- XVIII -

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Dieciochoavo Recuerdo

Desde hace rato, eran los únicos en Federal, aun sentados en aquella escalera abrazados. Los agentes después de informar a los médicos para que recogieran los cuerpos de la mafia, los escoltaron al hospital. La Cosa Nostra se desintegró aquella noche, con solamente el Jefe en perpetua, y el resto en la fosa común. Era de noche, el cielo estaba completamente despejado, siendo iluminado por la hermosa luna llena que había.

Volkov desde hace rato había sentido la respiración acompasada del menor en su pecho, que le daba a entender que probablemente estaba dormido. Suspiró cansado, pero con una sonrisa en su rostro, pensando que probablemente había pasado todos estos días en su oficina completando los informes sin descansar ni mucho menos guardar reposo. Agachó su cabeza para aspirar el aroma que desprendía la cresta del contrario, relajándole. Tomó aire y comenzó a mover al chico para despertarlo.

— Horacio — llamó sin obtener respuesta —, Horacio — repitió sintiendo como el menor se removía —, Horacio.

El chico con cresta murmuró algo ininteligible y se acurrucó a un más en su pecho apretando levemente su agarre por la cintura, provocándole otro suspiro cansado al mayor, que siguió llamándolo hasta conseguir que abriera sus hermosos ojos.

— ¿Qué pasa? — preguntó ahogando un bostezo y tallándose sus ojos.

— Se ha quedado dormido — mordió su labio ante la ternura del otro.

— Joder.

— Le llevo a su casa.

— Volkov — llamó con la mirada perdida.

— ¿Si?

— ¿Podemos ir a tomarnos ese Vodka? Creo que lo necesito — murmuró bajito desviando la vista avergonzado.

Pero el ruso escuchó cada una de sus palabras — A-aun debería cuidarse...su herida...

— Por favor — pidió viéndole directamente a los ojos con un puchero empezando a formarse en sus labios.


Había pasado primero por el Gabriela's a comprar algo de comer para no tomar alcohol con el estómago vacío, compró unos sándwiches y algunas ensaladas de frutas, pasándoselas al menor que le esperaba dentro del coche. El menor tomó la bolsa con la comida y comenzó a rebuscar en ella, tomando un sándwich para comenzar a comerlo, pues no había comido nada desde la mañana. El ruso encendió el coche y se dirigió a su hogar, con el menor viendo distraídamente por la ventana masticando felizmente el sándwich, como si nunca hubiera comido uno.

— ¿Ya no vive en aquel departamento? — preguntó el menor nada más llegar al garaje de aquella casa.

— No, hace años decidí mudarme a esta casa.

— Oh... es bonita.

El comisario tomó la bolsa con el resto de comida y salió del coche, ayudando al menor a salir de este, y dejando que se apoyara en él, porque la muleta se había perdido al dejársela a un agente cuando el mismo Horacio se la había dejado a él. Dejó al menor sentado en su sofá colocando la bolsa de comida en la mesa de café, y después se dirigió a su cocina en busca de lo que a ambos les interesaba en ese momento. Tomó dos vasos y la botella de Vodka con las grandes letras impresas en el vidrio de su marca favorita, Beluga.

Se dirigió con ambas cosas al sofá con el menor, el cual había vaciado el contenido de la bolsa colocando cada cosa acomodada en la mesa.

— ¿Se encuentra mejor? — preguntó Volkov.

— Si — respondió con su mirada en la fruta frente a él.

— Entonces coma bien, porque sé que usted no muy resistente al alcohol — soltó entre risas intentando aligerar el ambiente, y consiguiéndolo al ver la sonrisa que comenzaba a formarse en el menor.

— ¡Pero si eso fue hace años! — se defendió — Ahora lo soporto mejor.

Mentira.

Ahora Volkov se encontraba recargado completamente en el sofá, con una pierna sobre la otra, su brazo izquierdo descansando en el respaldo del mueble y en su mano derecha el vaso posado sobre sus labios con el líquido a la mitad, mientras miraba al federal caminar cojeando en círculos frente a él hablando. La verdad era que el ruso no le estaba poniendo ni la mínima atención a su historia desde que había comenzado a hablar de España y el Money Making, simplemente estaba tomando su Vodka tranquilamente observando al moreno embobado.

Por otra parte, el menor, sentía todo lejano y borroso, así como el piso moviéndose solo a sus pies, pero estaba tan ofuscado en contarle aquella historia al comisario que lo ignoraba. Cuando sintió una leve punzada en su muslo, decidió que era hora de sentarse.

Se dejó caer a un lado del ruso, casi rozando sus cuerpos, bajo el brazo que reposaba sobre el sofá, mientras tomaba su vaso vacío y lo rellenaba de nuevo de aquella bebida.

— Horacio, ya ha tomado mucho no debería...

— Shh...N-no grites...V-Volkov te va a escuchar —soltó ignorando al otro y sirviéndose de nuevo.

Se lo empinó tragándoselo todo, para después formar una mueca al sentir su garganta arder.

— ¡Joder! — gritó.

Iba a pararse de nuevo, pero la mano del contrario sobre su pierna se lo impidió — Debería ir a descansar Horacio.

— Pero si la noche apenas va empezando— formó un puchero, para luego convertirlo en una sonrisa pícara —. Además, aun no recibo mi beso de buenas noches.

Esto paralizó al ruso, y más aún al ver como el menor se acercaba con sus labios alzados esperando el beso. Carraspeó nervioso llevando su propio vaso a su boca. Provocando que el menor chistara enojado. Cuando creyó que el chico se había calmado dejó su vaso en la mesa. Iba a levantarse, pero el menor fue más rápido que él, y se colocó sobre su regazo, apresándolo con sus piernas. Su pobre corazón comenzó a latir furiosamente, sintiendo como su sangre ascendía a sus mejillas.

Tragó saliva dificultosamente al ver al moreno con el rostro sonrojado, labios entreabiertos y sus ojos brillando. Así como su trasero removiéndose imperceptiblemente sobre aquella zona.

— Mi beso — demandó.

— Horacio no...

Intentó desviar su vista, pero la imagen del menor sobre él no ayudaba, aumentando el calor interior en su cuerpo. Suspiró y comenzó a subir sus manos por sus muslos, apretando levemente en algunas ocasiones y cuidando de no tocar la herida, provocándole jadeos suaves al menor. Lo atrajo de la cintura apegándolo a su cuerpo para después mirar intensamente al de ojos bicolores, el cual tenía su mano izquierda en su nuca acariciando sus raíces y su mano derecha descendiendo por su cuello, con el objetivo de deshacerse de los molestos botones de su camisa. El menor comenzó a acercarse a los labios del ruso, mientras sentía el agarre aumentar en su cintura, cerró sus ojos cuando sintió el aliento a Vodka del contrario chocar con su rostro, y finalmente cuando sus labios chocaron con el contrario, se alejó confundido, topándose con los ojos grises del contrario viéndolo. Bajando su vista a la mano enguantada del contrario que le cubría sus labios.

— ¿Qué? — soltó.

— Lo lamento Horacio, pero — desvió su vista apenado y retirando su mano —, no voy a besarle mientras usted este bajo los efectos del alcohol, quiero que lo recuerde.

El menor abrió los ojos sorprendido, para luego soltar una risa y acurrucarse en su pecho blanquecino que se encontraba descubierto por los botones que había conseguido retirar, pasando sus brazos por su cuello.

— De acuerdo

Sintió como el cuerpo tenso del contrario se relajaba con eso y después sus manos acariciando su espalda. No haber dormido bien estos últimos días, ni descansar, más lo último ocurrido con La Cosa Nostra y el alcohol en su cuerpo, le hicieron sentir adormecido de repente. Sumándole el calor del cuerpo contrario, junto con su aroma que era más intenso en esa zona donde estaba acurrucado y las suaves caricias en su espalda, fueron suficientes para quedarse dormido profundamente.

〖 Don't say it again 〗- VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora