Estrés (Parte II)

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Los nervios estaban a flor de piel

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Los nervios estaban a flor de piel. La reunión del lunes por la mañana fue motivadora para todo el equipo, aunque estresante a la vez. Debían hacer el trabajo de semanas en a penas cuatro días, pero todos se comprometieron a implicarse con el desfile. Todos menos Dana, por supuesto, que ni siquiera se presentó.

Claire ordenó al departamento de Recursos Humanos que le hicieran llegar una carta de despido y ella, por segunda y última vez, le envió un correo para decirle que tenía las puertas de su despacho abiertas por si quería que aclarasen algo antes de su marcha.

La campaña de las redes sociales tuvo mucho éxito. La presentación del desfile como algo exclusivo y enigmático pareció gustar. Además, la experiencia y los contactos de Lucy ayudaron a que la campaña se hiciese viral pocas horas después de ser publicada el mediodía de aquel mismo lunes.

El equipo de Claire se dividió en subgrupos que se encargarían de los distintos aspectos del evento, pero confiaba en el trabajo que iban a realizar. Ella supervisaba y trabajaba con cada uno de ellos, sintiendo cómo aquella estresante experiencia estaba sirviendo también para unir a los trabajadores, remando en una misma dirección.

En cuanto salió aquella tarde de la oficina, se dirigió hacia la galería de Amy. Había podido hablar con ella a la hora de comer y, emocionada, la había invitado a pasarse aquella tarde para ver el espacio y poder ayudarla en lo que fuese.

La galería estaba en pleno centro del barrio de Southbank, así que no le quedaba lejos ni de casa ni del trabajo. Cuando llegó, apurada por el ritmo frenético de la jornada, vio que la entrada era amplia y estaba en la esquina de una plaza, lo que facilitaba poder hacer una buena recepción con la prensa.

El edificio era moderno y parecía amplio. Además, las flamantes cristaleras le daban un aspecto elegante y minimalista que encajaba a la perfección con el tipo de moda que allí iba a presentarse.

Cuando bajó la mirada para dirigirse de nuevo hacia la entrada, vio a Evan apoyado en la fachada, muy cerca de la puerta. Él parecía no haberse percatado de su presencia, y se dio cuenta de que estaba fumándose un cigarrillo. De adolescente había fumado, pero pensaba que lo había dejado ya hacía años.

Se le veía nervioso, pues su pie no paraba de repiquetear contra el suelo. Claire se acercó con determinación. Él solo la vio cuando a penas le quedaban un par de pasos para llegar a él, quedándose paralizado cuando la joven le quitó el cigarrillo de la mano para acercarlo a sus labios, darle una calada y luego tirarlo al suelo para pisarlo con el tacón, algo que a él le pareció exageradamente sexy.

—No sabía que volvías a fumar —comentó ella como todo saludo, expulsando el humo de sus pulmones.

—Y no lo hago. Solo he tenido un mal día —le explicó—. Tampoco sabía que tú lo hacías.

—Porque no fumo. El estrés —se encogió de hombros. El rostro de Evan se veía compungido y la arruga que se marcaba en el centro de la frente le hacía verse preocupado. Además, parecía estar rehuyendo su mirada—. ¿Ha pasado algo?

Siete vueltas al solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora