Capítulo 41.
Mario: Marcela, tienes que calmarte…
Marcela: ¿CALMARME? ¡CÓMO PUEDES DECIRME ESO! ¿ACASO NO VES QUE ESA ZORRA ME LO ESTÁ QUITANDO?
Mario: No te lo está quitando… Armando ya no es nada tuyo… Rompieron el compromiso, y él está muy enamorado de Betty.
Marcela: ¿TÚ TAMBIÉN TE CREES ESO? ¿NO TE DAS CUENTA DE QUE LO HA HECHIZADO?
Mario: Deja ya eso, Marcela, no puedes creer en serio algo así…
Marcela: ¡Cómo que no! ¡Si yo misma lo hice! ¡Pero no funcionó!
Mario: ¿Hiciste? ¿Qué es lo que hiciste? –pregunta asombrado.
Marcela: Intentar “amarrar” a Armando… ¿Qué te crees? –Es su respuesta desafiante. Y le explica con convicción: -Esas cosas existen y funcionan… sólo que el “tipo” que me recomendó Patricia es un fraude… ¡Figúrate que a Hugo también lo dejó su “chesito” a pesar de que también lo intentó…! ¡Yo creo que en vez de un “amarre” hizo un “desamarre”! ¡Y bien caro que nos cobró!
Mario estaba perplejo. No podía creer que Marcela hubiese hecho algo así y mucho menos que creyera en esas cosas.
Mario: Pero Marcela, ¿cómo puedes creer en eso?
Marcela: -Volviendo a alterarse- ¡LA PRUEBA LA TENEMOS DELANTE DE LAS NARICES! ¡ELLA LO HIZO! ¡LO AMARRÓ! ¡LO PESCÓ CON MALAS ARTES! ¡DE OTRO MODO ARMANDO NO ESTARÍA EMBRUJADO…!
Mario: Marcela, no es lo que crees. Armando se fue enamorando de Betty poco a poco… desde hace tiempo…
Marcela: -Sinceramente sorprendida- ¿Cuándo era un moscorrofio? ¿LO VES? ¡ESO NO HACE MÁS QUE CONFIRMAR MI TEORÍA! ¡HAY UN HECHIZO DE POR MEDIO… PERO YO ME VOY A ENCARGAR DE ESO…
Y dejando a Mario con la boca abierta, salió como una exhalación del despacho y de la empresa.
Mario: Con permiso…
Armando: Pasa, Mario.
Aún están los dos en el despacho de Betty. Armando está sentado en una silla y la tiene a ella en sus rodillas rodeada con sus brazos y acariciándola suavemente. De vez en cuando le da un beso tierno en la cara.
Mario: Perdón, no quería molestar.
Betty al ver a Mario intenta levantarse pero Armando no se lo permite.
Armando: Mi amor, quédate acá.
Betty: Pero… Armando… no está bien…
Mario: Por mí no se preocupe, Betty… -dice cortésmente.
Armando: ¿Cómo está Marcela? ¿Se calmó un poco?
Mario: -Suspirando- No mucho… -mirando a Betty- pero se le ha metido en la cabeza que usted ha hecho algún hechizo para conquistar a Armando.
Para sorpresa de los dos hombres, Betty se empieza a reír a carcajadas.
Betty: Oj, oj, oj, oj… un hechizo… Yo también lo creo… oj, oj, oj, oj…
Los dos hombres miran a Betty como si acabara de llegar de Marte. No entienden qué es lo que le ocasiona tanta risa. Ella al darse cuenta, sonríe, y les explica el motivo de su hilaridad.
Betty: Lo siento, no he podido evitar reírme es que… yo a veces también he pensado que es cosa de brujería…
Armando: -Sin entender a su novia- Mi amor, no sé qué quieres decir…
Betty: Es que… Armando, no me vas a negar que lo que sucedió entre tú y yo es uno de los grandes misterios de la vida… Por eso me costó tanto creerte…
Armando: Betty, no te entiendo…
Betty: Pues es bien fácil, resulta increíble que un hombre como tú, bien parecido, con clase, con dinero, que puede tener a sus pies a la mujer que quiere, se haya enamorado de mí…
Armando la mira de un modo tan tierno que Betty se estremece sólo con sentir su mirada.
Armando: Mi amor, lo increíble es que una muchacha inteligente, generosa, noble y maravillosa como tú se haya enamorado de un estúpido desalmado como yo…
Betty: -Acariciando la cara de Armando- Tú no eres estúpido, Armando… y mucho menos desalmado…
Armando premia esas palabras con un tierno beso en los labios.
Mario está sumamente incómodo. De repente, y por supuesto sin buscarlo, se ha convertido en testigo de una “babosa” escena entre enamorados. Intenta recordar su presencia carraspeando, pero ninguno de los dos tórtolos le hace el menor caso.
Mario: ¡Ejem! ¡Ejem!
Betty y Armando se siguen besando y el beso va subiendo de tono hasta tal punto que se están prácticamente devorando y las manos de Armando se mueven inquietas prodigando intensas caricias por el cuerpo de su amada.
Mario: ¡Ejem! Será mejor que me vaya y vuelva luego… ¡Ejem!
Nada, no se inmutan. Ni siquiera parece que lo hayan escuchado. Finalmente el doctor Calderón se da cuenta de que está de más en ese despacho y se dirige hacia la puerta. Antes de salir, se voltea a mirarlos y sonríe sardónicamente. ”Vaya, va a tener razón Marcela. Esto parece un caso de hechizo… pero por ambas partes… ¿Acaso Armando también le hizo un “amarre” a Betty?”
Y con una sonrisa divertida salió del despacho.
Betty: -Poniéndose sus braguitas de espaldas a su prometido- ¿Cómo hemos podido, Armando? ¿Te imaginas que nos cachan?
Armando: -Que sólo lleva puesta la camisa abierta y los calcetines y tiene cara de satisfacción- Acuérdate que cerramos la puerta, mi amor…
Betty: -Sonrojada- Sí, pero si alguien hubiese querido entrar y no le abrimos hubiese sospechado lo que estábamos haciendo… ¿Te imaginas qué vergüenza?
Armando: -Acercándose a su novia y pegándose a ella por la espalda- Tranquila, Betty… no es para tanto… Las muchachas son muy comprensivas…
Betty: ¿Y qué me dices de doña Marcela?
Betty estaba aterrorizada sólo de pensar que Marcela los hubiese encontrado casi desnudos y haciendo el amor. Si ya le avergonzó que minutos antes los encontrara besándose, sólo de imaginar que hubiesen estado haciendo algo más íntimo aún, la angustiaba.
Armando: Tranquila, mi vida. Nadie se enteró…
Betty: Nunca más, Armando… Nunca más me pidas que hagamos algo así en la oficina… -le dijo un poco alterada.
Armando: -Atrayéndola más hacia sí y dándole suaves besos en el pelo dijo divertido- ¡Qué susto! Menos mal que la prohibición es sólo en la oficina… ¿Acaso no te gustó?
Betty: -Sonrojada y muy seria- No tiene nada que ver con que me gustara o no.
Armando: Pero no me has contestado… ¿Te gustó?
Armando la había girado hacia él y buscaba su mirada. La escena era muy íntima porque estaba desnudo de cintura para abajo y Betty sólo llevaba puestas unas minúsculas braguitas.
Betty: -Suspirando y escondiendo la cara en el pecho de él- Claro que me gustó… Pero ese no es el caso…
Armando: Para mí sí es el caso… Quiero que lo pases rico… Hacerte gozar cuando hacemos el amor… Que pierdas de vista todo lo demás…
Betty: Pues lo conseguiste… al menos esto último… -confiesa sincera- Me he comportado como una inconsciente precisamente porque me olvidé de todo lo demás, excepto de ti…
Armando: -Susurrándole al oído con voz ronca porque vuelve a estar muy excitado- ¿Y lo otro? ¿También lo conseguí?
Betty: -Sin levantar la cara del pecho de él- Sí… también…
Armando: ¡Ay, Betty! ¡Estoy empezando a creer que Marcela tiene razón y me has hechizado! –Intentando que ella mire hacia abajo para que se dé cuenta de su excitación- ¡Mira cómo me tienes otra vez!
Betty mira la gran erección de su novio y se sonroja, pero instintivamente se pega a él provocando de nuevo la pasión de Armando. Ella enseguida le corresponde con la misma intensidad. Esta vez no hay muchos preámbulos. Con un movimiento ágil, Armando la sujeta por la cintura, la levanta del suelo, la sienta encima de la mesa y se deshace de las molestas braguitas. Ella, olvidadas todas las protestas y reclamos, abre las piernas y rodea con ellas el cuerpo de él. Sin dilación, la penetra y sigue acariciándole desenfrenadamente los pechos, la espalda y las caderas. Sus manos parecen imparables. No tarda mucho en sobrevenirles a los dos un fuerte orgasmo que los deja exhaustos y satisfechos.
Betty: Es que me anulas la voluntad, Armando.
Armando: -Sonriendo- ¿Y eso es malo o es bueno?
Betty: -Sonriendo también- ¡Es malo! ¡Malísimo! ¡Siempre acabo haciendo lo que tú quieres!
Armando: Pero eso es bueno… ¡Buenísimo! ¡Lo acabamos pasando bien rico…! –desmiente él divertido.
Están los dos en el carro y van camino del restaurante donde han quedado con las muchachas. Tuvieron que pasar por el apartamento de Armando a ducharse porque después de lo sucedido en el despacho de Betty, quedaron los dos sudorosos y con la ropa arrugada.
Las muchachas lo notaron, pero se limitaron a intercambiar miradas de complicidad entre ellas y no dijeron nada en su presencia.
Betty: Armando, ahora en serio, lo que pasó hoy en mi oficina no debe de repetirse nunca.
Armando: -Sin darse por aludido respecto a lo que ella le está queriendo decir- Tienes razón, mi amor. No pienso permitir que Marcela organice un espectáculo a cuenta de nuestra relación nunca más. Si es preciso hablaré con mis papás.
Betty: ¡No me estaba refiriendo a eso!
Armando: -Haciéndose el inocente- ¿Ah, no? ¿Entonces a qué?
Betty: -Sabiendo que él la había entendido perfectamente- ¡Armando, eres imposible! ¿Sabes?
Armando: Pero a ti te gusto así… ¿cierto?
Betty acabó asintiendo con una sonrisa. Ese hombre la volvía loca y perdía el juicio y la razón cuando él estaba a su lado.
Lo pasaron muy bien en la cena. A Betty le encantó el arreglo floral que le estaba esperando en el restaurante a iniciativa de su prometido y todos rieron y disfrutaron de la exquisita comida que les ofrecieron.
Cuando ya habían tomado algún trago, Aura María, como siempre la más “lanzada” del grupo, les preguntó sin rodeos qué estuvieron haciendo en la oficina de Betty que salieron tan “ajados”. A Betty casi le da un ataque y se puso roja como un tomate confirmando las sospechas de sus amigas. Armando en cambio se echó a reír, abrazó a su novia y les dijo a las muchachas:
Armando: Mejor no pregunten, muchachas… Son cosas muy íntimas…
Inesita: ¡Don Armando! ¡Recuerde que usted tiene que dar ejemplo!
Armando: ¡No se me enfade, mi viejita linda! ¡Es que esta mujer me tiene loquito! ¿Sabe?
Después de la cena sólo siguieron la rumba las tres muchachas más jóvenes. Sofía, Berta e Inesita se fueron a sus respectivas casas con el gordito de Berta que las pasó a recoger, y Armando y Betty también se retiraron con la excusa de que estaban muy cansados.
Aura María: -Con picardía- No me extraña, doctores… Con todo lo que han ”trabajado” hoy…
Armando se limitó a sonreír ante el doble sentido de sus palabras y Betty se sonrojó y miró a su amiga con reproche antes de despedirse.
Hugo: ¡Llegó la luz, llegó el color, llegué yo!
Ese fue el saludo de buenos días que le dio Hugo a Armando cuando entró al día siguiente en presidencia. En ese momento Betty estaba al lado de él enseñándole unos informes. Al ver a una muchacha desconocida, el diseñador enarcó las cejas y le preguntó al presidente:
Hugo: ¿Tienes nueva asistente, Armani? ¡Menos mal que esta vez te la buscaste más mona… porque aún me duelen las retinas de mirar a aquel moscorrofio que tenías antes…
Armando se indigna ante el ofensivo comentario de Hugo, pero la mirada de advertencia de su novia, surte su efecto y en vez de alterarse utiliza la ironía para responder al maleducado diseñador.
Armando: Ve por donde estás equivocado, Hugo. Para empezar esta joven no es mi asistente, es la nueva vicepresidenta financiera de Ecomoda.
Hugo: ¿Entonces no contrataste a la doctora Pinzón? –pregunta asombrado.
Armando: ¡Ummmm! ¡De nuevo te equivocas! ¡Sí contraté a la doctora Pinzón.
Hugo: -Sin entender nada- ¿Entonces?
Armando: -En un tono solemne- Hugo, esta señorita tan encantadora que tienes delante es la nueva vicepresidenta financiera de la empresa, la doctora Beatriz Pinzón Solano.
Hugo: -Dando un salto y vibrando como si le hubiese pasado por el cuerpo una corriente eléctrica- ¿ELLA? –Mirando a Armando con suspicacia- ¡Me estás tomando el pelo, Armani! ¿Dónde la tienes escondida esta vez? ¿La has vuelto a meter en el hueco ese tan espantoso?
Armando: -Dando un puñetazo sobre la mesa- ¡Basta ya, Hugo! ¡No pienso permitir que irrespetes a Beatriz!
Hugo: Primero tengo que verla, para poder irrespetarla… - es su respuesta desdeñosa.
Armando: ¡LA ESTÁS VIENDO, CARAJO! –le contesta alterado Armando.
Hugo parpadea repetidas veces con perplejidad. No puede ser. Esa muchacha no puede ser el moscorrofio… Esa muchacha es agraciada y viste con elegancia… Sin ir más lejos, ese diseño que lleva puesto es creación suya, de la línea de mujeres ejecutivas, y le sienta muy bien… Convencido de que Armando le está engañando, le pregunta con afectación.
Hugo: Armani, ¿por qué me quieres tomar el pelo?
Betty dirige a su novio una mirada con la que quiere pedirle que intente calmarse, pero permanece en silencio. Armando se remueve inquieto pero procura hacerle caso a su novia y le dice al diseñador con voz más calmada.
Armando: Hugo, Beatriz se cambió el peinado y ha modificado su vestuario… además ahora usa lentes de contacto… Por eso la ves tan cambiada.
Hugo permanece en silencio y dirige a Betty una mirada escrutadora. Sí, esa joven tiene la misma nariz que el moscorrofio y los ojos también se le parecen… Claro que ahora se le ven más porque no lleva esas horribles gafas…
Hugo: ¿No me estás engañando, Armando? –pregunta suspicaz a pesar de que empieza a creer lo que le ha dicho el presidente de la empresa.
Ahora es Betty quien habla por primera vez desde la llegada de Hugo.
Betty: No, don Hugo, no le está engañando. Yo soy Betty.
Hugo abre los ojos como platos ahora ya convencido de que esa muchacha agraciada es la misma de la que tanto se burlara por su fealdad.
Hugo: ¡Por todos los demonios! ¿Qué se hizo, mujer? ¿Es un trabajo de brujería?
Betty: No, de brujería no. –respondió con parsimonia, en el fondo hasta un poco divertida- Es trabajo de peluquero, de modisto y de óptico… pero no necesité ningún brujo, se lo aseguro…
Hugo: ¡Pues hicieron un buen trabajo! –Acaba reconociendo sincero con un suspiro.
Armando lo mira con dureza y le dice muy serio.
Armando: Quiero decirte otra cosa, Hugo, antes de que te enteres por otras personas. Beatriz es mi prometida y nos vamos a casar dentro de poco.
Ahora sí que la sorpresa del diseñador alcanza cotas muy elevadas. ¿Armando Mendoza se iba a casar con el moscorrofio? Bueno lo cierto es que ya no era tan “moscorrofio”, pero daba lo mismo; es cierto que estaba “mona”, pero nada que ver con las bellezas deslumbrantes que le gustaban al joven ejecutivo. Hugo no puede contener su expresión de perplejidad.
Hugo: ¿LO PESCASTE, CONDENADA? ¡ESO SÍ ES COSA DE BRUJERÍA!
Armando: -En un tono bien duro- Hugo, te advierto que no pienso tolerar que le faltes el respeto a Beatriz.
Hugo: ¿Faltarle al respeto? ¡NOOOO! ¡ME MERECE MUCHO RESPETO! ¡CONSIGUIÓ PESCAR AL SOLTERO MÁS COTIZADO DE BOGOTÁ! –Acercándose a Betty y bajando la voz- Niña, dígame cómo lo hizo, que yo estoy loco por un papito y no hay modo de que me pare bolas… Déme el teléfono de su ”brujo”… ¿quiere?
Pero claro, Armando lo oyó todo y sólo la mano de Betty que le sujetó por un brazo pudo impedir que le cayera a golpes a ese insolente.
Armando: Hugo, ¡ya basta! ¡Betty no ha consultado a ningún brujo!
Hugo: -Sin hacerle caso a Armando dice dirigiéndose a la muchacha- Luego cuando este energúmeno no esté delante me lo dice… no se le olvide…
Y haciendo un mutis a su estilo, abandona la estancia y cierra la puerta dando un sonoro portazo.
Marcela: Margarita, le ha hecho un amarre. No hay otro modo de entenderlo.
Margarita: Deja ya eso, Marcela. ¡Cómo vas a creer en esas cosas! Esa muchacha tiene su encanto, a pesar de que su aspecto anterior no era nada favorecedor, y Armando supo verlo…
Marcela: ¿Por qué dices eso, Margarita? ¿De qué lado estás?
Margarita: Marcela, yo no estoy de ningún lado. Sabes muy bien que hubiera sido muy feliz si mi hijo se hubiese casado contigo, pero no puedo imponerle nada. Él es un hombre hecho y derecho que debe decidir las cosas por sí mismo… Y tengo que reconocer que desde que está con Beatriz ha sentado cabeza. Ya no es el mujeriego de antes.
Marcela: ¡NO TE DIGO QUE LO TIENE EMBRUJADO! ¡Y PARECE QUE A TI TAMBIÉN!
Margarita: ¡No digas tonterías, Marcela! Parece mentira que siendo una muchacha culta e inteligente, creas en esas cosas.
Marcela: ¡Yo lo intenté, Margarita! Lo intenté cuando él me rechazaba… Pero no hubo modo.
Margarita: ¿Qué es lo que intentaste, Marcela? –preguntó curiosa.
Marcela: Hacerle un “amarre”. Fui con un hechicero que me recomendó Patricia, pero fue un fraude, ni a Hugo ni a mí nos funcionó…
Margarita: ¿Fuiste capaz de hacer algo así? –inquirió perpleja.
Marcela: ¿Por qué no? ¿No dicen que en la guerra y en el amor todo vale?
Margarita: -Suspirando- Pues ni con “amarre” lo pudiste amarrar, Marcela… Y ahora no hay vuelta atrás. Armando está enamoradísimo de Beatriz…
Marcela: ¿Él te lo ha dicho? –el tono de Marcela era compungido.
Margarita: Sí, pero no hace falta ni que me lo diga… Se le nota… Definitivamente es otro hombre, el amor de esa muchacha lo ha cambiado… para bien… Si quieres un consejo, Marcela, olvídate de mi hijo. Él nunca va a ser para ti… Tú eres una muchacha joven y bella que puedes hallar un hombre bueno que te quiera y te respete… Pero ese hombre nunca será mi hijo… Entiéndelo de una vez… la acogieron cálidamente.Historia creada por:Cata✨
Y que creen este es el penúltimo capítulo de esta historia!
Así que el próximo capítulo sería el final!!!!
Bueno cuídense:)
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Las cartas sobre la mesa
FanfictionNO ES MÍA LA HISTORIA!!! :) Betty encuentra la carta siniestra de Mario Calderón. ¿Qué hará Betty? ¿Betty se irá? ¿Le dirá a Armando que ella lo sabe todo? Esto y muchas cosas más lo averiguaremos Historia creada por: Cata:)