~Love~

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El silbido del viento era lo único que se escuchaba junto a el delicado sonido de hojas cayendo y chocando contra la tierra y las raíces del árbol donde reposaba. El sol era brillante pero no era tan intenso, era cálido como el de un amanecer, haciendo una perfecta combinación con el cielo de tonos rosas y naranjas.

Vivía y respiraba en su propia soledad, lo único reconfortante era el calor que daba el sol, el viento parecía querer sofocarlo, y tanto silencio lo dejaba sordo. Era como respirar humo a pesar de no tener fuego ni algo de dónde este proviniera cerca, realmente no había nada, veía solamente el sol brillar entre nubes y aquel pedazo de tierra con pasto y flores, en el cual había un árbol, era el único que lo acompañaba ahora.

Toda su vida ahora estaba representada en una situación, un lugar lindo, acogedor, cálido, cualquiera lo ve y desearía estar ahí toda su vida, sin embargo el de cabello oscuro con mechones brillando por el sol se ahogaba ahí, era como estar en otro planeta para él, te quitaban el oxígeno, tu felicidad, tus emociones, todo, y te dan un lugar lindo a cualquier vista para que seas feliz, el siempre vivió todo eso dentro de su cabeza, cada día, cada vez que parecía haber más amor ahí, aquel lugar se lo arrebataba.

No había ningún lugar para refugiarse, afuera, era extraño, no lo dejaba estar bien, lo dañaba, explotaba como una bomba cuándo alguien se intentaba meter en su cabeza, por otro lado; Su mente había creado ese lugar como un refugio, aunque no lo fuera, a pesar de ser tan solo, prefería eso, cada persona que entraba ahí se le arrebataba, durante años creo una protección para él, jamás dejó que nadie más entrará en su desolado mundo.

Su mundo era aburrido, dentro de su mente pasaba encerrado, se había acostumbrado tanto al tonto calor del sol que jamás notó que había alguien más proporcionándole calidez. Había entrado sin que lo supiera, nunca pudo sacarlo, ni su mundo, ni su mente, ni aquella protección que hizo por años.
Escuchó ramas crujir provinientes de pisadas que venían hacía el. Su vista se había apagado, sus emociones igual, pensaba que era como una flor marchita, cuándo sintió a alguien venir con su visión periférica, su mirada se prendió, se sentía mareado, le dolía el estómago, ahora el suelo no existía, eso lo sentía solo cuando se emborrachaba, pero, no lo había hecho.

Escuchaba ahora el silencio ser opacado por una tranquila respiración, él parecía saber respirar en su mundo, parecía ser más bien el planeta del habitante desconocido, ¿o más bien sería que ese planeta se hizo para el desconocido?

Ahora, podía respirar, ¿cómo el pudo hacer el aire para mí también?
La silueta se movía hacía a el tranquilo, no parecía sofocarse como el hace un rato, el desconocido llego a su lado y solamente vio hacía dónde su mirada iba, al llegar solo vió al sol cegar su vista, involuntariamente llevando una mano para apartar el sol de sus ojos. Volviendo ver a el que estaba sentado allí repitiendo su postura, se sentó junto a el.

—¿Cómo no se queda ciego?— dijo en tono de broma el que por poco se veian mechones dorados brillantes, unos más que otros pareciendo de oro.

—¿Cómo...como entraste?— fue para lo único que le alcanzó la mente a conjugar para preguntar al menos algo a aquel rubio.

—Responder una pregunta con otra es de mala educación— elevó sus mejillas dando a entender que hizo una sonrisa.

—De las personas que han entrado aquí...ninguna era como... tú— no tenía ganas de seguir preguntando, así que con un tono bajo confesó.

—¿Y como soy...yo?— imitó al pelinegro con humor.

—Desde que estás aquí, creo, me siento...— no alcanzó a terminar la frase.

—¿Drogado?— lo interrumpió el rubio, a esto el contrario lo volteó a ver por primera vez, viendo a un chico con la piel como porcelana, los ojos tan alegres, azules y brillantes como diamantes, su sonrisa podría alegrar semanas enteras del pelinegro, su cabello brillaba tanto como sus ojos, compararlo con un ángel sería un insulto, ya que era incluso más que eso, para poder entrar al planeta tan extraño y devolverle su respiración al pelinegro tenia que ser, para el mayor de los dos el ojiazul parecía ser un oasis en un mundo tan desolado como el de él—. cinco botellas de whisky no drogan tanto como lo hace el amor. Agh, ¿eso sonó muy cursi? Lo siento, pero por dejarme entrar tenía que...¿agradecerte?—. la cara del contrario inexpresiva ahora tenia clara duda.

—¿Yo...te dejé entrar?— se vio con curiosidad por lo dicho.

—La llave para un candado no siempre es material, de oro o de plata, a veces puede ser... más una metáfora— aseguró el rubio al verse convencido de su respuesta. Cada expresión, cada parte, cada palabra que hacía con su vos tan melosa, parecía darle más vida al pelinegro, parecía que hiciera su sangre hervir quemando con el tacto que hacía.

—Entonces, la llave aquí es...— dijo para que el rubio siguiera la frase otorgándole una respuesta, el cuál veia a la nada divertido ante la actitud del contrario aún así sin mirarlo.

—El amor—. Volteo a ver sonriente al de ojos ámbar conectando ambas miradas provocando un pánico momentáneo a este haciendolo voltear a otro lado sin saber que hacer.

—Que bien— ¿Estaba entrando en pánico solo por una mirada? Sí—. ¿Ya te vas?— a los segundos se escucho una suave pero linda risa del de ojos azules.

—Aquí no me saca ni dios— dijo poniendo sus manos debajo de su cabeza y acomodando sus pies uno encima del otro estirándose para acomodarse.

—¿Quién eres?— no aguanto a preguntar el pelinegro.

—Gustabo— lo miró y le sonrió— con b, de bombón—. se desacomodó de dónde estaba inclinándose hacía el contrario para darle un beso con sus rosados labios en la mejilla, haciendo que este solo se sobre saltara y lo mirara asustados, mas no hacer nada—. Ven— dijo cuando ya estaba parado extendiéndole una mano en modo de querer ayudarlo.

—¿A dónde?— había estado ahí tanto tiempo sin embargo no sabía adónde ir.

—A dónde sea. No conoces lo que es vivir; Déjame enseñarte— dijo tomando la mano del mayor levantándolo y dirigiéndose detrás de aquel árbol.

Los dos iban a ser felices, juntos, aunque no se conocieran, pronto lo iban a hacer, uno le quería enseñar a vivir, y el otro confiaba en él y se dejaría llevar, como dos piezas de un rompecabezas. Por más fantasioso que suene, ambos estaban hechos el uno para el otro.

Planet of Love - Intenabo One-shotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora