Antes de empezar recomiendo leerlo en sincronia con la playlist del fondo.
El amor de tus alas,
El sentir de tu piel,
Volar en la mañana,
Mientras el sol nos saluda.Trataba de anotar la melodía de la canción en una libreta que tenía en mi buro. Las notas vuelan, de repente las tengo en la lengua y las veo volar por la ventana, se colaban entre pequeños fierros color nieve para que se pudieran escabullirse entre una pequeña ruptura en mi ventana, ‘¡Genial!’ decía, ‘ahí va mi inspiración y mi melodía’, ya en la soledad prendía el comal y me hacia una quesadilla.
Mientras se tostaba la tortilla miré alrededor de mi pequeña casita, estaba a duras penas construida, solo se veían ladrillos y un poco de yeso en alguna de las paredes, a lado de la puerta de metal estaba mi guitarra y unos cuantos álbumes de rock relajado junto al toca-discos, en un rincón estaba el comal y en el otro estaba mi cama, un colchón con una sábana color violeta que alguien había tirado desde su coche.
Lentamente la tortilla fue sacando un ligero humo, entonces me ponía mis huaraches y la volteaba, asegurándome de que al menos estaba negra de una parte, me gustaba lo tostado, lo quemado, era crujiente y a veces sabía bien si le echabas suficiente sal, lo que no me gustaba es que me quemara la lengua (valga la redundancia), por eso es que siempre abría la quesadilla para que se enfriara.
Tome la quesadilla, la volví a doblar y camine con guitarra en mano hacia el corazón del bosque, pues ahí es donde toco mi guitarra. Yo me encargo de cuidar de las mariposas monarcas, pero se me es más cómodo y justo decirles monarcas, me encanta la naturaleza y era amigo cercano de Homero Gómez así que era lo menos que podía hacer, además me inspiran para mis canciones y yo como recompensa se las canto, disfrutan de la música acompañada del néctar, es como un concierto matutino con desayuno incluido, es por eso que me llamaban el ‘músico dulce’.
Veía como las monarcas iban de par en par siguiéndome, ya sabían que iba a tocar, pero tampoco era tan difícil de reconocer, pues el olor a tortilla quemada ya era suficiente, tal vez las marcas en mis dedos por las cuerdas si quieres ser más específico o ya de plano escuchar la canción de Beutiful Boy a lo lejos, esa canción que llega a hartar a algunas personas, pero que en la personal la encuentro como mi favorita (y la de las monarcas).
Por fin vi el lugar donde siempre me sentaba junto a ellas, un oyamel cómodo donde abundan las flores, un lugar donde el sol nunca pega, sino que acaricia suavemente y un lugar preferido por los monarcas y por Homero.
Ya después de una hora tocando, me despedí de mi público y fui corriendo hacia la entrada del bosque, cargando la guitarra en mi espalda para que no se rallara con una roca que se asoman de vez en cuando en el medio del camino.
¡Hola amor! – me recibió mi madre en la entrada del bosque
¡Hola mami! ¿Cómo estás? – le dije mientras me abrazaba
Bien mi amor, ¿Y tú? ¿Cómo te ha ido cuidando de las mariposas monarcas?
Bien, me acostumbre rápido y me inspira mucho estar aquí, sinceramente es la primera vez que he estado en un lugar así de tranquilo, además me inspiro mucho así que ya tengo canciones suficientes para un álbum
Qué bueno, me encantaría escucharlas
Pasa, la casita donde me quedo no está muy lejos de la entrada – le dije señalándole un camino que esquivaba los arboles
Llegamos pronto a la casa y extendí un poco la colcha para que se pudiera sentar, recogí unas mazorcas de mi huerto y las empecé a asar para la comida, estaban en su punto, pues como siempre, mi huerto nunca me falla.