Hoy comienza mi primer día de instituto y un nudo crece dentro de mi robando todas mis fuerzas, he luchado por olvidar todo lo ocurrido, pero no es tan fácil, aún hay marcas en mi mente y es difícil eliminarlas. Mis padres no saben como tratar conmigo y evitan cualquier contacto que pueda acabar llegando al tema. No quiero hablar con ningún psicólogo más, quiero a mi familia apoyándome, no quiero que me juzguen o me tengan lastima, sólo pido un abrazo y que me digan "todo a pasado" "no volverán a lastimarte, estas en casa al fin" pero no es así y pretenden que siga como sí nada hubiese ocurrido, pero ocurrió y debemos afrontarlo de cara a cara. Son unos cobardes dejándome a mi sola ante mis miedos. Si mis padres creen que por trasladarnos a otra ciudad y cambiarme de instituto sería bueno para mi, para que fuera a mejor, la llevaban clara. Conocer gente no era fácil para mi, y no quería que supieran sobre mi pasado, que me criticaran o me tuvieran lastima, lo odiaba.
- Lauren, baja tienes que ir a clases - gritó mi madre desde el piso de abajo.
- ya voy - grite de vuelta, me gire hacia mi espejo para comprobar mi vestimenta por última vez. Mi rostro estaba pálido, demasiado. Realmente estaba asustada.
- Cariño date prisa - dijo mi padre haciendo ruido con las llaves del coche.
Media hora más tarde me encontraba ante pasas grandes puertas del instituto, los alumnos salían y entraban buscando a sus amigos para hablar de las vacaciones, contar sus miles de aventuras vividas. Suspirando por última vez me adentre en el instituto, debía buscar primero la dirección para recoger mi horario y la llave de la taquilla.- ¿eres nueva? - dijo una voz chillona a mi espalda.
- sí ¿y tú eres? - me gire encontrando a un chica alta, rubia y ojos azules. La típica zo*rra.
- mi nombre es Shelsea y soy la capitanía de las animadoras este año ¿Y tú? - sonrió con autosuficiencia.
- Lauren - me gire para seguir mi camino, pero me siguió. Acababa de llegar y todo era una pesadilla.
- podrías apuntarte para entrar en las animadoras - sugirió saludando a todo el mundo.
L- no quiero ser una de esos chihuahuas que te siguen como un par de tontas. Adiós - avancé más rápido por el pasillo.
- no sabes con quién estas hablando - dijo con veneno en la voz.
L- ¿me importa? - salí de allí rápidamente.
El cartel de dirección apareció en mi vista, por fin. Sólo quería que esto acabara, esto no me gustaba. Los rumores de quién era, de donde venía, por qué he acabado aquí correrían pronto por los pasillos, esas cosas siempre son iguales, sobretodo cuando se trata de un pueblo pequeño.- Hola, mi nombre es Lauren Jauregui - salude a la secretaría - venía por mi horario y la llave de mi taquilla.
- Oh sí, la estábamos esperando. El director quiere hablar contigo antes de que entres a clases - dijo sin levantar la mirada de los papeles en la mesa - entra y cuando salgas te doy tu horario, cielo - me sonrió señalando la puerta a mi derecha.
L- gracias - le sonreí amablemente avanzando hasta la puerta.¿Y sí es que mi psicólogo ha hablado con el director sobre mi? ¿o mis padres?
Realmente no quiero esto, no lo quiero.L - ¿se puede? - asome la cabeza tímidamente dentro.
- sí, adelante - dijo un señor se cabellera blanca desde su asiento de terciopelo rojo - ¿usted es Lauren Jauregui?
L- sí, señor - asentí sentándome en un asiento frente al escritorio.
- he hablado con sus padres y me contaron lo sucedido - sus ojos reflejaban lastima. No quería su lastima, eso no me ayudaba en nada - quiero informarte acerca de nuestro psicólogo estudiantil. Puedes acudir a él cuando lo necesites.
L- no necesito de ningún psicólogo y tampoco necesito la lastima de nadie. Sí me disculpa me voy a clases - me levanté rápidamente para salir de ahí.¿Qué demonios le pasa a la gente? No estoy loca. Recogí el horario y la llave para salir a los desiertos pasillos, no pensaba entrar a la primera clase, sólo había empezado hace diez minutos pero no estaba de ánimos. Encontré mi taquilla, la número 72 y me dejé caer delante apoyando mi espalda. Un nudo creció en mi garganta, más grande que el de está mañana, mi respiración parecía faltar y mi corazón martilleaba el pecho con fuerza, los nervios cosquilleaban en mi piel y mis ojos ardían por las ganas tan terribles que tenía de llorar. El estruendo de las puertas de cristal al cerrarse me hicieron saltar de un susto. Levanté mi cabeza encontrando a una chica alta de ojos miel y pelo claro, llevaba unos vaqueros caídos y una camisa blanca desarreglada. Al parecer no era la única que le gustaba saltarse las clases. Sus ojos miel encontraron los míos esmeralda. Una sonrisa burlona se escapó de sus labios y sin darme cuenta ya estaba parado delante de mí.