[ treinta y nueve ]

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Ella me miró fijo a los ojos, sin decir absolutamente nada por unos segundos. Yo estaba por decir algo...

-No, yo no tengo nada que pensar- me dijo- No quiero nada contigo...

-¡Eres una necia!- le dije nervioso- ¡Ni porque el chico más sincero y bueno del mundo te lo dice te lo dice quieres entender!

-¿Y tú? ¿Acaso lo pensarías? No Jughead, ¡No seas cínico! A la primera chica que pase frente a ti, te irás corriendo detrás de ella.

-Tal vez tengas razón y no haya nada que pensar. Teniendo en cuenta lo poco que me conoces para decir una cosa así- le dije algo molesto- Me ofendes.

-¿Acaso no es así? No me vengas con que te afecta eso ahora, porque no es verdad. Estoy completamente segura de que tienes una lista más larga que la de un hospital público de las mujeres con las que has salido- dijo enojada.

-¡Pero tú no eres una más de ellas!- le dije nervioso.

-¡¿No lo soy?! ¡¿Y qué soy entonces?- me preguntó con el mismo tono que yo utilicé.
La miré fijo, tratando de encontrar las palabras adecuadas. Pero tampoco exponerme tanto y decir una sarta de idioteces.

-Tú... tú eres lo mejor que he tenido logré decir después de un largo rato de silencio.
Entonces vi cómo sus ojos cambiaban esa forma acusadora, para mostrarme desconcierto y miedo. Ella no quería escuchar eso... no esperaba escuchar eso.

-¿Otro de tus discursos de convencimiento?- pregunto y dio media vuelta para comenzar a caminar- Con Donna o cualquier otra estúpida puede funcionar Jughead, pero conmigo no- dijo sin dejar de caminar hacia su auto.
¡Diablos, ella es una testaruda! ¡No quiere entenderlo, no quiere aceptarlo!
Digamos que yo tampoco, ¿verdad? Pero aún así, cuando logró decirle algo que me sale del corazón, no me cree. No quiere creerme.

-¡No es un discurso! ¡Es una afirmación!- le dije fuerte ya que se estaba subiendo al auto. Prendió marcha y salió rápidamente de ahí. Solté un cansado suspiro y me subí a mi moto- Tu siempre vas a estar conmigo ¿Verdad Betty? Eres la única mujer en mi vida que nunca me ha pedido nada... y a ti sí puedo decirte que te amo Betty.
La prendí y comencé a manejar hacia mi casa. Me puse a pensar un poco en como estuvieron las cosas en general. Y bueno, no todo salió mal. Por lo menos Pea comprendió que no podía hacer nada con Elizabeth, pues ella es mía
¿Es mía? ¿Acaso puedo utilizar ese término?
Sí, claro que puedo usarlo. Porque aunque lo niegue, aunque no lo acepte, aunque quiera huir y esconderse, ella sabe que es mía.
Y ahora que Sweet Pea se hizo a un lado, ya puedo estar tranquilo. En realidad no puedo estar muy tranquilo. Porque en cualquier momento puede salir el psicópata de Bret al ataque y querer hacerme algo a mi Betts.
Ay Elizabeth, va a ser tan complicado hacerte entender que no eres como las demás. Hasta para mi es complicado entender. Pero creo que poco a poco me doy cuenta que es así. Pero quizás no lo sea, ¿Y si quizás estoy confundido?
Tal vez lo que me pasa con Betty es pasajero. Yo no quiero lastimarla, ella no se lo merece. Es una buena chica... es una chica inteligente, hermosa, simpática, dulce. Tiene una mirada que logra dejarte hecho un estúpido. Y esa forma tan excitante y al mismo tiempo relajante de besar... que juro que podría estar horas y horas simplemente besándola. Pero ya, ya, ya no voy a seguir pensando en esas cosas. No tienen sentido.
Llegué a casa y cuando entré mi celular comenzó a sonar. Lo tomé y miré la pantalla. Número privado, que extraño. Fruncí el ceño y decidí contestar.

-¿Hola?- dije al atender. No obtuve ninguna respuesta -Hola ¿Quién habla?- nadie contestó. Volvi a mirar la pantalla, la llamada aún estaba- Betty ¿Eres tú cariño? ¿No quieres hablarme?- entonces la llamada se cortó. Miré la pantalla y si se había finalizado.
No, esa no había sido Betty. Ella sería incapaz de llamarme. Pero, ¿Quién pudo ser?
¿Mi padre? No lo creo.
¿Donna? Puede ser.
Pero de seguro fue una de esas locas que están atrás mío y llamó solo para escuchar mi masculina e irresistible voz.
El fin de semana pasó rápidamente, ya que solo me quedaba por disfrutar el Domingo. Ese día me quedé en casa todo el día cocinando con Rose. Y como siempre que ella tenía oportunidad, lograba preguntarme por Betty. Yo no sé porque será, pero no entiendo porque la quiere tanto. Aunque esa pequeña caja de mentiras es fácil de querer.
Apresuré un poco mi paso para llegar más rápido al despacho del rector.

Peligrosa Obsesión| Bughead Donde viven las historias. Descúbrelo ahora