Capítulo 2

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Comienza el juego.

Mary.

Me miro en el espejo y frunzo el ceño, avergonzada. Mi cuerpo está repleto de marcas rojas, especialmente en mis muñecas y tobillos. Me encamino a la ducha para darme un baño frío y que el agua pueda tranquilizar el dolor en mi cuerpo.

"Las marcas jamás se desvanecerán mientras permanezca aquí", recito en mi mente mientras que el agua de la bañera cubre mi cuerpo, es una agradable sensación. Salgo del baño y me dirijo a mi armario, selecciono una ropa al azar y me visto. Comienzo a secar mi cabello y luego busco mis zapatos, deben estar por algún lado en la habitación. La brisa del aire entra por la ventana abierta y llega hasta a mí, miro el reloj en la pared, las doce menos veinte. Cepillo mi cabello haciendo una coleta alta, giro para mirarme desde varios ángulos y verificar si es una buena opción, no hay remedio, no me sienta bien, comienzo de nuevo.

Entre las sábanas emite un sonido de pereza, giro sobre mis talones y lo miro con desprecio mientras se incorpora sentándose en la cama. Me siento en la silla giratoria frente al espejo y sigo con lo mío.

Buenos días, querida— dice mientras se frota los ojos.

Nunca han sido buenos— respondo de mal genio mirando mi reflejo.

Me levanto, apresuro mis movimientos para tomar mis cosas y meterlas a mi mochila. Él se levanta semi desnudo, solo con su bóxer negro cubriéndolo. Camina hasta dónde me encuentro parada y se sitúa a mi lado, me incorporo y le enfrento cara a cara. Encontrándome con su cabello despeinado y esos ojos verdosos.

Te he dicho que no me hables así— dice mientras que con su mano derecha aprieta mis mejillas, haciendo que lo mire a los ojos.

Solo digo la verdad— respondo alejando su mano con brusquedad y me dirijo a la puerta.
Él me sigue y me jala del cabello acercándome nuevamente a su pecho.

Sé una buena chica, o si no...— hizo una pausa para morder mi oreja, me muerdo el labio para evitar dejar salir una queja. —Ya sabes las consecuencias.

Mi cuerpo tiembla al escuchar esa amenaza y él ríe. Perverido de primera, pienso. Él me suelta y me da un leve empujón.

Baja a desayunar, ahora voy— dice y cuando estoy fuera del cuarto cierra la puerta.

Hago lo que se me ordena y bajo por las escaleras para llegar hasta el gran comedor, a un lado está la cocina, con cada escalón que bajo mis piernas sufren de punzadas y hacen que mi cuerpo se tambalee, me sostengo fuertemente de los barrotes y así logro llegar al piso de abajo. La mujer de pelo castaño está de espaldas mientras prepara algo en la estufa, lleva un delantal adornado con flores de cerezo, parece der que no nota mi presencia, está concentrada en su trabajo. En la mesa están servidas varias tazas de café acompañadas con sobres de azúcar a los lados. Me dirijo al refrigerador y saco una caja con jugo de naranja, tomo un vaso de cristal de la vajilla y me sirvo hasta llegar el líquido a la mitad.

Señorita Saotome, porfavor tome asiento, en un momento estará el desayuno— escucho detrás de mí mientras devuelvo el envase a la nevera.

Tomo mi vaso y me dirijo al comedor, escojo la silla de en medio y me siento. Mientras espero saco mi teléfono de la bolsa de mi pantalón y reviso mis mensajes, tengo uno nuevo en mi bandeja de entrada. Lo abro y leo el mensaje de Mark.

"He logrado lo que me pediste".

Respondo dándole la dirección de donde nos encontraremos en menos de una hora y vuelvo a aguardar el celular. Escucho el timbre y luego la voz de Mike por la radio permitiendo el acceso. Han llegado. Acomodo el cuello de mi ropa, al igual que las mangas de mi chaqueta para cubrir las marcas rojas, otra mujer (más joven que la anterior, incluso más joven que yo) aparece y abre la puerta de la casa. Con una reverencia recibe a las invitadas, las guía por la casa hasta donde me encuentro y les indica tomar asiento en la mesa, son dos personas. Se sientan y la mujer más joven les acerca las tazas de café, la pelirroja bebe un sorbo esperando que su compañera hable o reaccione a mi presencia. Las observo desde mi lugar, al otro lado de la mesa larga.

Contigo siempre estaréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora