenían. Ellos mismos creyeron en eso cuando comenzaron a salir y lo siguieron creyendo cuando todo se volvió más serio y se mudaron juntos. Pero poco a poco se daban cuenta de la realidad. Se esforzaban muchísimo, Dios sabe que lo hacían, pero todo aquello que no habían resuelto a lo largo de sus vidas era un obstáculo enorme en su camino.

Era un ir y venir del que no podían salir, durante un tiempo estaban bien y luego todo cambiaba y estaban mal. Volkov era demasiado distante y Horacio demasiado dependiente, una combinación dolorosa y letal.

Viktor tendía a vivir mucho en el pasado, sufría de insomnio y la falta de descanso lo ponía de mal humor. Las noches en las que lograba dormir no siempre eran buenas, tenía pesadillas y despertaba llorando en medio de la madrugada; a pesar de que cargaba con mucho dolor, nunca permitió que nadie le ayudara a sobrellevarlo, ni siquiera el propio Horacio. Era inseguro, y a pesar de que tendía a alejarlo, le daba miedo perderlo.

Por otro lado, el de la cresta era emocionalmente dependiente; tenía una clara falta de asertividad, se sentía culpable ante el sufrimiento de su pareja al no poder ayudarle. Horacio ponía las necesidades de Viktor antes que las suyas, hacía lo que le pedía incluso si el ruso no decía ni una sola palabra, y su peor pesadilla era tener que alejarse de él.

Generalmente nadie se enteraba de nada de eso, únicamente los más allegados y quienes realmente les conocían podían notar las crisis y lo mucho que estas les hacían daño. Ese día en particular, Horacio se colocaba el uniforme en los vestuarios. Gustabo le notó decaído y más callado de lo normal, pero no hizo falta preguntarle nada para saber la razón de su comportamiento.


—Horacio, ¿por qué no te tomas el día?— Dijo de la manera más casual posible —Hemos estado trabajando mucho últimamente, te vendría bien— No, Gustabo no lo sugería por el trabajo, pero debía disimular.

Horacio lo miró desganado y negó con una sonrisa forzada —No hay problema.

–Horacio– le llamó Gustabo cerrando su taquilla —Tú sabes que puedes contarme lo que sea, ¿verdad? Anda, exprésate si quieres.

Horacio cerró su taquilla y suspiró antes de contestar —Viktor la ha pasado... mal.

—¿Cómo que mal?

—No ha dormido muy bien. Anoche se despertó y se encerró en el baño, creo que estuvo llorando, no lo sé, pero... no me dejó verlo. A primera hora de la mañana salió del baño sin decir una palabra, como si nada.

—Tú tampoco dormiste, ¿verdad?—El de la cresta negó con la cabeza —Horacio, tu más que nadie sabes que te apoyo en lo que decidas. Te lo he dicho antes, yo soy feliz con lo que tú quieras...—Gustabo hizo una pequeña pausa eligiendo cuidadosamente sus siguientes palabras—Se que tú quieres al niño enfermo ese, pero el hecho de querer algo no significa que eso te hace bien. Tú y Volkov... No lo sé, yo no lo veo claro.

Horacio lo miró en silencio tratando de procesar sus palabras —Vamos a trabajar.


Él, más que nadie, no lograba comprender la distancia que interponía el ruso entre ellos dos. Recordaba todas esas ocasiones en las que le mostró su lado más humano, cuando murió Torrente por ejemplo, y esos tiempos en el que nunca le negó un abrazo. Pero todo había cambiado, los sentimientos de Volkov se encendían y se apagaban fácilmente sin importarle a quién le hacía daño y a quien no.

If I knew How to Hold You (Volkacio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora