RESILIENCIA (Parte 1 Terminada)

Capítulo 8

Año 2107 - Isla Socotra, Yemen.

La resistencia.

DANIELA'S POV

¡Mierda, mierda!

¿Y ahora qué iba a hacer?

El desesperó se apropió de mi cordura como un volcán en erupción fundiendo todo a su paso, arremetiendo con furor contra cualquier lucidez que sostuviera mi sensatez, pues, para este momento, Neuroisis debía ir hacia Lexa, si es que ya no la habían acordonado.

Millones de escenarios se cruzaban por mi mente con velocidad y ninguno de ellos era beneficioso para mi hermana.

—No entiendo qué está ocurriendo contigo— su voz caló hasta mis pensamientos y enfoqué mis ojos de nuevo en su rostro— Daniela, estás asustándome, estás temblando.

Y es que era inevitable detener los movimientos de mi cuerpo agobiado por la angustia, pues, solo hasta que fui enfrentada por la rudeza de la realidad comprendí lo estúpida que había sido, ya que, ni Lexa, ni María José merecían caer bajo las garras de mi enojo, y celos.

Así que, justo ahora desentrañar mis pensamientos se convirtió en una labor imposible, y el peso de la culpa empezó a carcomer mi conciencia.

—¡Maldita sea! — renegué ante la estupidez que había engendrado y recreado desde la sevicia de mi cólera.

—¡Ey!, tranquila... — María José se acercó retirando el vaso de té que aún sujetaba en mis manos— Lo que sea que esté ocurriendo, prometo que tiene solución.

Sus palabras sosegaron sutilmente mi desesperación, permitiéndome esclarecer las únicas dos opciones que tenía; dejar a Lexa a su suerte y esperar la noticia del desenlace, o interceder, e intentar remediar lo que hice, mientras suplicaba internamente que nada malo le ocurriera.

Era claro que ayudar a Lexa me delataría, descubrirían de una u otra manera que esa emboscada fue propiciada por mí. Y aunque quisiera interferir, era demasiado tarde para llegar con un escuadrón de rescate que le hiciera frente a Neuroisis.

—¿Tan malo fue seguir tu consejo? — María José bromeó intentando diluir el desespero que me agobiaba— juro no volver a escuchar tus consejos.

—Tu no entiendes.

—Entonces explícamelo — sonrió en calma.

Llevé una de mis manos al puente de mi nariz sujetándolo con fuerza mientras intentaba hallar una solución. Nada de esto debía ocurrir así... Todo fue un maldito error desde el momento en el que dejé que la venganza direccionara mis decisiones, permitiendo que la rabia cegara mi capacidad de raciocinio, y ejecutará el intento de regresar a María José al infierno del que salió.

Este nunca fue el camino correcto, terminé comportándome peor que Lexa.

—¡Vamos Dani!... confía en mí— volvió a intentar, mientras sujetaba la mano que presionaba mi nariz — Pero, primero debes respirar e intentar calmarte, siento que tendrás un ataque de pánico en cualquier momento... — acarició levemente el dorso de mi mano — Por favor, déjame ayudarte con lo que sea que te está agobiando. Somos hermanas, y debemos cuidarnos entre nosotras, yo te protejo, ¿vale?

Y acertó, María José estaba en lo correcto, pese a las últimas actitudes de Lexa, nada podía justificar mis decisiones, y sobre todo, nada podía borrar que Lexa y María José eran mis hermanas, eran mi familia, y merecían la misma protección que por años Lexa me brindó y que hoy María José me ofrecía.

—Tienes razón—su sonrisa se explayó aún más sobre sus labios—debemos cuidarnos.

Su mano se elevó dubitativamente y se detuvo a centímetros de mi mejilla, mientras sus ojos claros conectaban con la desesperación arraigada en el iris de los míos.