"¿Qué era esto, un video, un sueño?"No lo sabía. No tenía idea de qué era aquella imagen tan extraña que mis ojos equipan.
Simplemente no me convencía de ser real. Quizás me rehúso a empezar a creerlo, quizás... nada.
Ella se encontraba sobre mi cuerpo, moviéndose con una pasión tan indescriptible que incluso tengo celos si intento contarlo. Su cabello estaba húmedo por el sudor, sus labios despedían jadeos, donde fue explícita al decirme que me amaba. Los lienzos eróticos del siglo XIX no tenían comparación a lo que estaba sucediéndonos; sin embargo, yo no creía los "te amo", aunque la adrenalina corría por mi torrente sanguíneo, terminando por escuchar mis latidos retumbando en mis frágiles oídos, no sentía que aquellas dos palabras limpiaban la angustia de mí. Lo intentó tanto, pero no bajé la guardia y esta enloqueció un poquito más desde que me aferré a su cuello con mis brazos.
No hubieron toques bruscos, pues temía que la burbuja que construimos se rompiese.
Sus dientes chocaban con mis dientes, conmigo no pudiendo evitar recordar lo que dijo antes de besarme:
"—Deseo que me ames, por última vez, en esta noche. Destrózame el alma si es necesario. Deja una huella que sea imposible de borrar. Haz que no te olvide."
Una despedida un tanto agridulce para nosotras fue aquel encuentro. Me supo más agrio que dulce, si me lo preguntan. Tuve la sensación de que ella no volvería al momento de vestirse y cruzar la puerta, por eso la besé con tantas ganas hasta que mi boca doliese, hasta que mi saliva ya no fuese mía y se llevase lo que le pertenecía: el amor interminable que suple la simplicidad del interior de mi boca.
Mientras las velas se consumían, mientras los zapatos estaban en algún lugar cerca de la puerta, pensé que quería de igual forma su huella en mí, yo también quería... no... necesitaba amarla esa noche, pues al amanecer, cuando pienso que las agujas del reloj lastimaron más que nunca mi espalda al ella marcharse, tendría solo el recuerdo de habernos amado entre la discreción de cuatro paredes, porque nunca será mía de nuevo.
No me dio detalles de su boda, ni con quién entrelazaría su vida, sólo apareció una tarde en mi casa, diciéndome que había cometido el peor error de su vida, que no existía la manera de enmendarlo. Mencionó que pararía de ser libre en dos meses, entonces la abracé. Lloramos juntas en el suelo de mi habitación, en un vago intento de recostarnos sobre la cama que ya tenía su figura marcada y su aroma ya formaba parte. Sollozamos juntas, nos lamentamos juntas, dormimos tan cerca como nos pudimos permitir. Cuando desperté, ella ya no estaba: había huido y desde ese día dejé de verla por mucho tiempo. Intenté llamarla, pero rechazó cada una de mis llamadas, de mis intentos por desear verla. Me dio una mirada tan triste cuando decidió volver. La expresión en su rostro no hizo nada más que abrumarme.
Pensé que esto volvía a suceder. Por supuesto, mi suposición no fue equívoca.
Reconoció el tiempo que habíamos desperdiciado y me dio la noticia de que en dos días ella dejaría de ser libre; no la abracé, volvimos a llorar juntas, a la vez distantes. Quise gritarle, pero el agotamiento entumeció los reclamos, me impedía soltar siquiera un mínimo reproche. Después de todo, no la haría cambiar de opinión. Sería una tonta si creía que podía retroceder al pasado.
Entonces, ¿cómo lo haces? ¿Cómo cesas la hambruna de cariño cuando, de repente, tienes que tragar la noticia de que el ayuno obligatorio a ello es permanente? ¿Cómo sobrevives cuando te piden que, por favor, por amor a quien sea que exista arriba, te enfrentes a la vida sin ellos, sabiendo que la incertidumbre es la constante de nuestro existir?
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Imaginas| Marcetty | Yo Soy Betty, La Fea
Fiksi PenggemarRelatos inspirados en el ship Marcetty. Advertencia: algunos de los personajes que se mencionan no prestan entera fidelidad a lo que son en la telenovela colombiana "Yo Soy Betty, La Fea". Mismos personajes no son de mi autoría, sino de Fernando Ga...