First Burn

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− Al final, el triste y herido cachorrito resultó ser un cerbero sediento de la sangre de su salvador, ¿eh?

La fiereza de sus palabras se vio repentinamente encapsulada dentro de su habitual tono calmo y juguetón. Karma ni siquiera se mortificó ante la ausencia de contacto visual; sus ojos estaban conectados al paisaje que se alzaba a través del ventanal perteneciente a la clase A, cuya atmosfera era bañada por los colores vespertinos que contrastaban con la frialdad del aula climatizada.

− ¿Qué haces aquí? – Inquirió, indiferente. – Los alumnos de la clase E no tienen permitido el acceso al edificio principal, mucho menos a las aulas.

Asano escuchó la corta risa provenir desde el fondo de la garganta del otro chico, quien se encontraba dándole la espalda. A pesar del gesto, notó como sus puños, a los costados de su cuerpo, se tensaban con fuerza. Sin embargo, fingió que no le importaba y volvió a levantar su mirada violácea empañada de orgullo.

− Siempre tan correcto. Siempre siguiendo las reglas al pie de la letra y usando cada espacio entre ellas para atrapar a los demás como si fueran moscas. – Hizo una pequeña pausa, para añadir venenoso: − Como se espera del presidente del Consejo Estudiantil.

− ¿A qué intentas llegar, Akabane? – Comenzando a hartarse de sus desvaríos, se cruzó de brazos.

Pero el corazón le latía veloz y ansioso. Asustado.

«− ¿Lo has leído ya?

− ¡Sí, sí! – La chica posó sus manos entrelazadas en su pecho, asintiendo con efusividad. − ¡Qué emoción! ¡Yo siempre supe que Asano-kun y Sakakibara-san tenían algo en secreto!

− Yo siento un poco de lástima. – Dijo la otra con un tono levemente afligido. – Ya sabes, por ese chico de la clase E. Si yo estuviera en su lugar moriría de vergüenza.

− Es lo menos que se merece por creer que podría estar con él, siendo de la clase que es. Asano-kun lo dijo, "Aquellos dentro de la clase del End no son más que instrumentos para que nosotros, quienes estamos por sobre ellos, nos impulsemos hasta la cima".

− ¡Wow! ¿Te lo aprendiste?

− ¡Por supuesto! ¡Todo lo que dice Asano-kun es tan genial e importante que no hacerlo es imposible!»

Karma exhaló el aire retenido en sus pulmones, pero incluso si se escuchó, fue una acción tan débil que se asemejó a un suspiro cansado.

− Guardé cada zorro de origami que hacías para mí cuando te quedabas a dormir. – Sus propias palabras contenían esa aura de nostalgia que sólo atraía los recuerdos monocromos de las estadías nocturnas en las que se le era otorgado un regalo silencioso. Cuando Karma salía de la habitación para ir a darse un baño, buscar comida o simplemente se quedaba dormido sobre el colchón, un pequeño zorro de papel aparecía sobre la cómoda o una de sus repisas, a veces debajo de la cama, dentro de uno de los cajones de ropa o incluso entre su mochila. Se había convertido en una costumbre muda donde uno armaba un zorrito de papel y lo escondía, mientras que el otro se dedicaba a buscarlo en cualquier rincón de su habitación para luego añadirlo a la pequeña colección que crecía a la par de sus encuentros. – Suena estúpido, pero me gustaba pensar que eran la evidencia de que estuviste ahí. Claro, aparte de las sábanas sucias.

Asano lo observó con intensidad, leyendo el ambiente y encontrando en este una tensión poderosa que amenazaba con corromper su aparente calma. Por un instante fugaz, su mente le gritó que debía abandonar el salón, pero no se movió. Quizás era porque, a pesar de todo, la iniquidad en sus últimas acciones le pesaba como plomo sobre su espalda. Y no estaba orgulloso. Así que se mantuvo a la misma distancia, en la misma posición; parado a un lado de la puerta, a cinco metros de Karma y con la mochila a un lado, misma que dejó allí en cuanto llegó.

first burn » asakaruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora