Capítulo único

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Era una noche sin luna, en que la oscuridad se cernía, cual cómplice y familiar aliada, sobre los tejados de Konoha. Llevaba meses sin volver a ese lugar, donde estaban su hogar, su familia y su amor. Sabía que camino debía tomar para llegar a lo que podría considerarse su vivienda en las esporádicas ocasiones que se quedaba en la aldea. Sin embargo ese no era el lugar al que su corazón le dictaba que fuese primero.

Para los que lo conocían hubiera resultado difícil creer que Sasuke era capaz de seguir los impulsos de su corazón. Después de todos los problemas que había causado en el pasado se prometió a sí mismo no volver jamás a ser dominado por sus pasiones, se había encargado de mantener siempre sus emociones bajo control, ocultas de todos donde nadie pudiera tener acceso a ellas.

Como siempre, él era la excepción.

Se dirigió sin esperar un segundo a la oficina del Hokage. Estaba seguro de que lo encontraría allí. Su presencia era como un imán que lo atraía a ese lugar. Al poco tiempo vio la luz aún encendida de la oficina. Sin duda se tomaba su trabajo demasiado en serio. Estas no eran horas para seguir trabajando, pero le hacía feliz poder encontrarlo allí. No le gustaba recordar que él también tenía un hogar en el que lo esperaban, uno diferente al suyo.

Entró al lugar con la mayor sutileza posible. Allí lo encontró, rodeado de una enorme montaña de papeles, dormido sobre el buró de su oficina. Su cabeza descansaba sobre sus brazos cruzados, con su cabello rubio desordenado. Su boca dejaba escapar de vez en cuando unos suaves ronquidos, mientras un delgado hilillo de saliva se desliza desde la comisura de sus labios hasta su barbilla. Una sensación de calor se instaló en su pecho al verlo de esa forma. Realmente había cumplido su sueño, se había convertido en Hokage. Tal vez esa era la razón por la que ahora podía dormir con esa expresión de satisfacción en su rostro. Sabía que tenía una vida plena y aun así llegaba él para romper con la tranquilidad de su rutina.

Entonces tuvo una idea con la que pensó podría divertirse a costa del rubio. Apagó las luces del lugar, rodeó lentamente el escritorio hasta estar de pie junto a él y desenvainando su espada la colocó a centímetros de aquel rostro que dormitaba pacíficamente. Liberó entonces parte de su chakra de forma rápida y agresiva, lo que despertó al instante al rubio. Sin embargo en vez de obtener un sobresalto, una mueca o una acción defensiva, vio a su compañero abrir lenta y perezosamente sus ojos buscando enfocarlo en medio de la oscuridad.

Aunque Naruto no necesitaba verlo para saber perfectamente de quien se trataba, con su extraña forma de despertarlo había sido más que suficiente, pero una vez que sus miradas se conectaron no había forma de evitar que en sus labios se formara esa cómplice y juguetona sonrisa, prueba fehaciente de la felicidad que le causaba saberlo finalmente allí. No a kilómetros de distancia donde no podía acompañarlo, sino a centímetros de su cuerpo, al alcance de su mano.

−Buenos días, Sasuke −dijo con su voz aún pesada por el sueño, pero con total serenidad y confianza.

Aunque no muy complacido por esa reacción, Sasuke guardó el arma y respondió.

− ¿Buenos días? Tú sí que vives en otro planeta, Usuratonkachi. Mira a tú alrededor y date cuenta de lo tarde que es.

− ¿En serio esa es tu forma de saludarme después de tanto tiempo? −fue la respuesta que obtuvo con un ligero tono de reproche, mientras Naruto se incorporaba parándose frente a él.

Aunque odiaba hacerlo y sin poder evitar poner cara de fastidio Sasuke terminó dándole la respuesta que quería.

−Ya he vuelto.

−Bienvenido a casa.

Aquellas palabras sonaron como un susurro contra sus labios antes de que la distancia que los separaba se extinguiera.

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