Cuando Shawn me habló de su hermano, entendí al instante que se trataba de alguien problemático. Sonaba normal, estaba pensando que era un chiquillo de tal vez quince o catorce años pero el muchacho que estaba dándome la espalda parecía de nuestra edad.
Robert no había vuelto a hablar, tenía en frente a un chico que le doblaba el tamaño y por la poca ayuda que estaba recibiendo de su acompañante, sabía que si llegaba a los golpes sería él solo contra el de cabello largo.
— ¿Harás algo? O nos quedamos a esperar que te regresen los huevos—demandó.
Vaya que tenía la lengua sucia. No sé parecía en nada a su hermano.
Cuando no le respondió, lo tomó como un incentivo para proseguir con su charla—; Es gracioso que te llames el mejor amigo de Angie y estabas a punto de dañarla por un estúpido arranque de celos. Acepta que no te ve de esa forma y supéralo, ella no te debe nada; bastante hace soportando tus actitudes de mierda como para que ahora quieras hacerte el herido.
— Deberías cuidar esa boca Harries, aquí no tienes al perfecto de Shawn para salvarte con sus discursos. Somos dos contra uno.
— Claro Hemingway pero me temo que justo ahora nadie golpeará a nadie, eso si prefieres que vayamos dónde la subdirectora Anne, le encantará expulsarlos cuando sepa que tú—señaló a Robert— ibas a golpear a una chica y tú, imbécil ibas a permitirlo.
El pelirrojo se acercó sonriendo— Tu no harás eso, ¿Quién te creería? Y ¿Quién le creería a Angie? Ambos son la misma porquería.
Se acercó tanto que el menor de los Harries le dió un empujón que casi lo mando al suelo, trastabillo y se equilibro riendose.
— No me creerán a mí pero si verán las lágrimas de Angie, la inestabilidad de Robert y escucharán a la chica de allá atrás—ellos finalmente notaron mi presencia, la rubia hasta volteó un poco dejándome ver sus ojos azules cristalizados— Son un par de tontos los dos, aunque agradezco la amenaza; sirve para mí coartada. Les diría que siguieran jodiendose las neuronas con lo que sea que se están metiendo pero me parece que ya no hay mucho que hacer por ellas.
Salí de mi pobre escondite. Ya no podía seguir ocultandome, no cuando ya tenían la vista fija en mí. Ambos o bueno el pelirrojo sopesó todo y termino mostrando sus dientes una última vez.
Levantó las manos en señal de paz—; Vale, ya ganaste Isaac. Quédate con la puta del pueblo y la chismosa fantasma, Rob y yo nos vamos—palmeó el hombro del chico, se había quedado en silencio viendo a la rubia.
Se dió cuenta de lo que iba a hacer. Debía estarse odiando por dentro.
Siguió a su amigo, y el se despidió diciendo—; ¡No esperes que se quede así!
Pasaron a mi lado viéndome con intensidad, me estaban diciendo sin necesidad de palabras que lo que sea que fueran a hacer, también me afectaría de alguna manera.
Un sollozo, otro sollozo. Y la chica, Angie, estalló en llanto.
Regresé a verla desplomada en el suelo, tenía las manos sosteniéndose y se lamentaba con fervor.
Isaac, se acercó a ayudarla. Pensé que la levantaría o le daría algunas palmadas en la espalda pero se rebajo a su nivel y la abrazó. Ella se desmoronó aún más bajo su toque, una de sus manos arrugó su chaqueta y el solo pudo susurrarle un: Tranquila.
Pasaron varios minutos en que volví a sentirme una intrusa, debían de quererse mucho. No sabía dónde mirar, ellos tenían su propia burbuja y yo parecía querer agarrar una aguja y pinchar la para meterme con ellos.
ESTÁS LEYENDO
Queremos que nos quieras, Jo.
Roman pour AdolescentsJosephine Livingston (llamada Jo para los cercanos) tiene una misión muy importante en sus manos: Graduarse del Instituto Roosevelt y no morir en el intento por una crisis nerviosa. Para eso debe seguir estos sencillos pasos: • No llamar la atención...