Capítulo VIII

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Cecilia:

Cuando estoy con Alex me vuelvo completamente loca. Cada día lo confirmo más y más.

Me coloco bajo el chorro de agua caliente de la ducha y cierro los ojos. El recuerdo de sus labios sobre los míos me asalta y otra vez domina los latidos de mi corazón.

Casi puedo oler su perfume mezclado con jabón. Casi puedo escuchar su respiración trabajosa. Casi puedo sentir los cabellos de su nuca contra mis manos. Casi puedo escuchar el susurro ahogado de su voz pronunciando mi nombre. Casi puedo saborear sus labios.

Pero todo lo que me hace sentir son cosas que no puedo permitir. Tengo a Armando, Armando es mi lugar seguro. Alex es un mujeriego incurable y tengo que recordar eso, pero es que cunando estoy con el todo se me olvida. Cuando estoy con el me desestabilizo. Él me confunde sin siquiera proponérselo, basta una simple mirada para ello.

Alex es la personificación del encanto y la belleza masculina, al igual que de la picardía. Sin embargo, conmigo lo que más ha usado han sido esos chistes que no tienen nada de gracia. Lo que más le gusta sin duda es sacar de las casillas a los demás. Lo vive y se lo disfruta, y conmigo siempre lo logra.

Él logra sacarme de quicio, logra que grite y que chille… pero me vuelve completamente loca en más de un sentido. Me hace desearlo como a ningún otro.

¿Me gustará Alex?

Sacudo la cabeza ante el pensamiento y luego me golpeo suavemente la mejilla.
No, él no me puede gustar. No lo puede hacer. No.

Enjabono mi cuerpo tratando de no recrearme demasiado. El recuerdo de las manos de Alex sobre mi muslo sigue demasiado fresco, y no quiero recordarlo porque me confunde aún más.

Minutos después me enjuago, deseando que con la espuma que se disuelve en el agua se vaya el recuerdo de mis besos con Alex.

Me envuelvo con mi toalla estampada de flamencos. Esos pájaros se ven bastante perturbados. No sé qué se le ocurrió a mi primo cuando me la regaló por mi cumpleaños.

Corriendo salgo del baño y entro a mi cuarto. El cambio de temperatura es drástico, por eso me apresuro en vestirme. Cojo lo primero que encuentro tirado sin ningún cuidado en mi closet que resulta ser un pulóver ancho lila y una licra gris. Me seco el pelo con la dichosa toalla mientras hurgo en la parte de arriba del closet buscando la secadora de pelo.
Escarbo entre todos los objetos que tengo allá arriba y algo me cae en la cabeza.

—¡Mierda! —suelto frotándome la zona adolorida.

Me fijo mejor en la caja que ha caído al suelo y resulta ser la secadora. Corriendo abro la caja y suspiro de alivio al ver que no le ha pasado nada. Milagro, si rompo esto mi mamá me mata.

Conecto y escucho el ruido de esta cuando la pongo al máximo. Me seco el pelo mientras tarareo una canción, hasta que minutos después el sonido del timbre resuena en toda la casa.

Ladeo la cabeza mientras apago la secadora. ¿Quién será? Mamá no viene hasta mañana.

Entonces de camino a la puerta me paralizo. ¿Y si es Alex?

No, no puede ser él. Tal vez sea mi prima, aunque lo dudo pues no sale mucho. Puede ser mi primo Gerardo, el hermano de Mónica, aunque creo que hoy está en la unidad militar. Quizás sea el vecino que siempre viene a pedir sal aunque creo que la verdadera razón es para interactuar mas con mi madre.

El timbre vuelve a sonar, sacándome de mis pensamientos. Retomo el camino y abro la puerta. Mis ojos al intenta se encuentran con unos tan oscuros como la noche, los cuales me miran como si fuese lo mejor del mundo.

No caeré en tu labiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora