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« 𝐆𝐎𝐃𝐃𝐄𝐒𝐒 »
La puerta del aula fue abierta abruptamente por un sudoroso joven que todos y cada uno de los presentes conocía a la perfección. Respiraba agitadamente, sujetándose el pecho con la diestra mientras realizaba su mejor esfuerzo por mantenerse en pie. Portaba la equipación característica del equipo de baloncesto masculino de Fairy Tail con el número uno en la espalda y el pecho.
Sin perder un mísero segundo más en recuperar oxígeno, se acercó mediante zancadas a la mesa en la que se encontraba su amiga de la infancia conversando con sus compañeras. Las risas de estas cesaron al divisar al chico frente a ellas; parecía que estuviera a punto de colapsar.
—Luc... Luce... —musitó de manera entrecortada, inhalando profundamente.
—¿Estás bien, Natsu? —dejó reposar uno de sus blanquecinos pómulos sobre la palma de su mano, sonriente—. ¿Quieres agua?
—S... ¡Espera, no, el agua puede esperar! —algunos alumnos rieron, acostumbrados a la escandalosa personalidad de Dragneel.
—¿Qué ocurre?
Natsu exhaló con fuerza y rascó su nuca con suavidad.
—Sting.
La expresión de felicidad de la fémina se desfiguró por completo.
***
—¿Me lo estáis diciendo en serio?
Gray y Rufus intercambiaron una mirada y asintieron a la par. Lucy sintió una dosis de fastidio pinchar su estómago.
—Entonces, si he entendido bien —hizo una breve pausa, analizando la situación—. Mi novio se ha encerrado en los vestuarios porque no le han dado el papel protagonista en la obra de teatro del Festival de la Cosecha.
El Festival de la Cosecha, un evento bien conocido en el país. Se celebraba anualmente y los alumnos de Fairy Tail se encargaban de los eventos, preparativos y comida. Todavía faltaba un mes para el esperado día, sin embargo, debían planificar con antelación hasta el más mínimo detalle para que la celebración fuera perfecta.
Entre los eventos, la obra de teatro solía ser la más visitada y aclamada por los espectadores. La originalidad de la obra representada y el gran talento que poseían los actores hacían que fuera imposible no emocionarse. No obstante, la mayoría de los grandes talentosos que asistían a dicho club ya se habían graduado. Por ello, Rufus, presidente del club de teatro, se vio en la obligación de tomar medidas desesperadas. Demasiado desesperadas.
—Sting, soy yo —Lucy se situó de espaldas a la puerta, empleando un apacible tono de voz—. ¿Estás bien?
