๑ Pequeño Zhan ๑

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Zhan llegó a su vida cuando más lo necesitaba, sin saberlo siquiera. Llegó para poner su mundo de cabeza y hacerlo aprender a ser lo que el muchacho necesitaba, sin pedírselo siquiera. Y le enseño, a su dulce manera, a ser un mejor hombre. Sin necesitarlo siquiera.

Las cosas en la clínica iban de maravilla. Yibo tenía ya su reputación hecha a base de su siempre gentil presencia y las pequeñas y privilegiadas manos que le dieron el estatus de médico cirujano que posee actualmente. Aunado a su personalidad cálida, don de liderazgo y muchas ganas de ayudar y seguir aprendiendo, el doctor Wang Yibo era un reconocido rostro en el mundo de la ciencia y uno muy querido entre sus colegas y pacientes, como la señora Qin que cada navidad enviaba una lata de galletas desde que una intervención exitosa en manos de Wang salvó la vida de su esposo.

Se podría decir que la llegada de los nuevos rostros fue en el mejor momento de la clínica, ese en el que Wang atendía más de doce cirugías a la semana todas con éxito. Los estudiantes recién salido del horno, llenos de esperanza y aspiraciones al futuro, entraron por la puerta de la clínica Huoshen un lunes soleado, con grandes sonrisas y muchas ganas de comenzar su nuevo empleo... Exepto uno.

Y llamó la atención del cirujano tan pronto como entró por l puerta de la oficina del director, llevando mal puesto el uniforme azul y el palito de una paleta entre los labios.

Zhan era muchas cosas, entre las que se destacan una persona que definitivamente no es de mañanas, un chico con mucho que decir pero muy pocas personas para escucharlo, un joven de sonrisa escondida y tímida y dueño de un perrito que adoptó para sobrellevar un periodo de suma tristeza en su vida. En la clínica siempre apoyaba en lo que le fuese o no solicitado, con indulgencia y amabilidad al sonreírle a los pequeños de oncología al terminar sus sesiones de quimioterapia, para después asegurarse de que se fueran tan tranquilos les era posible de vuelta a casa. Atendió un parto de gemelos y sujetó bien fuerte la mano de la futura madre, apoyándola hasta el último momento, para después saber lleno de júbilo que uno de los bebés llevaría su nombre.

Sin embargo Zhan, a diferencia de sus compañeros enfermeros recién llegados, aún no elegía un área en especial. Y eso le causaba demasiado conflicto interno pasados los primeros seis meses del años. Al principio consideró pediatría, pero su paso por oncología lo hizo encariñarse con los chiquitines ahí y ni qué decir de lo mucho que le gustó apoyar en maternidad y ver todas esas madres orgullosas y felices recibir a su recién nacido en brazos, haciendo que absolutamente todo lo que pasaron valiera la pena. No era muy afecto al laboratorio, porque manejaba bastante mal llevar entre las manos tubos con sangre tibia y ese detalle le era motivo de burla entre sus familiares, porque un enfermero con asco a la sangre era inconcebible. Le gustaba trabajar con mujeres y niños, más que otra cosa, porque eran cálidos y podía ser él mismo frente a ellos.

La primera vez que el joven trabajó con Wang fue para una cirugía de hernia a un hombre mayor que llegó de urgencia. La guardia de ese día era escasa y el chico tuvo que tragar bien hondo antes de subirse el cubre bocas y entrar a cirugía, dispuesto a dar todo de sí para ser de ayuda y no manchar el nombre del reconocido médico cometiendo algún error estúpido.

Todo fue de maravilla y el hombre se recuperó bajo el ala atenta de Zhan, quien recibió un fuerte abrazo de la hija mayor del paciente y una paleta de su nieto, todo a ojos del cirujano quien sonreía sutilmente, orgulloso, desde el marco de la puerta de la habitación. Cuidados intensivos era un lugar estresante la mayoría del tiempo, silenciosa a veces y con un aura muy pesada al rededor de las camas, pero de alguna forma el enfermero logró que, de a poco, fuese más fácil de sobrellevar estar ahí dentro. Era glorioso para todos los involucrados en los casos dar el alta a un paciente, pero nunca nadie se sintió más pleno que Zhan, quien despedía con una sonrisa a todos, jugando siempre la broma de "¡Espero no verle nunca más!" que hacía sonreír a quienes se despedían.

Pequeño Zhan °┇𝐎.𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora