Capítulo 9: Estación 9¾ y recuerdos

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1 de septiembre del año 1993
Estación King's Cross, Londres, Inglaterra

Estaba esperando el tren con Harry cuando llegaron la familia Weasley y él se fue a hablar con ellos.

Harry parecía feliz estando con ellos y sentí una punzada en el corazón.
Cada vez que veía a algún niño feliz con su familia y amigos, directamente pensaba en Cadmus y en cómo sería todo si él estuviera vivo, cómo sería todo si Tom y yo hubiéramos tenido una vida normal pero eso no pasaría nunca. Podía fantasear pero al fin y al cabo, eso no sería posible.

Salí de mis pensamientos cuando el tren llegó a la estación, el famoso Expreso de Hogwarts en la estación 9¾. Nunca me gustó el diseño del tren, cuando lo vi por primera vez de pequeña cuando acompañaba a Orión, pensé que era horroroso. Ahora ya no me lo parece tanto pero estaba casi segura de que éste se llevaba utilizando desde hace muchos años. Estaba todo oxidado y no podía pensar en una razón por la que nadie lo había reparado o sustituido por otro tren.

Estaba segura de que el Expreso de Hogwarts se usaba desde que se inventaron los trenes en el año 1804 y me pregunté cómo llevaban a los niños a Hogwarts antes de la invención del tren.

No me preocupé por Harry ya que él estaba con los Weasley y Granger así que subí sola al tren con mi baúl. A lo lejos vi a los Malfoy pero no me apetecía hablar con ellos. Sé que mi reacción fue muy brusca cuando Cissy me hizo esa pregunta pero no estaba preparada para más preguntas.

No era normal que un profesor o profesora fuera al castillo con el tren en vez de aparecerse ahí el día anterior pero no quería dejar a Harry y además, también quería ir en el famoso Expreso de Hogwarts y disfrutar tranquilamente de las vistas.

Caminé por el tren hacia el último compartimento del último vagón, me senté, dejé mi baúl a mi lado, cerré la puerta y permití relajarme por un momento.

Puse el codo derecho encima del baúl y apoyé la barbilla en la mano para ver por la ventana.

El tren se puso en marcha hace unos minutos. Ahora estábamos entrando en un túnel así que saqué un libro cualquiera de mi baúl y me puse a leer.

Me fijé en la portada. Había cogido un libro titulado Wuthering Heights (Cumbres Borrascosas) de Emily Brönte, una de mis novelas favoritas.

Fue un libro que me recomendó Tom la primera vez que nos conocimos en una de esas fiestas que daban mi familia en Yule donde invitaban a todas la familias sangre puras que conocían y por conocer.

No me importaba ir a esas fiestas aunque prefería quedarme en mi habitación. Lo único bueno que podía sacar de asistir a fiestas y bailes era que así podía enterarme de los secretos y los puntos débiles de los invitados con tan solo hablar con ellos.

Recuerdo como si fuera ayer aquella noche del 28 de diciembre del año 1933.
Como todos los inviernos en una de las grandes ciudades en donde vivíamos en Francia, hacía un frío que pelaba.

La música sonaba por todo el salón gracias a un hechizo. Era mi medio hermano Orion el que estaba tocando el piano y obviamente reconocí la pieza porque la aprendimos juntos el verano pasado.
Orión estaba tocando Vals en A minor de Chopin, también uno de mis favoritos.

La música fue y sigue siendo una parte fundamental de mi vida.
Podía expresarme con la música mil veces mejor que con las palabras y el simple acto de tocar un instrumento me hacía sentir de una manera que no puedo explicar.

Estaba bailando con uno de los amigos Orión, Theodorus Nott. He de admitir que él bailaba bastante bien y era gracioso pero no pude evitar darme cuenta de sus debilidades y por lo tanto, también sabía la manera en la que podía manipularle.

Lyra Black: El Regreso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora