¿Cómo diablos se podría alguien salir de un compromiso? Remus se preguntó a sí mismo, mientras se dirigía a las mazmorras el domingo por la noche. Él estaba solo; Lily le había pedido que revisara la poción en la que estaban trabajando una vez más antes de entregarla al día siguiente. Él personalmente pensó que era una exageración, pero también se sentía culpable de que Evans hubiera hecho hasta ahora la mayor parte del trabajo.
El problema de Sirius había estado en el fondo de su mente todo el día. James les había encargado a todos que encontraran una solución para Navidad, pero Remus no podía ver qué se podía hacer. Nunca antes había pensado en compromisos, matrimonio o el honor familiar. Esas eran todas cosas de adultos.
Ciertamente, se suponía que los chicos de trece años no debían preocuparse por esas cosas. Pero entonces, supuso, al doblar la última curva de la escalera, tampoco se suponía que los niños de doce años debieran preocuparse por transformarse en monstruos una vez al mes.
Suspiró pesadamente, empujando la puerta del salón de Pociones para abrirla. Para su disgusto, Severus Snape estaba allí, revolviendo su propia poción. Sus miradas se encontraron y Remus se congeló por un momento, antes de encogerse de hombros, levantar la barbilla y caminar directamente hacia su propio caldero, eligiendo ignorar al otro chico.
Pero no pudo evitar notar que su poción era de un color ligeramente diferente al de Snape, lo cual no podía ser una buena señal. El suyo era un azul real intenso, mucho más oscuro de lo que debería ser.
Obviamente, Snape también se había dado cuenta.
— Necesitas agregar más lavanda. — Dijo, nasalmente, sin levantar la vista de su caldero. —Al menos otra cucharadita.
—Si claro. — Remus frunció el ceño, — Si voy a seguir tu consejo.
— ¡Difícilmente voy a arruinar la poción de Lily, no?! — Escupió Snape.
Remus consideró esto. Era cierto que a pesar del comportamiento generalmente desagradable de Severus, la única otra cosa que los merodeadores sabían de él era que haría casi cualquier cosa por Lily Evans. Era extraño, pero Remus no era de los que juzgaban a nadie por ser extraño.
Colocó un poco más de lavanda y lo revolvió. De inmediato, la poción adquirió un tono más pálido, azul cielo, y de ella se elevó un encantador aroma de ensueño. Snape hizo un chasquido engreído con su lengua y cerró la tapa de su propio caldero, preparándose para irse.
— ¡Hola Sev!— una voz vino desde la puerta, — Oh, Remus...
Era Lily. Ella parecía un poco avergonzada. Remus frunció el ceño.
— ¿Pensé que habíamos acordado que yo lo iba a revisar esta noche?
— Um, sí, en eso quedamos... solo estaba... comprobando dos veces. — Sus mejillas generalmente pálidas eran de un rojo brillante.
— ¿No pensaste que aparecería?
Snape resopló, burlonamente, al salir. Remus luchó contra el impulso de arrojar una cuchara a la parte posterior de su grasienta cabeza. Lily no se dio cuenta, ya había cruzado la habitación y estaba mirando hacia el caldero.
— Bueno, te dan muchas detenciones — dijo diplomáticamente. Severus salió de la habitación. — Oh, vaya, se ve mucho mejor que esta mañana. ¿Hiciste algo?
— Agregué más lavanda.
— ¿De verdad? Genial, se ve exactamente como debería.
—Bueno...— se frotó la parte posterior de la cabeza, mirando hacia la puerta. Snape estaba fuera del alcance del oído. — Sí, solo pensé que necesitaba un poco, supongo.