Mi girasol brillaba todas las tardes, bailaba alrededor de todo el patio, me abrazaba y decía cosas bonitas; así lo soné un martes 28 de abril.
Recuerdo que me desperté y tenía lágrimas en mis mejillas, seguramente eran lágrimas de felicidad. Mi abuelita hace mucho me había dicho que los girasoles son motivo de felicidad porque son un reflector de todo lo bonito que ocurre allá arriba en el cielo, además son muy bondadosos y compartidos, son los voceros de todas las maravillas de la naturaleza. Y lo había confirmado esa noche con ese magnífico sueño.
Las lágrimas representan el estado emocional más vulnerable del humano, para muchos pueden significar tristeza, pero para los girasoles (y para la naturaleza en general) representan VIDA porque son agua que tarde o temprano tocará sus tierras y las llenará de vida. Alimentaremos con nuestras emociones a todos los campos que actualmente vemos secos.
Me encantaría estar filosofando con mi abuelita acerca de la vida y el mundo, pero ella ya hace tiempo se fue, se convirtió en un girasol muy lindo. Siempre me dijo que uno cuando muere se convierte en aquello que siempre quiso ser, es un tipo de compensación de la existencia por el abrupto cambio de un estado a otro. Ella siempre quiso ser un girasol. Si me lo preguntaras, yo aún no sé en qué quiero convertirme, quizá en un ave.
¿Sabes qué era algo hermoso? Que tenía a mi abuelita muy cerca porque decidió hospedarse en el patio de mi preparatoria. De lunes a viernes podía visitarla en los recesos. Notaba que cuando me acercaba esta giraba su cabeza muy rápido al sol.
Esto solo se lo conté a mis dos únicos y verdaderos amigos. Ellos no son muy creyentes en este tipo de cosas espirituales, pero me oyeron y me comprendieron. Siempre me alientan cuando estoy nostálgico.
Yo veía a mi hermoso girasol algo triste, cabizbajo. Es más, hasta noté pequeñas lágrimas en sus pétalos, agua de lluvia no podía ser porque el día era soleado y las nubes estaban despejadas.
"¿Qué puedo hacer por ti, dulce abuelita? Me parte verte así, no sé qué tienes ni qué te preocupa, puedes decirme, yo encantado de escucharte" le susurraba.
Cuando me encontraba en sueños con ella la miraba a los ojos y podía darme cuenta de sus emociones, estaba triste. Cuando miras a alguien a los ojos en medio de un sueño, su alma se abre y arroja una llave, la llave a sus sentimientos y pensamientos. Pero no debemos aprovecharnos de esto, no debemos obligar a alguien a hablar cuando no está listo porque eso es romper con la intimidad y con el derecho a la libertad. Así que yo no quise hacerlo con mi abuelita, ella no estaba lista para hablar. El silencio y la voluntad de respetan. Pero siempre me preguntaba qué era lo que sentía, pero en sueños mi abuelita no me respondía. ¿Era algo muy grave? Sé que si atentaba directamente contra mí ella ya me lo hubiera dicho, ¿entonces?
Justo cuando creía que finalmente mi abuelita estaba lista para hablarme sobre lo que tenía, el gobierno anuncia receso escolar indefinido por un virus que se esparcía cada vez más rápido. Yo me desconsolé, me derrumbé, no quería dejar a mi abuelita allá sola. ¿Quién la regaría? Siempre de mi botella de agua le regalaba agua. ¿Quién la acariciaría y le acompañaría? Ella había decidido acompañarme en el patio de mi preparatoria, pero ahora yo la había abandonado. Pensé en ir, arrancarla de la tierra y plantarla aquí en mi patio, pero eso era muy peligroso. Pensé en mil formas para traerla a casa, pero todas eran riesgosas.
No pude despedirme correctamente. El viernes le había acariciado los pétalos y me fui pronto, estaba muy preocupado por una materia que posiblemente dejaría en segunda oportunidad, mi mente estaba ocupada, me fui rápido. Pensaba el lunes disculparme y pasar más tiempo con ella, pero no hubo oportunidad.
Pasé días reprochándome a mí y a la vida por esto, hasta que me encontré con mi abuelita nuevamente en un sueño. Esta vez era un girasol multicolor, me acordé de aquellos arcoíris que se forman en las fuentes cuando hay mucho sol. La vi a lo lejos, sonriente. Fui hacia ella y la abracé muy fuerte, le pedí perdón y le dije que volviera. Mi abuelita me contesto:
"No tienes la culpa de esto, el mundo cambia pero a veces no podemos hacer nada. Yo sé que me quieres cerca de ti, y créeme que estaré.
Todo este tiempo estaba triste porque sabía que me quedaba poco tiempo en tu preparatoria, mi plazo estaba venciéndose y no sabía a dónde iba a ir después. Pero, la tierra del patio en sus últimos momentos de vida intercedió por mí ante la vida para poder estar cerca de ti. Ahora me tendrás muy cerca, por siempre. Ninguna dificultad nos podrá alejar.
Te quiero hijo, gracias por tu incondicional amor".
¿A dónde iría? Le quise preguntar pero me desperté de inmediato, eran las 9 de la mañana. Me asomé por la ventana de mi cuarto como siempre, y vi un hermoso girasol nuevo. Antes eran siete, ahora ocho. Era ella, estaba seguro. La reconocí enseguida.
El amor había permitido que la muerte no fuera ningún impedimento para seguir unidos. Porque sea en este plano o en otro, tenemos aún mucho por vivir, aprender, amar y conocer. Y qué bonito que en elementos de la naturaleza nos convirtamos para poder hacerlo. La naturaleza somos todos, somos almas que no huyen lejos, solo nacemos en otras formas.
Entonces descubrí que la muerte no es tan dolorosa como creía, siempre le tuve miedo, siempre creí que era lo peor del mundo (y no dudo que lo sea), sobre todo porque las personas se van de formas horribles y traumáticas, muchas de ellas se van injustamente, en medio del dolor, de la duda, de la impotencia. Pero, pruebas como estas me hacen sentir que no todo es tan catastrófico como parece. Que aún hay fe de reencarnar y seguir cerca de nuestros seres queridos. Aún hay esperanza en un último adiós para quienes se fueron sin poder despedirse, sin poder disculparse o decir: "perdóname, eso horrible que te dije realmente no lo sentía".
Quizá sí nos podremos convertir en lo que siempre anhelamos ser. Quizá nunca nos vayamos de aquí en realidad. Quizá seamos unos pocos los que nos demos cuenta de esto y prestemos atención a nuestro alrededor para ver que es cierto. Afortunadamente tuve la fortuna de ser avisado mediante sueños.
Le tememos a la muerte, pero la enfrentaremos. Quizá lo único que puede consolarnos es pensar que la vida nunca termina, solo se transforma.
- ¡Abuelita, estás aquí, qué regalo tan lindo tenerte!
Corrí hacia ella y le dije. Era el girasol más brillante y destacable de todos.
- ¡Hola, Fabi! Sí, en realidad nadie se va nunca, reencarnamos en hermosos cuerpos naturales aquí. Lo que te conté es real, siempre lo supe y siempre lo creí. No tengamos miedo a marcharnos de improviso, todo lo que tenemos pendiente tarde o temprano podremos hacerlo. Este es un nuevo estado de la vida, uno donde no hay exigencias ni reglas que nos afecten, aquí todo lo que empieza acaba, todo lo que se quiere se tiene y todo lo que debe ser es.
Somos almas perpetuas, inmortales. No hay un final realmente.
Mi abuelita me respondió en un sueño esa misma noche.
Yo aún sigo con dudas acerca de la muerte, es que en realidad sé que es nuestro fin en este plano y desconozco qué me tocará experimentar después. A veces las noticias de otros lugares me hacen llorar, la gente se va de maneras injustas y horribles. Y a mí me da impotencia porque parece ser que no hay piedad cuando de muerte se trata. Pero, tener un girasol reencarnado en mi patio, una prueba viviente de lo que el universo es capaz de regalar, me alienta. Quizá, en realidad no hay finales. Quizá no hay despedidas. Quizá sí somos inmortales.
Pero, como ser vivo, aún temo y dudo. Estoy en la dimensión de la duda y la incredulidad. Una de las múltiples formas de vida.
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La vida no acaba, se convierte en girasoles
SpiritualFabián y su abuelita filosofaban acerca de la vida y lo que ocurría después de morir. Pero tiempo después ella partió, se convirtió en un hermoso girasol. Él, como ser vivo dudoso y temeroso, tiene miedo a la muerte, además tiene una impotencia eno...