Capitulo I

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Me mantenía difuso y a la vez indiferente, ante el cual pudiera ser mi proceder, ya que ni siquiera residía en mí un relativo deseo por añorar el mañana, incluso la idea de culminar mi vida por mí propia mano había cruzado por mí mente pero rechazaba esta salida a mi tormento ya que yo consideraba que solo dios otorga la vida y la quita. Todo en lo que había creído o más bien todo lo que me había sido infundado por mi tutor, el cual también era mi tío, por parte de mi padre y el sacerdote del pueblo donde yo era originario al igual que gran parte de mi familia. 

Ya que yo había crecido fascinado con la ideología de que éramos la nación santa y responsable de cumplir con el deseo de dios, fui enviado a la capital del estado para seguir con mis estudios eclesiásticos,(si así se les podría llamar), a la edad de 22 años me había ya convertido en sacerdote y me encontraba deseoso de convertirme en misionero pero se me había negado toda petición, inconforme e irritado , tuve que esperar alrededor de 7 años hasta que surgió la enorme noticia en toda España de "la obra más grande y santa jamás antes llevada a cabo por los elegidos del señor", la iglesia comenzó a convocar una considerable cantidad de misioneros para evangelizar a los supuestos "salvajes nativos" del nuevo mundo, entre ellos, lamentablemente iba yo. Ingenua e inocentemente zarpe hacia los nuevos horizontes, salí del puerto de Versalles en una carabela el 18 de junio de 1494. Tenía la estúpida idea de que llevaríamos a cabo la grandiosa tarea que nos había dejado nuestro señor Jesús Cristo, pero fui un estúpido, ya que pisando nuevas tierras se nos comenzaron a dar las nuevas instrucciones del como llevaríamos a cabo nuestra "obra santa", no tenía nada que ver lo estipulado en la biblia por obra de Jesús con las atrocidades, injusticias, métodos inhumanos y genocidios que se llevaron a cabo frente a mis ojos, todo...en nombre de dios. Llegue a llorar amargamente y mi alma se sintió extraviada al ver la crueldad con que mi gente trataba y oprimía a sus prójimos. Aborrecí mi presencia como sacerdote y deshaciéndome de todas mis riquezas como cura, comencé mi travesía sin rumbo aparente en busca de una respuesta clara a toda esta incertidumbre que sentía en mi corazón. 

Ningún marinero de la tripulación en la que me encontraba, con excepción del capitán el cual era amigo mío, sabía de mi antigua presencia como conquistador eclesiástico, así que todos me tomaban como un mero y simple navegante errante. Nos dirigíamos a La Española, ya que en esta haríamos escala para posteriormente dirigirnos a las Filipinas. Habían pasado dos días desde que salimos del puerto, al principio no me había percatado de unos esclavos indígenas que nos acompañaban, al parecer habían estado en la parte de la cubierta detrás del almacén de suministros y en su mayoría eran jóvenes apenas y sobrepasaban la niñez, doce mujeres y un hombre conformaban el grupo, el joven parecía el mayor, tal vez alrededor de los 25 años, las demás jóvenes apenas y sobrepasaban los 15 o 16 años de edad. Pasaron los días y las mujeres eran entregadas e intercambiadas entre los marineros, tal y como si fuesen un mero objeto, mientras que el joven servía solo como el criado a cargo de limpiar el navío. Sentía nauseas el tan solo imaginar el tipo de vida que llevaban las jóvenes, ya que en ocasiones veía cómo en las habitaciones de los marineros por las noches llegaban a entrar tres hombres y una sola mujer, no hacía falta darse una vaga idea del cual sería el destino de la joven esa noche. 

Faltaban alrededor de tres días para llegar a La Española, de pronto, me percate de algo que me había sido totalmente ajeno hasta ese entonces, ya que mientras buscaba unas hojas, una pluma y tinta la cuales usaría para escribirle una carta a un portugués que era viejo amigo mío, hacía tiempo que no sabía nada de el y por el poco tiempo que estaríamos en el puerto me sería imposible el ir a verle en persona. Mientras deambulaba por la oficina del capitán, en busca de los utensilios de escritura, en su camarote, que se encontraba a un costado, logre escuchar un ligero ruido, durante todo ese tiempo no había tenido la necesidad de entrar a su oficina, así que la curiosidad me invadió y termine acercándome ligera y silenciosamente a la puerta, tal y como si fuese un ladrón estando a punto de ser descubierto, postrando mi oreja en la madera de las grandes y gruesas hojas de la puerta y apaciguando mi respiración, ya para disponerme a escuchar más detenidamente el origen del misterioso ruido, pero en cuanto hice esto el ligero ruido ceso su crepitar y un sepulcral silencio inundo la habitación por completo, solo el vivido océano se escuchaba al golpear la parte inferior del navío con su constante marea y espumosa sal. De pronto entre todo ese apaciguado ambiente que rondaba el lugar, un golpe, el cual tengo que aceptar que causo gran susto en mí, se suscitó a causa de la puerta del camarote, la cual se había abierto de par en par y de la cual salió, para mí sorpresa, una hermosa joven indígena. La cual dotada de un elegante cuerpo y bien proporcionados atributos que me cautivaron con su presencia y de igual manera, sus fugaces y esplendorosos ojos verde esmeralda, eran sin duda una refutable excepción de belleza entre las mujeres de su edad, ya que esta emanaba una sensación juvenil y risueña, totalmente diferente a las demás jóvenes de la tripulación. 

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⏰ Última actualización: Jun 20, 2021 ⏰

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La puerta que delata al corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora