Senté a William sobre la cama improvisada de su tienda. Su sangre había pasado a través de la tela de su camisa y había empapado mi pecho. Al sentarle empezaba a acumularse sobre su pantalón negro en su regazo.
Tomé su barbilla en mi mano y levanté su cabeza para mirar más de cerca a sus ojos, desde los que se abrían heridas, dejando ríos escarlata en su rostro como si una máscara de procelana se resquebrajase. Su mirada encontró la mía por un momento, haciendo que el vello de mi piel se erizase. La rabia en el fondo de sus pupilas era más oscura que la noche que nos rodeaba. Nuestro fuego había muerto y tan solo una pálida y etérea luz fantasmagórica flotaba ténuemente en la tienda, proveniente de algún artefacto entre las pertenecias de Will.
Hice un sonido apremiante, tratando de llamar su atención, de pedirle que me dijese qué estaba pasando, si estábamos seguros.
- No te preocupes. No te preocupes. Son solo espectros de los monstruos de verdad. Nuestro fuego debió atraerles, pero ya no hay luz. Ya está. - Su voz era monótona y extraña, como la de un mal imitador o un actor sin dirección. Aunque su mano se había levantado y jugaba ahora con uno de mis mechones de pelo desinteresadamente, como calmándome, el movimiento en sí parecía orquestrado y forzoso.
Se movió hasta que su cabeza estaba totalmente apoyada en la montaña de cosas que se apilaban en la esquina de la cama y después dejó salir un suspiro pesado de entre sus labios.
Miré a mi alrededor. No sabía de qué hablaba. Si aquellas bestias no habían sido más que sombras de los terrores de este mundo no deseaba jamás confrontar un verdadero monstruo. Tampoco podía soportar la idea de estas criaturas, por muy disuadidas que fueran por la falta de luz. Mi corazón palpitaba sordamente dentro de mi pecho y cada latido retumbante marcaba el siguiente como el tambor solemne de una procesión funeraria.
En silencio sujeté la mano de William hasta que noté como su respiración se acompasaba con la mía, ¿o era la mía con la suya? Y entonces, lentamente, el sueño intranquilo me tomó.
No sé cuánto tiempo pasé en ese estado de semi inconsciencia adormilada. Los minutos se fundían entre sí con terribles imágenes de depredadores que vagaban entre los árboles.
La primera señal del paso del tiempo fue el cambio de presión en mi mano. Los dedos delgados y fuertes de Will apretaban los míos con fuerza. Al incorporarme mejor le descubrí en el borde de la cama, mirando abajo hacia mí.
- No hay mejor despertar que tus ojos. - Murmuró. Me ruboricé violentamente al escucharle y traté de soltar su mano, pero no pareció darse cuenta. Una risa escandalosa brotó de él y sus hombros se sacudieron con ella. Sorprendida me quedé mirándole. Casi sin querer una sonrisa surgió en mis labios. Todo iba a estar bien.
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Cadenas ardientes
FantasiAcabé en un mundo de eterna noche donde todo parece atacarnos. Tal vez las personas que encuentre por el camino podrán salvarme de caer en la oscuridad