El viento se había desatado, levantando las hojas desperdigadas por el asfalto y haciendo que la brisa de la tarde las levantara del suelo, enseñando a todos en la calle cada movimiento que hacían en el aire. Me apoyé en el viejo poste que mostraba los nombres de las avenidas y me dediqué a pasear la mirada por la calle, esperando. El aroma de los árboles inundaba mis pulmones mientras me fijaba en las personas que recorrían la calle, decorando todo de colores.
Por inercia giré la cabeza a un lado, cuando me encontré a Halia a pocos metros, caminando en mi dirección. Se veía muy linda. Como un personaje de fantasía por el que cualquiera tiene un crush al instante, con su cabello rubio, su sonrisa y la forma tan graciosa en que sus ojos se achinaban en los bordes cuando sonreía. A medida que se acercaba mi sonrisa se fue agrandando y esa sensación agradable dentro de mi pecho se mantuvo.
Llegó a mi altura y casi me da un infarto cuando acercó su rostro al mío para darme un toque con su dedo en la punta de la nariz.
—Buenas tardes señorita. Heme aquí a su disposición. —dijo con una sonrisa en sus labios— ¿Qué vamos a hacer en esta ocasión? Como no quisiste decirme a dónde vamos me vestí lo más sencillo posible, en caso de que vayamos a entrar a robar un banco o algo por el estilo.
—¿Qué? —solté riendo. Por su expresión parecía que no lo decía tan en broma, lo que hizo que me diera más risa aún—No vamos a robar ningún museo, en todo caso sería una librería. Pero no, vamos a hacer otra cosa.
—¿Requiere huir o escalar? —preguntó con curiosidad. Al notar mi confusión siguió hablando—Estoy intentando hacerme una idea de a dónde vamos.
—Sí tenemos que hacer una de esas cosas, pero de verdad no vamos a robar nada, solo allanaremos un lugar.
—¡¿Qué?!
—No pasa nada, ya lo he hecho antes.
La tomé de la mano rápidamente en un arrebato de valor, y la halé conmigo por la acera. Podía oír su risa mientras la llevaba calle abajo, giré la cabeza atrás para verla y ojalá que los extraterrestres sí controlen la tierra para poder asegurar que quedó registro de la forma en que Halia se veía, con el cabello volando sobre sus hombros y el flequillo alborotado y su sonrisa animando la mía.
En algún momento comenzamos a correr, mientras seguía guiándonos a las dos por las estrechas calles hasta llegar al parque, donde tomé la ruta que solía tomar muchas tardes en compañía de mi laptop y libreta. Aminoramos el paso cuando entramos en el camino de tierra y ramas, con las copas de los árboles haciendo de techo. Halia no había soltado mi mano en ningún momento, y pensar en eso me hizo sonrojar instantáneamente.
—Cuidado te caes, que hay muchas piedras por aquí. Lo digo por experiencia. —le advertí, mientras apartaba las ramas que colgaban sobre nostras.
—Sí, me he dado cuenta de que el suelo y tú tienen una conexión profunda. —dijo con burla.
Seguimos atravesando el sendero, esquivando las ramas bajas de los árboles que amenazaban más a Halia que a mí (ventajas de medir lo mismo que un pitufo), hasta llegar al claro, donde estaba parte de la sorpresa. Salimos de entre los árboles y nos acercamos al borde la bajada. A mi lado Halia soltó un suspiro, sorprendida, apreté suavemente su mano con suavidad y volteé a verla. Así sí que parecía un hada, y con lo que me gusta a mí la fantasía.
ESTÁS LEYENDO
Las almas de Halia y Maya
Novela JuvenilMaya está buscando su camino como escritora, escribir es parte de su naturaleza. Halia sigue dando vueltas por la ciudad, cumpliendo con sus instintos, es su chispa natural. La noche que se encuentran las luces de la ciudad se hacen más brillantes;...