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« 𝐆𝐀𝐌𝐄 »
Tras un largo día de arduo trabajo, Lucy tan solo quería pasar una amorosa tarde con su novio. Se había asegurado de planearlo todo de manera meticulosa: verían una película de terror (con la cual él se asustaría más que los propios protagonistas del filme), cocinarían juntos y, finalmente, caerían dormidos en el sofá. En resumen, lo que se podía denominar como un día perfecto.
O ese era su plan.
—¿¡NÚMEROS NEGATIVOS!?
—¡JÁ, IDIOTA!
Un plan que no podría cumplir.
Los jugadores del equipo de baloncesto de Sabertooth vociferaban sin cesar en dirección al gran televisor del salón de su capitán, Sting Eucliffe. Una joven pixelada con el ceño y los labios fruncidos se reflejaba en la pantalla, observando al jugador con desprecio.
Según había comprendido, su adorado novio, Sting, se había jactado de que sus compañeros continuaban solteros, afirmando que no tenían idea alguna de interactuar con una fémina. Por supuesto, intuía que les había propuesto una especie de reto basado en argumentos carentes de solidez alguna para mostrar su superioridad.
—Tiene que ser una broma —Lucy tomó asiento junto a Rogue, que contemplaba el espectáculo con cierto bochorno—. ¿Cómo los soportas?
—No lo hago —sentenció en un tono agotador, ensombreciendo el semblante ante un nuevo grito por parte de Orga.
Lucy alternaba la mirada entre los jugadores y las múltiples respuestas que ofrecía el videojuego, llegando a una rápida y evidente conclusión: eran idiotas. Lo tenía comprobado desde hacía un buen tiempo, pero la escena frente a ella lo reafirmaba.
—¿Y tú dices que conoces a las chicas? Eres asqueroso, capi.
—¡Cállate! —Sting dejó el mando a un lado, masajeándose las sienes—. Si tan asqueroso fuera, ¡no tendría novia! —rebatió, esbozando una sonrisa repleta de sorna.
—Y la tienes de suerte —murmuró Lucy para sí misma, recibiendo un asentimiento de Rogue a modo de corroboración.
Rufus se desprendió del sombrero que tanto le caracterizaba, agarrando el control remoto con una delicadeza jamás vista entre los componentes del equipo de baloncesto.
—Yo me encargo, panda de inútiles —presionó varios botones para escoger una de las respuestas.
Bueno, Lucy le consideraba uno de los más decentes de la sala. Si resolvía el nivel, estaba convencida de que darían por finalizada esa estúpida competencia y podría llevar a cabo su plan de la tarde.
Había sido demasiado buena al creer eso.
—¡No puede ser...!
—¿MENOS CIEN PUNTOS? ¡ESO ES UN NUEVO RÉCORD, RUFUS!
¿Por qué debía pasar por ese tipo de situaciones? Había soportado las disputas de Natsu y Gray, los enfados de Erza y las miles de sandeces de los vehementes estudiantes de Fairy Tail durante toda la semana. ¡Lo último que necesitaba era continuar con esa locura!
En otra ocasión, se habría mantenido al margen e incluso habría bromeado, sin embargo, su paciencia se había desbocado como un cántaro agrietado y desequilibrado. Lucy se reincorporó de manera mecánica bajo la atenta mirada de su amigo de hebras azabaches, arrebatándole el control a los incompetentes que peleaban entre sí para seleccionar varias opciones.
—¿Qué? ¡Wow, eres la mejor! —Sting abrazó a la blonda por los hombros, perplejo ante el feroz cambio en la barra amorosa del personaje.
Los presentes entreabrieron los labios con una mezcla de asombro y estupefacción, examinando hasta la menor nimiedad que acontecía en el videojuego.
—Bueno, ya que este inconveniente se ha resuelto, queda una cosa —la suave expresión que permanecía en su faz se quebró, siendo sustituida por una sonrisa torcida cuya rabia podía palparse en el ambiente—. ¡Todos fuera!
Todos y cada uno de los deportistas salieron huyendo de la vivienda, no sin antes dedicarle una educada reverencia a Heartfilia para despedirse adecuadamente. Habían sido testigos de los enfados de la mencionada y, bueno, para bien o para mal, sabían de primera mano que no debían desobedecerla ni mostrar indecisión. La opción que se alzaba como vencedora no era otra que dejar a su capitán a solas con su amada novia. Mentirían si afirmasen que se arrepentían de esto.
Una vez el sonido de la puerta principal reverberó por el lugar, Sting percibió el verdadero terror instaurarse en su anatomía.
—Entonces —pronunció Lucy, ocasionando que Sting diese un respingo—, tienes novia gracias a tus súper habilidades de cortejo, ¿no?
—A ver... —se llevó la diestra a la nuca, acariciándola con nerviosismo. Tal vez, había engrandecido sus supuestas aptitudes para interactuar con las chicas—. Lo siento —irguió la espalda, tragando el poco orgullo que poseía.
Lucy exteriorizó un suspiro repleto de pesadez, curvando las comisuras en una sonrisa momentos posteriores. Le resultaba complicado mantenerse enfurecida con Sting, sobre todo si adoptaba una expresión tan espantosa. Atrapó el rostro del más alto entre sus manos, depositando un veloz beso en aquellos labios rosados que había esperado besar durante todo el día.
—Bien, te perdono —los luceros del blondo adquirieron un centelleo de emoción al instante—. Pero debes cumplir la apuesta. Que, por cierto, ¿cuál era?
—Verás...
***
Sting recibió otro silbido de sus compañeros de equipo, provocando que la rojez de sus pómulos se incrementase aún más.
—¡Menos tonterías y más entrenar! —Minerva recorrió la silueta del capitán con indiferencia—. Imbécil.
El perdedor de la apuesta debía asistir al entrenamiento en ropa interior. Un reto que pensaba que no le supondría ningún inconveniente debido a que daba por hecho que saldría victorioso. Cuan equivocado estaba... No había mejores habilidades que las de su novia.
—¡Venga, sex symbol! ¡El entrenamiento no se hace solo!
Moraleja: no volver a involucrarse en una apuesta.
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¡Hola, hola! ¿Cómo estáis? ¡Ha pasado un buen tiempo! Espero que disfrutéis de este One-Shot tanto como yo.
Estoy de vuelta ♡ No puedo prometer una actualización pronto, ¡pero haré todo lo que pueda!
Por si os interesa, estoy escribiendo otra historia de Fairy Tail (la cual podéis encontrar en mi perfil bajo el nombre de "Just a Girl").
