Parte 7

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En la mañana siguiente me desperté por el insistente golpe en la puerta. Me levanté en seco, pero al seguir esposada lo único que hice fue lastimarme la muñeca.

Miré a mi lado, pero Tom no estaba allí, así que supuse que estaba en el baño, lo cuál confirmé momentos después cuando oí la ducha.

Volvieron a tocar, pero ésta vez se escuchó que abrieron la puerta.

—Buenos días. Servicio — la mujer entró muy precavida.

—Oh, cielos, gracias.

Esperé a que entrara más hacia el cuarto y me viera. Y así mismo lo hizo.

—Hola — saludé.

También le sonreí amablemente, ella intentó hacer lo mismo, pero su expresión al verme fue de total incomodidad.

—Probablemente se esté preguntando por qué estoy esposada a la cama.

—Acabo de salir de una habitación donde un hombre estaba en una bañera llena de mayonesa con un collar de perro.

—Oh, cada uno tiene sus gustos — sonreí intentando mejorar la situación.

—Si, bueno, no eres tú la que tiene que limpiar la bañera.

—Ese es un muy buen punto. Tiene toda la razón.

Nos quedamos en un silencio incómodo un par de segundos.

—Voy a volver más tarde.

—No, por favor, espere — volvió a girarse a mi — ¿Le importaría pasarme ese bolso grande de allí, por favor? 

La mujer me largó el bolso de Tom muy amablemente y luego salió de la habitación. Para mi mala suerte no había llaves, ni arma, sólo una máquina de choques eléctricos envuelto en su ropa.

La tomé, la escondí debajo de mi falda e intenté poner el bolso de nuevo en su sitio. Lo lancé, pero este cayó al suelo haciendo un pequeño estruendo.

Ruido que Tom escuchó porque salió del baño enseguida, por lo que volví a recostarme en la cama, pretendiendo que nada había ocurrido.

—¿Qué fue eso? — salió del baño sólo con una toalla en su cintura y el cabello a  medio secar.

—¿Qué? ¿Que fue qué? — mire hacia otro lado intentando no hacer contacto visual con él.


—Eso — y señaló el bolso en el suelo mirándome con el ceño fruncido.

Me encogí de hombros y me senté en la cama. Esperando que fuera obvio que no pude haberme movido.

—Escucha, tengo que ir al baño,  ¿Puedes...? — señalé las esposas — Por favor — caminó entonces hacia la mesa de la sala y tomó las llaves.

—¿Cómo dormiste? — pregunté.

—Mejor que tú.

—Imbécil.

Una vez me liberó, me paré de la cama y me fui de inmediato al baño, casi con mucha prisa.

El Cazarrecompensas (Tom Holland y tú) [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora