Los siguientes días en el castillo fueron algo extraños. Puesto que nuestro matrimonio no era lo que se dice muy convencional, lo mantuvimos en secreto de todo el personal, por lo que, las noches juntos, continuaron siendo a escondidas. Por supuesto, el embarazo fue ocultado también. Gracias a Dios, Anna no estaba teniendo ninguno de esos molestos síntomas que la mayoría de las mujeres acusan al principio de su estado. Anna aprovechó su buena condición para elaborar un montón de documentos y planificar el nuevo funcionamiento del reino o... bueno, el ¿estado? ¿la república? Como sea. Se dedicó en cuerpo y alma a organizarlo todo bien antes de presentárselo a nadie. Y yo... bueno, me dediqué a asegurarme de que dormía, comía y no se cansaba demasiado.
En cuestión de una semana de arduo trabajo (por su parte), regresamos al bosque encantado para consultarlo todo con Elsa.
—¡Que estás, ¿qué?!
—¡Sven es un espíritu! ¡Qué calladito se lo tenía el granuja!
—Que Sven... oh, bueno, eso explica muchas cosas. ¡Que estás ¿qué?!
—¡Eh! ¡Lo de Sven es más raro!
—Anna, no estáis casados.
—Ya, hablando de eso...
Anna me miró de reojo mordiéndose el labio inferior sin saber cómo soltarle todo lo que teníamos que contar a su hermana.
—¿Anna?
—Es posible que los trolls nos hayan casado hace unos días.
—¿Posible?
—No, sí, seguro.
—¡Anna! ¡Y, ¿tú se lo has consentido?! —exclamó Elsa dirigiéndose a mí entonces.
—Ehm... bueno. Me pareció buena idea ya que llevaba a mi hijo en su vientre y eso.
Esperé el estufido de mi extraoficial cuñada con los ojos entrecerrados, pero, en lugar de eso, respiró hondo y se procuró relajarse bajo la apacible mano que Yelena mantenía en su hombro.
—No querría importunaros en un momento tan... delicado —dijo entonces la Northuldra—, pero no acabo de entender por qué queríais que fuese parte de esta conversación.
—Ya... lo cierto es que tenemos una noticia más —contestó Anna con una sonrisa entre dientes.
—¿Además del bebé y la boda ya resueltos? —preguntó Elsa quedándose sin aliento ante la divertida mirada de Yelena.
—Eso me temo.
—Está bien. Suéltalo.
—Como te imaginarás, lo de Sven lo sabemos gracias al Ahtohallan.
—Sí... Recuerdo que volvisteis realmente extraños cuando lo visitasteis.
—El glaciar nos dejó ver cómo Sven nació para cuidar de Kristoff cuando sus padres murieron. Fue invocado por su madre de algún modo.
—¿Su madre invocó a un espíritu? —preguntó Yelena evidentemente asombrada.
—Así es. Bueno, en realidad le rogó al bosque y el espíritu apareció y eso.
—Qué hermoso vínculo con la naturaleza.
—El propio de un Northuldra —dejó caer Anna comenzando a temblar.
Pasé mi brazo sobre su hombro y tomé la palabra.
—Mi madre también era Northuldra.
—¿Qué? —dijeron las dos a coro.
ESTÁS LEYENDO
Las cosas que importan
RomanceAnna y Kristoff viajan al Ahtohallan en busca de respuestas, pero encontrarán respuestas que no esperaban. Descarga de responsabilidad: no poseo nada más que mi propia vida.