Con Que Hechizera Fuiste?

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Capítulo 40.


Marcela Valencia está paseando por su oficina como un león enjaulado. Estaba deseando ver con sus propios ojos si es verdad lo que todos le decían: que el ”garfio” que tuvo Armando como asistente, y que ahora había sido nombrada vicepresidenta financiera, había cambiado tanto su aspecto.
Según Mario sólo se había cambiado la ropa, las gafas y el peinado. ”Eran espantosos. Pero con todo y eso, la fealdad natural no se quita con sólo un cambio de estilo.” Pero en su fuero interno sabía lo que un buen vestuario y un adecuado peinado podían hacer a la imagen de una persona.
”Mejor que ya no sea tan horrible. Si ha de ser de todos modos la vicepresidenta financiera, al menos no nos avergonzará. ” Se dijo a sí misma. Pero en el fondo no le hacía mucha gracia que, esa muchacha que había sido el hazmerreír tanto de ella como de Patricia y de Hugo por su fealdad, ahora tuviera una imagen más agraciada.
Será que Armando la quiere añadir a su lista de conquistas?” Movió la cabeza de un lado a otro para apartar ese absurdo pensamiento. Por más que hubiese mejorado su imagen esa mujer jamás resultaría atractiva para su exprometido. A Armando le gustaban las mujeres bellas, elegantes, con cuerpo de modelo… Por más que el “garfio” ya no fuese tan horrible, jamás podría aspirar a parecerse a una modelo y mucho menos pretender que Armando se sintiera atraído por ella.
Siguió paseándose de un modo inquieto al tiempo que se retorcía las manos, una contra otra. Aún le dolía su ruptura con Armando. Ella se había hecho la ilusión de que sería la esposa del doctor Mendoza. Su suegra había alentado ese deseo y ella se lo llegó a creer. Pero la última vez que habló de eso con Margarita, le había dicho que mejor se olvidara de él. No quiso decirle por qué. ¿Acaso es que Armando tenía otra mujer? Lo cierto es que aparentemente estaba más juicioso que nunca. No se le conocían nuevas aventuras en la empresa y cuando estaba con las modelos las trataba con cortesía, pero marcando distancias. Ella lo había observado. ¿A qué era debido ese cambio? ¿Se habría cansado de esa vida de aventuras fugaces o es que estaba sentando cabeza? Porque no quería pensar en algo peor: que estuviese realmente interesado por una mujer hasta el punto de no querer saber nada de las otras.
”No, eso no puede ser. Genio y figura, hasta la sepultura. Y Armando no es hombre de una sola mujer. Compadezco a aquella que pretenda tener una relación seria con él, porque va a sufrir mucho… como estás sufriendo tú ahora… A pesar de los meses que han pasado…”
Suspiró hondo e intentó alejar de sus pensamientos a Armando Mendoza. Era muy doloroso.
Volvió a pensar en la nueva vicepresidenta y de repente se decidió a ir a verla a su despacho. Le daría la “bienvenida”… A su modo, claro está. Una sonrisa sarcástica se dibujó en su rostro. La sorprendería…
Armando: Mi amor, ¿a qué hora has quedado con las muchachas?
Betty: A las cinco, la hora de salida.

Estaban en la oficina de Betty. Armando la tenía enlazada por la cintura y la miraba enternecido.
Armando: ¡Ay Betty! ¿Por qué no nos olvidamos de la cena y nos vamos tú y yo a mi apartamento?
Betty sonrió ante la desesperada súplica de su novio. A ella también le provocaba hacer lo mismo, pero le daba pena desairar a las muchachas que le habían organizado esa especie de bienvenida.
Betty: ¡No podemos hacer eso, Armando! Al menos yo no puedo… Si a ti no te provoca venir no estás obligado…
Armando: ¡No es eso, Betty! Lo que no me provoca es irme a cenar contigo rodeado de gente cuando lo que me gustaría es que estuviéramos tú y yo solos… en mi apartamento… con poca ropa… o mejor ninguna… haciendo el amor…
Betty no puede evitar sonrojarse ante las palabras de él, sobre todo por el tono sugerente con el que las ha pronunciado. Para esconder su rubor, se abraza a él y pega la cara contra su pecho. Armando feliz de ver cómo se ha pegado a él, profundiza el abrazo y acaba de unir su cuerpo al de ella haciéndole notar lo excitado que está. El cuerpo de Betty reacciona con un estremecimiento de deseo que lo enciende más todavía.
Armando: Ves, mi amor… Lo pasaríamos bien rico. –le dice con la voz enronquecida.
Betty: Armando… después… Ya hablé con mis papás y esta noche me puedo quedar contigo…
Armando: -Susurrándole al oído- ¿Don Hermes te dio permiso para que pasemos la noche juntos?
Betty: -Sonriendo pícaramente con falso azoro- ¿Cómo crees? Le he dicho que me quedaría a dormir en casa de Aura María… Mi trabajo me costó convencerle, no creas…
Armando: -En tono de broma con la boca muy pegada a su oído- ¡Ummmm! Yo creía que de repente tu papá se había modernizado y le parecía bien que tú y yo…
Betty: ¡Oj, oj, oj, oj! Eso ni lo sueñes… Además, ni siquiera sabe que somos novios…
Armando: Tienes razón, Betty. –dijo con preocupación- ¿Cuándo se lo vamos a decir?
Betty: Espera un poco, mi amor. En cuanto mi papá se entere me va a querer “atar corto” y aumentará su controladera, así que no nos precipitemos…
Armando: ¡Ay Betty! Yo no sé cómo voy a aguantar… Me gustaría que te instalaras en mi apartamento hasta el día que nos casemos… así podríamos estar siempre juntos…
Betty: -Suspirando- A mí también me gustaría, Armando, pero ya sabes que eso no es posible… Ni modo que mi papá lo permita… Tendría que enfrentarme a él y no quiero eso…
Armando: -El suspiro de Armando es aún más fuerte- Está bien, Betty… No me queda otra que conformarme… De todos modos, que se vaya acostumbrando tu papá a que dormirás muchas noches en casa de Aura María…
Betty: -Sin entender por un instante- ¿En casa de Aura María? –Dándose cuenta del significado de sus palabras- Oj, oj, oj, oj, Armando… eso se lo traga ahora… y mi trabajo me costó convencerlo. Pero si sabe que somos novios no se va a creer que me quedo en casa de Aura María. Mi papá es viejo y resabioso, pero no es tonto.
Armando: Sí, claro, eso no se lo creería nadie… -Mirando sonriente a su novia- Lo que tenemos que hacer es casarnos pronto, y así ni don Hermes ni nadie me podrá separar de ti.
Los dos se estremecen ante esa perspectiva y se quedan prendidas sus miradas. Con lentitud, él busca sus labios, pero cuando está a punto de unir su boca a la de ella, los desvía un poco y acaba besando su frente, dejándola deseosa de ese beso pasional.
Armando sonríe al ver cómo ella también mueve la cara ansiosamente buscando el contacto de sus labios y, provocándola, se resiste a la caricia, prodigándole en su lugar tiernos besos por toda la cara. Se detiene en las sienes, una primero y después la otra, en las mejillas donde deposita varios besos con la boca abierta, en la nariz, que besa con una sonrisa pícara, en la barbilla, acercándose peligrosamente a su boca y observando cómo ella de nuevo intenta que sus labios se pongan en contacto y evitándolo deliberadamente. Acaba hundiéndose en el cuello de Betty con un beso devorador que la hace gemir de deseo.
Betty: Armando… me vas a volver loca…
Armando: -Susurrándole al oído con la voz enronquecida- Tú me tienes loco… No sé si voy a ser capaz de esperar a la noche…
Por toda respuesta ella le sujeta la cara entre las manos y une su boca a la suya desatándose toda la pasión contenida que había en ellos. Durante un buen rato se besan con desespero. Sus cuerpos, casi por instinto, también se buscan y se quedan pegados. Sus manos no paran quietas acariciándose mutuamente. Las de Armando se han situado encima de las nalgas de ella y la incrusta contra él buscando cada vez más contacto entre ellos. Betty se retuerce de placer e inicia un movimiento con sus caderas que lo está volviéndolo completamente loco de pasión a él.
Tan perdidos están en su pasión que no oyen que la puerta de la oficina de Betty se ha abierto ni notan que alguien los observa desde el umbral.
Marcela Valencia se ha quedado petrificada al contemplar la escena que tiene ante sus ojos. ”¡Entonces es por eso!” -se dice a sí misma.- ”Se la llevó a la cama con la promesa de hacerla vicepresidenta… Y la muy zorra aceptó el trato… ¿Cómo no? En toda su vida no se podría imaginar que un hombre como Armando se volteara a mirarla…” Sin poder contenerse más, dijo con voz cáustica:
Marcela: ¡Que escena más tierna! El presidente con la vicepresidenta pasándolo rico… ¡Y en horas de oficina!
Jamás en toda su vida Betty y Armando se habían llevado un susto tan grande. Como impelidos por un resorte, los dos se separaron y se giraron a mirar a la recién llegada. Betty con cara de susto. Armando con cara de querer matarla. Los pensamientos que tienen uno y otro también son muy diferentes.
”¡Ay, Señor! Doña Marcela nos ha cachado… ¿Cómo le vamos a explicar ahora…? Si es que ya le decía yo a Armando que no debíamos hacer nada de esto en la oficina… Pero este hombre hace de mí lo que él quiere…”
Como siempre inoportuna, Marcela! ¿Cuándo vas a permitir que viva mi vida sin meterte en ella? No pienso darte ninguna explicación de mis actos… No eres quién para pedirla…”
Armando: ¿Se te ofrece algo, Marcela?
El tono de voz de Armando no dejaba lugar a dudas de que estaba muy molesto con la interrupción.
Marcela: Venía a saludar a la nueva vicepresidenta, pero veo que tú te me has adelantado… -y añade mordaz- No sabía que era costumbre dar la bienvenida de ese modo a los nuevos empleados…
Betty: Doña Marcela, no es…
Marcela: -Interrumpiéndola y taladrándola con la mirada- No tiene que darme explicaciones, Beatriz… Yo entiendo… Es un modo muy rápido de conseguir ascensos… Porque imagino que usted será Beatriz Pinzón, aunque casi no la reconozco… Ya me habían dicho que estaba muy cambiada… Claro que de otro modo no habría podido conseguir este ascenso porque con la imagen que tenía antes, no creo que Armando se hubiese fijado en usted… ni le entusiasmara llevársela a la cama…
Armando: Ya está bien, Marcela… -empieza a decir Armando indignado, pero su exnovia le interrumpe.
Marcela: No tienes que justificarte, Armando… Yo lo entiendo… Al fin y al cabo tú eres hombre y si ella se te pone en bandeja…
Armando: Vamos a aclarar algo, Marcela. Lo que acabas de ver no es lo que parece…
Marcela: ¡Ay, Armando! Esa frase está muy trasnochada… Te repito que no tienes que darme explicaciones… entiendo que tengas que buscarte algún desahogo… Y yo sé por experiencia que te encanta tener ”affaires” en la oficina… -sus palabras son sarcásticas y su tono hiriente.
Armando: ¡Basta ya! No es que tenga que darte explicaciones, es que te las quiero dar, porque no has entendido nada… Cuando te digo que ”esto no es lo que parece” no me refiero a que estaba besando a Beatriz… Eso SÍ ES lo que parece. Pero te equivocas al pensar que tenemos un ”affaire…”
Marcela: -Sin abandonar el sarcasmo- Perdón, Armando… estoy un poco desfasada con la terminología que se utiliza hoy en día para estas cosas… pero en el fondo da igual cómo se le llame… todos sabemos a qué nos estamos refiriendo, ¿cierto? –acaba preguntando con un tono de falsa comprensión.
Armando: ¿No quieres escuchar, Marcela? Lo que estoy intentando decirte es que Betty ES MI PROMETIDA, que NOS VAMOS A CASAR en poco tiempo… no tenemos un affaire,” sino un compromiso matrimonial. ¿Lo entiendes ahora? -remarcó con retintín.
Si a Marcela le hubiesen dado a beber uno de esos venenos paralizantes no se hubiese quedado más petrificada. Era tal la inmovilidad de su cuerpo que durante unos segundos fue incapaz de realizar los movimientos necesarios para respirar. Cuando por fin pudo conseguir que el aire entrara en sus pulmones, se reconfortó por un instante negando la realidad. Eso que le había dicho Armando no era posible. Él le estaba tomando el pelo para mortificarla. Sí, era eso. No podía ser de otro modo. Miró a su exnovio intentando hallar en su mirada la verdad que estaba buscando, pero no la encontró. Por el contrario, un detalle muy revelador le confirmó la veracidad de sus palabras: ellos tenían enlazadas sus manos con naturalidad, con confianza. De repente creyó que el mundo se hundiría a sus pies al constatar que había perdido a su novio para siempre. Pero entonces miró a Betty a los ojos, y el odio y el rechazo que sentía hacia ella resurgió con fuerza y se reflejó en su mirada y en sus palabras.
Marcela: ¿Te atrapó? ¡Vaya Armando, antes eras más hábil para esquivar a las zorras que se te acercaban…! Lo pasabas rico pero sin compromisos… ¿Cómo lo consiguió, Beatriz? ¿Acaso le ha hecho creer que está embarazada?
A todas éstas Betty se había quedado sin habla y se limitaba a contemplar aterrada la escena que se estaba desarrollando ante sus ojos entre su novio y su exprometida. Sabía que doña Marcela tendría que enterarse un día u otro, pero jamás se imaginó que fuese de ese modo tan comprometido para ella. También estaba avergonzada. No estaba acostumbrada a que la pillaran besándose con un hombre, aunque ese hombre fuese su prometido y se amasen profundamente.
Armando: Marcela, déjalo ya… No se trata de nada de eso…
Marcela: Entonces no lo entiendo, Armando… A menos que se trate de brujería… ¡Ten cuidado! He oído hablar de casos así…
Armando miró a Marcela con lástima. Ella era incapaz de pensar que él se había enamorado de otra mujer y buscaba toda clase de excusas que justificaran por qué se había prometido a ella. Suspiró y se giró hacia Betty, tomó una mano entre las suyas y le dirigió una mirada de complicidad.
Armando: Marcela, Beatriz y yo estamos muy enamorados… Ese es el motivo por el que nos casamos… No hay ningún otro…
Marcela se queda lívida, hasta tal punto que Armando la mira, preocupado, pensando que va a desvanecerse. Pero eso no ocurre, por el contrario, su respiración se va haciendo más agitada por momentos y va montando en cólera. Cuando se quieren dar cuenta se ha acercado a Betty y empieza a golpearla en el pecho.
Marcela: ¡ZORRA DESCARADA! ¡MIENTRAS LE PLANEABAS LAS CITAS CON LAS MODELOS TE LO ESTABAS TRABAJANDO! ¿CON QUÉ HECHICERA FUISTE? ¡DEBE DE SER MUY BUENA! PORQUE YO LO INTENTÉ Y NO FUNCIONÓ… NI CON UN “AMARRE” DE ESOS… ¡Y ME COSTÓ BIEN CARO…! ¡DIME CÓMO LO HICISTE! ¡DÍMELO! ¡QUIERO SABERLO!
Marcela parecía una loca gritando e intentando pegar a Betty que esquivaba como podía los golpes. Armando se acercó a ella por la espalda y la sujetó para impedir que siguiera agrediendo a su novia.
Armando: ¡Basta ya, Marcela! ¡Tienes que calmarte! –su tono intentaba ser calmado pero estaba indignado con el comportamiento de Marcela.
Marcela: ¡SUÉLTAME, ARMANDO! ¡SUÉLTAME! ¡TIENE QUE DECÍRMELO! ¡QUIERO SABERLO! ¡YO TAMBIÉN PUEDO HACER QUE TE “AMARREN” A MÍ Y QUE DESHAGAN EL “AMARRE” DE ELLA! ¡BEATRIZ NO TE MERECE…! ¡NO TE MERECE…!
A todas éstas los gritos de Marcela se estaban escuchando en toda la empresa y algunas de las muchachas acudieron presurosas para enterarse de lo que estaba pasando.

Sofía: Doctor, ¿le pasa algo a doña Marcela?
Armando: Se ha vuelto como loca… está histérica… -fue la respuesta automática de Armando.
Marcela: ¿LOCA YO? ¡NOOOOO! –señalando acusadoramente a Betty con un dedo- ¡LA LOCA ES ELLA POR CREER QUE PUEDE SALIRSE CON LA SUYA Y CASARSE CONTIGO…!
Nadie contesta a eso. Las muchachas están perplejas y no acaban de entender lo que está sucediendo. ¿Se trata de una escena de celos de doña Marcela? ¡Pero si él y el doctor Mendoza ya no son novios!
En ese instante entra Mario en la oficina de Betty y tras evaluar rápidamente la escena, le pregunta a su amigo:
Mario: Armando, ¿qué sucede?
Armando sujeta a su amigo de un brazo y lo lleva a un rincón apartado para que no puedan escucharlos.
Armando: Se ha enterado de nuestro compromiso… de un modo muy… brusco y se ha puesto histérica. Por favor, llévatela de acá a ver si consigues calmarla.
Mario: -Mirando a Marcela que se ha quedado callada pero que continuaba mirando a Betty con odio.- Está bien. No te preocupes. Me la llevaré.
Mario se acerca a Marcela y le pone una mano en el brazo al tiempo que le dice:
Mario: Marcela, vayámonos de acá…
Marcela: ¡NO ME PIENSO IR DE ACÁ! ¡NO VOY A DEJARLOS SOLOS! ¿NO TE DAS CUENTA DE QUE LE HA HECHO UN HECHIZO? ¡LO TIENE HECHIZADO! ¡YO TENGO QUE RESCATARLO!
Mario: -Mirándola con lástima- Marcela, nadie ha hechizado a nadie… Salgamos de acá… por favor…
Marcela: ¡SE ESTABAN BESANDO! ¡SE ESTABAN DEVORANDO! ¡SI LLEGO A ENTRAR UN POCO DESPUÉS ME LOS ENCUENTRO REVOLCÁNDOSE EN EL SOFÁ! ¿NO TE DAS CUENTA, MARIO?
A todas éstas, las que no perdían detalle eran Sofía, Berta y Sandra que con los ojos muy abiertos por la sorpresa contemplaban la escena sin entenderla del todo. ¿Acaso doña Marcela había cachado a Betty y a don Armando haciendo algo inapropiado? ¿Qué clase de relación había entre ellos? El propio Armando se lo confirma a todos:
Armando: Marcela, ya te he dicho que Betty y yo estamos prometidos. Que nos vamos a casar. Si tú no quieres entenderlo es tu problema.
Sorpresivamente quien contesta no es Marcela, sino Berta, que al igual que Sofía y Sandra se han quedado perplejas ante esa información de su jefe, y que no puede contenerse.
Berta: Don Armando, ¡tremendo chisme!
Armando: -Sonriendo ante las palabras de Berta a pesar de la dramática situación que están viviendo- Sí, Berta… No se lo esperaba, ¿cierto?

Berta: Pues vea que no, doctor… Aunque algo sospechamos esta mañana cuando les vimos llegar cogiditos de la mano… usted sabe… Pero al igual que doña Marcela pensábamos que era algo más… menos… quiero decir, que no sabíamos que estaban prometidos para casarse…
Marcela: ¡PERO ES QUE TODO EL MUNDO SE HA VUELTO LOCO!
Todos se sobresaltan ante el inesperado grito de Marcela, y es Mario quien intenta calmarla de nuevo.
Mario: Marcela, por favor, no grites… Tienes que aceptar esta situación… Ven, vamos a tu oficina. No debemos quedarnos acá.
Marcela: ¡NO PIENSO DEJAR A ARMANDO CON ESTA ZORRA! ¡NO VOY A RENUNCIAR A ÉL!
Mario: Marcela, ¿es que no entiendes? Armando ya no es tu prometido… Ustedes terminaron el compromiso hace tiempo… Él es libre de comprometerse con quien quiera…
Marcela: ¡PERO NO DE ESTE MODO! ¡ELLA LE HA ECHADO BRUJERÍA! ¡Y TAMBIÉN LE HA HECHO UN BUEN TRABAJITO EL HECHICERO Y LA HA CAMBIADO DE ASPECTO! ¡FÍJATE MARIO, YA NO ES TAN HORRIBLE! ¡ESO SOLO ES POSIBLE CON BRUJERÍA!
Mario: -Suspirando y haciendo una mueca con los labios- Marcela, déjalo ya… Mejor nos vamos de acá, ¿sí?
Y dirigiendo una mirada significativa al resto de los presentes, la toma del brazo y la saca de la oficina de Betty.
Cuando salen Mario y Marcela, las tres muchachas se acercan a Betty y la abrazan al mismo tiempo sin importarles la presencia de Armando.
Sandra: ¡Betty! ¡Qué sorpresa nos ha dado!
Sofía: Usted se lo merece Betty, porque está muy linda…
Berta: -Dirigiéndose a su jefe- ¡Usted se lleva una joya, doctor! Oiga, pero qué mal se lo ha tomado doña Marcela… Tenía como un ataque de histeria…
Armando: Muchachas, les agradecemos, pero les tengo que pedir que nos dejen solos… Betty y yo tenemos que hablar…
Sofía: Sí, doctor, como usted quiera.
Sandra y Berta: Con permiso.
Cuando las muchachas se retiran, Armando se acerca a su novia y la abraza. Se ha dado cuenta de que ella no ha pronunciado palabra desde poco después de que Marcela los sorprendiera besándose.
Armando: Mi amor, ya pasó… No te preocupes… Ya lo entenderá… Ha sido por la sorpresa… Se ha descontrolado… -Mirando a su novia tiernamente- Y si no lo entiende, peor para ella… No tenemos que pedirle permiso… Ella y yo rompimos nuestro compromiso hace ya tiempo…
Betty por toda respuesta empieza a sollozar desconsoladamente. Aunque está segura del amor de Armando, le ha impresionado ver a esa mujer ponerse en evidencia de ese modo y atacándola con saña.

Armando: Shhhh, Betty… no llores… Nada ha cambiado… Ya sabíamos que Marcela no iba a bailar de alegría con la noticia de nuestro compromiso…
Pero Betty no puede contenerse. La tensión vivida ha sido muy fuerte. Nunca imaginó que doña Marcela pudiese reaccionar de ese modo. Se esperaba frases hirientes, se esperaba crueldad, pero no una reacción histérica como esa. Suspiró profundamente entre sollozos y se abandonó en los brazos de su novio.








Historia creada por:Cata✨


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