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Caminando dormido, como sueños desnudos, ¿se volverán a despertar? ¿Duermen? ¿Sueñan?

Lo siento mientras el viento acaricia mi piel, me mueve el frío, oigo al pájaro de invierno cantar...

Blanquecina como la primera nevada, su piel reluce cristalina e incolora ante el toque trémulo de la brisa. Sus lágrimas congeladas hacen difícil despegar sus finas pestañas pero se esfuerza. Aquel revoloteo cosquillea en su nariz, puede sentir nuevamente la llegada de su despertar.

¿Realmente despierta? O solo es un sueño más?

Ha perdido la noción desde cuándo a visto el blanco paisaje aparecer, el vivir y morir, despertar y dormir. ¿Que diferencia hay?

Las finas alas de una mariposa poco a poco dejan de batirse, cediendo al frío se cristalizan hasta hacerle imposible moverse. Su tiempo ha llegado, sabe que intentarlo solo agotará y acortará aún más sus últimos momentos. La nieve se acumula pronosticando su final. Una hermosa imagen de un trágico pesar. Él la observa silencioso, el hielo en sus pestañas aún lo resguardan soñoliento. El aire es visible a través de sus labios casi azules. El frío dejó de quemar su piel hace demasiado tiempo para prestarle atención, se ha vuelto normal para él, se ha vuelto parte del entorno helado.

Sus ojos vuelven a la pequeña criatura moribunda, apenas moviéndose con infinita lentitud, esperando, solo esperando.

Sus manos delgadas, tan blancas como la escarcha sobre las copas de los árboles se apiadan de la mariposa, sus dedos espolvorean con gentil delicadeza sus finas y frágiles alas cubiertas de nieve, liberandola. No obstante, esta no se mueve más. Él la pone sobre sus palmas y la encierra entre ellas para llevarla hasta sus labios, esperando que el ligero calor casi inexistente pueda calentar sus alas nuevamente. Sabe que es poco probable poder hacer algo por ella, pero aún así lo intenta. No es que le importe, todas las criaturas están destinadas a morir en algún momento, lo sabe perfectamente, lo ha visto en incontables ocasiones.

El canto de aquel pajarillo, silbando con dulzura le saluda desde los árboles. Le dice con una franca canción que incluso su día llegará, pero está feliz de verle un año más. Él sonríe casi imperceptible mientras abre sus manos...

La frágil criatura emprende el vuelo con valor doloroso, vuela para disfrutar la pequeña oportunidad de vida otorgada, vuela libre apesar de que sus alas podrían romperse, se aferra con fervor salvaje. Quizá no vivirá más de unos días o incluso unas horas, pero sabrá lo que es vivir... Algo que él añora, desde hace tanto que ha olvidado como era sentirse con vida.

¿Quién era? ¿Quién es? ¿Existió realmente alguna vez?

Jamás podrá recordar...

Vagando por el blanco mundo desde siempre. Sus adoloridos huesos se obligan a levantarse de nuevo. La suave nieve bajo sus pies se hunde con ligereza, apenas notable. Admira y recela la oportunidad de los osos al invernar, fuertes y pesados. Al menos ellos pueden ver qué hay más allá del invierno, pueden ver qué pasa cuando la nieve se disipa. Nunca lo ha visto, jamás ha visto un día soleado, o los brotes florecer, jamás ha visto un río fluir, ni las aves migrar. Aún así, sabe que hay algo más cuando ella lo obliga a dormir...

¿Qué sucede cuando sus ojos se cierran?

Ha intentado soñarlo. Un sueño que nunca puede recordar al despertar. Sus dedos pintan cuadros en el cristal delante de él. Recostandose a la orilla del río helado. Todo lo que necesita es recordar cómo era sentirse con vida.

~•~

Días silenciosos, sombras violentas,
estamos bailando de nuevo,
en un sueño, junto al lago...

Descanso contra mi almohada,
como el envejecido sol de invierno.
Despierto cada mañana solo para recordar que tú ya no estás.
Así que me voy a la deriva de nuevo, pertenezco al invierno.

Todo lo que necesito es recordar
cómo era sentirse vivo.
Necesito recordar, cómo era sentirse vivo...

Así pasan los días, semanas y meses. La soledad es parte de este sueño infinito, infinito como el color blanco estéril a su alrededor. El canto de aquel pajarillo es su única compañía, la única criatura que advierte su presencia y le murmura como una calmada charla en medio del bosque.

Sus pies se detienen sintiéndose cansado. Sus lágrimas se congelan antes de caer por sus mejillas.

¿Qué ha perdido? ¿Algo? ¿Alguien? ¿Qué? ¿Por qué esta tristeza se aproxima como una helada ventisca en su interior?

Igual de dolorosa que siempre, sus ojos se manchan por los pequeños copos. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo ella le negará la oportunidad de saber? ¿Por qué era tan cruel? Si todas las criaturas tenían la capacidad de descansar... Vivir y morir. ¿Por qué él debía despertar cada año para estar solo? Para solo vagar en silencio, con la ignorancia abatiendo su mente.

Algún sentido debía tener. Algún deber por completar. ¿Pero cuál?

Parecía un castigo interminable.

Incluso cuando las auroras deslumbraban el firmamento, tan bellas y vivaces, éstas eran efímeras. ¿Cuándo llegaría su momento?

En aquel instante de la oscura noche, su fiel acompañante dormía en su nido, al lado sus pequeños huevos calentados con sumo cuidado. Cuánta envidia sentía. Él no podría llegar a ver esos huevos nacer, así como tampoco vio nacer al ave cuando su madre lo incubó. Nuevamente llegaría el momento de dormir, dormir otra larga, larga temporada. Dormir hasta que ella lo obligara a despertar.

Escucha el aullido de aquellas criaturas charlando con la luna, incluso ellos tienen con quién hablar.

Su cuerpo cayó cerca del río, volviéndose tan pesado en un instante. ¿Había terminado su tiempo?

No... Solo debía volver a dormir.

Solo una vez, solo una vez... Quiero saber que hay más allá.
Solo una vez, quiere recordar, que siente estar vivo...

Piedad.

~•~

Minabril

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