Acostumbrarse a la compañía de Danielle fue sorprendentemente sencillo. Aunque no era algo constante, de alguna forma u otra sabía cómo hacerse presente en cada detalle: mensajes, llamadas, notas en su oficina; había cambiado las flores por los cafés matutinos sobre su escritorio y eso siempre le provocaba una genuina sonrisa. En verdad era como si pudiera darle la vuelta al dolor y escribir sobre esa nueva página.
Ese viernes, Lucía acababa de visitar su oficina. Llevó algunos documentos relacionados con una nota sobre las próximas elecciones en la ciudad. Por fortuna no mencionó nada sobre el reportaje de Gastón. De hecho, no dijo más que lo necesario, pero Emilia estaba acostumbrada a esa actitud después de tantos años.
—Con permiso, presidenta.
La vio partir. Se sintió tentada a preguntarle si estaba bien pero no lo hizo. Había decidido tomarle la palabra a Danielle e impedir que su relación con Lucía interviniera de forma constante en su vida.
Salió de la oficina dispuesta a llamarle para ver si tenía tiempo en su agitada agenda después del festival. Pero para su sorpresa, la encontró estacionada junto a la acera, recargada en el Bentley mientras las miradas se posaban sobre ella y su llamativo estilo tomboy.
—Su carruaje, presidenta.
Emilia esbozó una sonrisa tímida al verla abrir la puerta del copiloto, llevaba una camisa blanca con un ligero escote de dos botones sin abrochar, un saco color gris que hacía juego con sus pantalones y zapatos tipo mocasín. Siempre impecable y perfecta. Observó a su alrededor para descubrir aquellas curiosas miradas fugitivas. A ella no parecía importarle. Su seguridad era envidiable y en ocasiones contagiosa.
—¿Qué haces aquí?
—Pensé en darte una sorpresa, ¿subes?
Y vaya que lo había logrado, pensó.
—Sabes que soy mala reaccionando a las sorpresas.
Danielle sonrió.
—Estoy dispuesta a aceptar el reto.
Abrió la puerta del Bentley y Emilia finalmente subió. Esperó a que Danielle fuera hasta el asiento del conductor. El invierno estaba próximo en la ciudad y un aire nostálgico lo cubría todo. Aquella época no era su favorita, muchos recuerdos llegaban a su mente pero ahora sentía que con la compañía de Danielle todo podía ser diferente. La observó entrar, haciendo un sonido con la boca mientras frotaba sus manos. Emilia las tomó entre las suyas llevándolas a sus labios. El vaho tibio de su boca impactó con los nudillos de Danielle, que la miraba con tanta afección que por un instante se sintió avergonzada. Emilia besó sus manos y finalmente colocó una entre sus muslos.
—Me encantaría dejar la mano ahí, pero debo cambiar las velocidades.
—Lo haré por ti —intervino, mirándola con una sonrisa divertida.
Danielle le devolvió aquella expresión juguetona. Presionó los muslos de Emilia subiendo delicadamente la falda para mirar sus hermosas medias negras. Le sonrió, encendiendo el auto para continuar con la sorpresa que le tenía preparada.
Condujo durante un rato hasta que Emilia se percató que las luces de la ciudad comenzaban a ser como pequeñas luciérnagas.
—¿A dónde vamos?
—Es una sorpresa —respondió, mirándola de pies a cabeza.
Danielle lo había expresado poco, pero el estilo de Emilia le parecía encantador. Las faldas rectas le ornaban divino gracias a la anchura de sus caderas y la pequeñez de su cintura. Sus preciosos abrigos debían ser sumamente finos, recordaba haber visto uno como el que llevaba en alguna colección de invierno en París.
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Adiós, Diciembre
Romance"Hay que aprender que para sanar una herida, tienes que dejar de tocarla" Emilia Navarro es la presidenta del prestigioso corporativo 24/7. Hija de una relación extramarital, tiene que aprender a sobrevivir bajo el yugo familiar de quienes intentará...