XLV.

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Tres horas después.

Me despierto y pienso que no hemos dormido nada, pero veo la hora en el reloj que Sebastián tiene en la sala, son las doce del mediodía.

No puedo creer que dormimos por horas. Sebastián está dormido sobre mí, pero tengo mucha hambre.

—Sebastián, despierta —le sigo mientras intento moverme, pero no lo logró.
Él tiene todo su peso sobre mi cuerpo, no puedo moverlo.

—¡Sebastián! Por favor despierta —le digo una vez más, pero él abraza más mi cuerpo.

—No quiero, solo quiero dormir —me dice.

—Tengo mucha hambre, quiero comer algo —le digo.

Él se levanta inmediatamente, se sienta en el sofá, yo me siento a su lado mientras me pasa un poco el sueño.

—Yo pediré la comida, no te preocupes —le digo.

—Yo me daré un baño —me dice.

—Está bien, toma un baño —le digo mientras me acerco y beso sus labios.

Sebastián se dirige al baño, yo me levanto del sillón, tomo mi ropa y me visto, después busco mi celular en mi bolso, pido la comida después me dirijo a la cocina, quiero tener listos los
platos y preparar un jugo natural.

Sebastián...

Me levanto del sofá y me dirijo al baño, tomo una toalla y enciendo la regadera, estoy a punto de entrar al agua, pero
como estoy desnudo me doy cuenta de que tengo sangre en mi pene.

Esto realmente me preocupa, le dije a Amalia que si sentía dolor me lo dijera inmediatamente, ella aguantó dolor por mi culpa, me siento realmente mal, quiero que ella disfrute conmigo, pero ella llegó al orgasmo pude sentirlo.

Ella merece una disculpa, nunca debí aceptar lo que ella me propuso, por esa razón me estaba conteniendo.

Apago el agua y enrollo la toalla en mi cintura, bajo hasta llegar a la sala, ella está en la cocina. Camino hacia ella.

—¿Pasa algo? —me pregunta.

—Amalia, tengo sangre en mi pene, te dije que me avisaras si te provocaba dolor, pero tú no lo hiciste, no sabes lo mal que me siento, no quiero lastimarte, nunca lo quiero hacer ni física ni emocionalmente.

—No lo hiciste, yo quería hacerlo así contigo, no sabes lo que me haces sentir, no digas eso —me dice mientras me abraza.

—Te pido una disculpa, y en este momento quiero que te cambies, te llevaré con una ginecóloga, quiero que te revisen, nunca fue mi intención lastimarte —le digo mientras la tomo
de la mano.

—No quiero, Sebastián, no te preocupes estoy realmente bien, no quiero ir con nadie, mírame estoy bien.

Me siento realmente culpable, lo peor de todo es que no la puedo obligar a que la revisé un médico, tengo que calmarme
me siento realmente nervioso.

—Está bien, pero no te voy a tocar por una semana, sé que te lastime y quiero que estés bien —le digo.

—¡No puedes hacer eso! No es justo —me reclama.
No la escucho y me dirijo al baño, no voy a discutir con ella, solo lo hago por su bien, no intento lastimarla de ninguna
manera, ella es la mujer que más amo, por la que espere siempre.

Quiero todo con ella, y sé que tal vez está molesta, pero si de esa manera puedo protegerla no me importa que no me dirija la palabra.

Enciendo una vez más el agua de la ducha, y entro de una vez, el agua caliente cae sobre mi cuerpo, esto se siente realmente bien, tengo que dejar de pensar en lo que paso con Amalia.

Su rostro triste y lleno de enojo, no me deja pensar en otra cosa, pero tengo que repetirme a mi mismo que solo es por su bien.

Después de bañarme seco mi cuerpo con una toalla, después tomo otra toalla seca la enrollo en mi cintura, me dirijo a mi
armario para buscar ropa para cambiarme.

Amalia está en la habitación, ella está ordenando su ropa en una pequeña maleta, pero después también guarda ropa mía, eso me tranquiliza, por un momento pensé que estaba tan
molesta que me dejaría, ahora no podría vivir sin ella.

—Es un poco tarde, dormimos por mucho tiempo —le digo, pero ella me ignora.

Intento hablar con ella otra vez, pero no funciona, ella sale de mi habitación muy molesta, esto realmente me duele solo lo hago por el bien de ella.

Amalia...

Me siento realmente molesta, no quiero hablar con Sebastián en este momento, le dije que no me había lastimado, pero él no me quiere creer, eso realmente me molesta.

Tocan la puerta, recibo la comida y la llevo a la mesa, después la sirvo en los platos.

Llevo la comida a la mesa del comedor, Sebastián me sonríe y se sienta en la mesa, yo lo ignoro, no quiero hablar con él en este momento.

Me siento en la misma mesa, pero empiezo a comer lo más rápido posible, no quiero estar molesta con él en el mismo lugar, esto se siente realmente incómodo.

Sebastián se levanta y se sienta a mi lado, yo me levanto y me muevo de silla. Pero después él se mueve de silla otra vez, para sentarse a mi lado.

—¿Cuántos años tienes? —le digo muy molesta.

—Tengo 28 años, pero mi alma es realmente joven —me dice.

Él me mira muy emocionado, intento no verlo directamente a los ojos, sé que si lo hago, lo perdonaré inmediatamente.

Sebastián se levanta, por un momento pienso que se irá a comer a otro lado, pero él se acerca y me levanta en sus
brazos.

—¡Déjame, no te permitiré que me toques! —. Le grito muy molesta.

Sebastián no me escucha, me lleva hasta la habitación y me deja en la cama, intento levantarme, pero no puedo, él se acuesta sobre mí, dejando todo su peso sobre mi cuerpo mientras me sujeta de las manos.

—Solo escúchame, Amalia quiero decirte algo realmente importante —me dice.
Volteo mi rostro, sé que estoy siendo inmadura, pero él no me cree, me molesta que no confíe en mí.

—Mírame a los ojos, quiero hablar contigo de algo importante —me dice.
Volteo mi rostro y lo veo directamente a los ojos, quiero que diga rápido lo que me tenga que decir.

—Dilo rápido, tengo otras cosas que hacer —le digo.

—Amalia, eres la mujer que amo, algún día cuando menos te lo esperes te pediré que te cases conmigo, no quiero estar
con ninguna otra mujer, por esa razón es que quiero cuidarte, si eso implica que tengamos menos sexo, puedo controlarme como lo había hecho hasta el día de hoy.

—Lo entiendo, ahora te diré la verdad, al principio sentí un poco de dolor, pero después cuando me había acostumbrado solo sentía placer, tú también tienes que confiar en mí —le digo.

—Tengo entre mis manos lo más importante para mí, y cuando encuentras a esa persona que te complementa con totalidad, tienes mucho miedo de lastimarla y perderla, yo tengo mucho miedo de lastimarte —me dice.

—Está bien, tienes toda la razón, tú eres lo más importante en mi vida, daría mi vida por ti, aceptaré ir en este momento con el doctor, pero no es porque me lastimaste, es para que tu estes tranquilo.

—Le llamaré a Evelyn, ella me dijo que conocía a una ginecóloga que también es sexóloga, puedes hablar con ella y
quiero estar presente cuando diga los resultados, sé que tú me puedes mentir —me dice mientras se levanta de la cama.

TAN SOLO UNA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora