Sus ojos se abrieron tras un estrépito.
Afuera, había una tormenta.
Los relámpagos brillaban en la moqueta y las gotitas se adherían con fuerza a las ventanas. Pero ninguna de esas cosas, ni el ruido de los truenos ni el retintín de la lluvia, fue lo que le hizo despertarse en medio de la noche.
Se sentó sobre la cama y extendió la mano hacia la lámpara en su mesita de noche. La mecha se encendió tras un chasquido y la espaciosa habitación se iluminó con una tenue luz amarillenta.
Una rama rasgó la ventana, acompañada por otro trueno. Su oído se agudizó y pasó por entre el murmullo del gas de la lámpara, por debajo de la lluvia y la tierra removiéndose, y se detuvo en las hojas secas siendo pisoteadas por alguien en el bosque.
Luxier se precipitó por el pasillo y bajó las escaleras. Kait salió de su habitación al mismo tiempo, sus ojos brillaban de color naranja y su cabello negro estaba despeinado por removerse entre el sueño. Él también lo había sentido. Aquella criatura estaba cerca, y olía a sangre.
Atravesó el corredor hacia el salón principal y luego el que comunicaba con el vestíbulo. Kait recibió la lámpara cuando Lux se la tendió y lo observó quitar los seguros del portillo. Un momento después, de un jalón, Lux abrió la enorme puerta de madera.
Sus ojos se deslizaron hacia la tempestuosa noche.
Los árboles estaban inquietos. Las hojas rojas y oscuras eran sacudidas con el viento y muchas terminaban siendo arrastradas por el suelo. Justo frente a él, había un montículo que se hacía más y más grande.
La lluvia le acarició la piel cuando Lux se agachó y tomó una de las hojas. Aquella era más azulada que roja, y tenía la piel suave como un durazno. Pero, también, tenía manchas de sangre en las esquinas, como si algo o alguien se hubiera rozado contra ella en el camino.
—Es de fuego —afirmó Kait, estudiando por encima de su hombro la manera en que la sangre se evaporaba entre sus dedos. Estaba muy caliente—. Está cerca. La hoja debió ser traída por la tormenta.
Lux estaba de acuerdo.
Su mirada volvió al borde del bosque a solo metros de la mansión. Una rama crujió muy cerca. Ahora Lux fue capaz de distinguir otra cosa pululando en el aire junto a todo lo demás. Un aroma. Mezcla de jengibre y manzanilla, cenizas y licor.
Negando, Lux se recostó a la columna de la entrada y esperó. Kait tardó solo un segundo en comprender lo que estaba sucediendo. Sus ojos parpadearon, lento, entonces colgó la lámpara en el gancho de metal que había en la pared y regresó adentro.
Un momento después, Lux escuchó el ruido de un cuerpo golpeando el suelo.
Se calzó las botas y se encaminó por el sendero que se abría en dos caminos hacia el bosque. Atravesó un par de árboles antes de ser completamente consciente de la criatura cerca. Sus sentidos se agudizaron cuando comprendió que no había nadie al acecho. No era ningún truco. Realmente estaba herida. La sangre pasó de ser un goteo a una fuga que se deslizaba con rapidez.
Luxier maldijo en voz baja y siguió caminando hasta que otro quejido, seguido por el fantasma de un suspiro, le hizo presión en el pecho. Su mano se acercó a una rama que bloqueaba su visión y la apartó haciendo que aquella crujiera y se rompiera.
El resto ocurrió demasiado rápido.
Luxier entró a la casa con el cuerpo de su hermana en los brazos. Erixa se encontraba inconsciente, tenía hilos de sangre en boca y los ojos y estaba fría, pálida, y en sus brazos se sentía tan liviana como una pluma. Los cuchillos colgando de su cinturón tintineaban con cada zancada que daba Lux hacia el sofá.
ESTÁS LEYENDO
Silverywood: Una puerta al Infierno ©
FantasiLos demonios no solo viven en su cabeza. Mikhaeli Cox es un joven pintado por los fantasmas del pasado. El peso de la memoria, y a veces del cuerpo, lo ha llevado a alejarse de su familia, amigos, e incluso de la persona que solía ser. Luego de un a...