Día 6: Gula

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Cuando me doy vuelta, sus ojos negros me miran con intensidad. Un mechón de su espléndido cabello blanco cae sobre su frente y yo me ocupo de que vuelva a su lugar. Al estar tan cerca de mí, yo de su cuello, ambos sin alimentarnos por días, pareciera que el collar no estuviera cumpliendo su función. Y en estos momentos me importa muy poco si lo hace.

Xavier relame sus labios sin sacar sus ojos de mi boca. Eleva su mano acunando mi mejilla para luego bajar a mi cuello y terminando en mi nuca. Compartimos aliento, nuestros corazones muertos nos dan la distancia que nuestros pechos necesitan para no tocarse. 

—El collar no funciona —susurro en casi un aludido.

Una sonrisa curva sus apetecibles labios.

—El collar funciona cuando te resistes a tus dones, cuando no quieres que salgan a la luz —su mano empuja mi nuca quedando así nuestros labios a centímetros de tocarse.

Trago en seco e involuntariamente cierro mis ojos.

—Tengo hambre, Xavier —me sorprendo al saber que es la primera vez que lo llamo por su nombre sin ser sarcástica.

—Lo sé.

—Mucha —recalco presionando mis dientes.

—Sabes lo que tienes que hacer, Alexa —su mano libre empuja mi cintura rompiendo toda distancia de nuestros cuerpos. Un jadeo sale de mis labios y grabo su aroma en mi mente. 

Sé a lo que se refiere: que me alimente de él.

Abro mis ojos y alejo mi rostro para verlo mejor, nunca saliendo de sus brazos.

—Alimentarse de otro vampiro es algo íntimo, es muy extraño que se practique —comento sin saber si sabe la carga que llevan sus palabras.

Su pulgar acaricia mi labio inferior con brusquedad y posesión.

—¿Acaso mis dedos dentro de ti no fue lo suficientemente íntimo? —su voz ronca vibra en mi oído.

Con tan solo recordarlo, quiero sentirlo de nuevo.

Se ríe ante mi silencio que bien sabe a qué se debe. Mis manos se aferran a sus brazos y sin qué el intervenga, rozo nuestros labios dejando un leve beso en sus labios. Aquello se siente tan bien que me da miedo de probar sus labios como se debe. 

—No quiero morderte —digo, tratando de convencerme.

—¿Por qué? 

Entonces lo confieso.

—Tengo miedo que me guste tanto que no pueda parar. Tengo miedo de que pueda lastimarte.

Xavier no me contesta, corre mi cabello hacia atrás, que sigue húmedo por el agua, y besa mi mejilla. Sus labios rozan con la piel de mi cuello.

—Nunca podría tener miedo en que te descontroles, Alexa. No olvides que yo también necesito alimentarme —dice ansioso por clavar sus colmillos en mi piel.

Ambos estamos expuestos ante una vena palpitante llena de esa sangre deliciosa de la que todos hablan. Algo que sé es, que cuanto más me resista, más descontrol y ansiedad se apoderará de mi cuerpo.

—¿Qué esperas, Alexa? Demuéstrame ese placer que solo tú sabes darme.

Mis colmillos duelen cuando salen a la luz, mi garganta arde ante la espera y cuando mi boca se encierra en su cuello, rompiendo su perfecta piel, clavo mis uñas en su nuca y hombro. Un gemido sale de su boca y siento cómo su cuerpo tiembla. 

El líquido entra en mi sistema y mi cuerpo lo agradece como si fuese un festín. Siento como mi cuerpo retoma esa fuerza perdida, mis músculos vuelven a su tamaño preestablecido. Puedo entender de lo que hablan, de esos mitos sobre la alimentación muta entre vampiros. Un placer se centra en mi estómago haciéndome gemir sobre su cuello.

—Alexa —gime.

Eso me calienta aún más y me incentiva en clavar mis colmillos más profundo. Empujo su cuerpo en la cama y me subo arriba de él. Sus manos me envuelven y aprieta mi culo haciendo que me mueva sobre su erección.

No puedo parar, mi estómago ya está lleno. Pero es algo que te deja en la nebulosa como una droga, queriendo más y más. Mis sentidos se van y solo puedo escuchar su sangre corriendo por mi sistema. Me separo de su cuello pero no puedo volver a atacarlo cuando Xavier cambia de posición dejándome atrapada entre sus piernas. Mis manos son sujetadas por arriba de mi cabeza gracias a la mano de Xavier. Me remuevo debajo al ver cómo la sangre de su cuello se desliza por este.

—¡Suéltame! —exclamo con hambre.

Xavier me controla y sonríe ante mi estado de adicción.

—Tuviste suficiente. Mi turno, hermosa.

No me deja quejarme cuando un placer exótico allana mi cordura. Su boca se aferra a la parte interior de mi muslo, esparciendo por mi zona íntima y subiendo por todo mi cuerpo. Mis dedos se enredan en su cabello y mi espalda se arquea.

—¡Ah! ¡Joder, sí! —gimo con fuerzas.

Me ahogo en ese placer y dejo que me lastime al morder más cerca de mi intimidad. Este tipo de dolor me gusta. Mi sangre abandona mi cuerpo de manera rápida. Relajo mi cuerpo y paso la lengua por mis labios saboreando su sangre restante. Sus labios se separan de mi piel arrancándome un jadeo.

—Alexa —su voz hambrienta y ronca —, aléjate de mí. 

Mis ojos se encuentran con los suyos y pude ver la súplica en ellos. Sé que no puede controlarse, que si estoy otro minuto expuesta a él, terminaríamos desencadenando algo peligroso. 

—Ahora —sus manos se hacen puños en las sábanas. 

En menos de un segundo me encuentro encerrada en el baño escuchando las maldiciones de Xavier del otro lado de la puerta. Apoyo mi espalda en la pared y me observo en el espejo: puedo volver a decir que me veo normal y sana. Pero el noventa y nueve por ciento de mis pensamientos se los lleva el hombre de cabello blanco y ojos negros.

Quiero más de él, quiero fundirme en sus labios, sentir juntos nuestros cuerpos desnudos.

Xavier, ¿Qué me estás haciendo?


Semana del pecado ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora