Caperucita Roja

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INTRODUCCION  ------------------------------------------------------------------

''Huye despavorido en cuanto veas sus ojos escarlata brillar entre las sombras. Escóndete, esconde a tu familia. Protégete, porque si sales de casa cuando la luna llena luzca en todo su esplendor, estás perdido. Salva tu vida. Témelo, demuéstralo con un flaqueo de piernas. Porque el lobo no está contento. Y si no le temes, te atrapará, te devorará hasta que sólo queden tus huesos. Porque aquí, el leñador no vendrá a salvarte. Tendrás que hacerlo tú mismo''

Sus pisadas hacían crujir las hojas caídas. El viento removía los árboles y el cabello ondulado y color ceniza de la niña seguía sus movimientos. Con cesta en mano y una caperuza roja cubriéndole la cabeza, buscaba con ansias las setas que se encontraba cerca de los troncos. El silencio fue tan repentino que no se lo esperó. Las hojas ya no se escuchaban, las copas de los árboles ya no estaban en movimiento. Todo en silencio, mientras el sol se iba ocultando entre las montañas. La niña empezaba a asustarse, así que dejó sus quehaceres y se dispuso a ir a casa. Hasta que una melodía, una dulce melodía, le incitó a ir por el camino contrario. ¿Quién le podía decir, a la pobre criatura, que su insensatez le cobraría caro? Su madre le dijo, ”vuelve a casa cuando anochezca” y, en vez de eso, se adentró más, siguiendo esa música tan tranquila, tan pacífica, tan… aterradora. En un abrir y cerrar de ojos, su cabellos rubios se perdieron entre las sombras. Nadie, absolutamente nadie, volvió a verla. Lo único que quedó, lo único que su madre pudo encontrar en su búsqueda, fue su caperuza rasgada entre las ramas. Y entonces supieron que el lobo no era sólo un personaje de un cuento.

Nunca sabes cuándo un cuento puede hacerse realidad. Un cuento que puede convertirse en una pesadilla, porque la realidad es muy distinta a la ficción. Después de la desaparición de aquella niña, la siguieron muchas más. En poco más de un año, se había llevado más de cinco. Atraídas por su dulce melodía, siempre caían en sus garras. Nadie sabía nunca más de ellas, todo el pueblo empezaba a tener miedo. Porque ahora, el miedo, es algo muy común. No puedes salir de casa sin llevar cualquier objeto que sirva como defensa, aunque no surja efecto. No puedes dejar a tus hijos solos corretear por el pueblo, porque se los pueden llevar y ya nunca nadie los verá crecer. No podías imponerte frente aquella bestia, porque estés donde estés, al día siguiente te encontrarán muerto, y suerte si mantienes tu cuerpo al completo. El dominio de la bestia va acechando poco a poco, ya nada pueden hacer... ¿o tal vez sí?

Con el fin de que el gran animal les dejara en paz, decidieron hacer cada luna llena un sacrificio. Al principio fueron animales. Cabras, vacas, caballos de los mejores rebaños que se ponían como cebo y al instante desaparecían. Pero el lobo no estaba satisfecho. Por eso, el pueblo recurrió a una medida desesperada que el miedo les obligaba a hacer: una vida humana por la vida de todo el pueblo. Todo aquel que cometía un crimen, aunque fuera sólo robar una barra de pan, acababa siendo el primer plato; todo aquel que estuviera en contra se convertiría en el segundo plato. Y, finalmente, todo aquel elegido al azar, el postre. Antes se vivía con miedo, ahora se vive con horror. ¿Y por qué? Que el lobo, ya no vuelve a estar contento. El ansia le consume, el hambre le devora. Quiere más, mucho más. El lobo es impaciente, el lobo quiere acabar con todo el pueblo. ¿Y el pueblo? El pueblo, horrorizado, sólo busca una salvación.

Luna llena, luna rojiza. El cielo estaba demasiado descubierto aquella noche, sin un ápice de nubes por algún sitio. Sólo una espesa niebla que se extendía a lo largo del bosque, cubriéndolo todo y censurando la vista si intentabas ver qué había más allá. Siempre aparecía cuando se iba a iniciar un sacrificio, como si fueran cuervos atraídos por la sangre. Nadie veía al lobo. Ataban al elegido en el árbol más cercano y, en un abrir y cerrar de ojos, sólo podías escuchar el estrenduoso aullido que dejaba una gran huella para todos: la ropa desgarrada y la sangre derramada. Hoy, no iba a ser diferente. La gente venía, en su mayoría, atraída por la ferviente curiosidad de presenciar el sacrificio. En el fondo, todos guardaban un lado sádico que intentaba sonreír, pero ahí estaba la conciencia para mirar horrizada el espectáculo. Los niños estaban en sus casas, dormidos en sus camas sin saber apenas qué está ocurriendo en el instante. Aunque siempre había alguno que otro que lograba ir a escondidas, cegado por una fascinación incomprendida. ¿Qué es lo que hacen los adultos? Un hombre vestido totalmente de negro, con la cara tapada gracias a su capa, como si fuera la mismísima muerte, se colocó enfrente de aquel tronco que daba paso en su totalidad al bosque. La gente no estaba en su interior, era imposible entrar allí. Entonces, alzó el brazo y señaló a la víctima que iba a ser sacrificada: Dhani Findley. Algunos miembros de la Iglesia estaban ahí, mirándolo expectante y con un sentimiento que nunca nadie sabría descifrar. Ataron al muchacho contra aquel árbol. Y los miembros del Clero, ajenos a sus gritos, empezaron sus oraciones, vociferando en latín largas palabras. 

La hora se acercaba. La gente temía, pero no huía como tenían que hacerlo. Dentro de poco, el lobo vendría. Y, dentro de poco, la masacre empezaría.

Y conforme la gente empezaba a venir, se escuchó a lo lejos un aullido que dejó los rostros a todos más pálidos que la mismísima nieve. El chico gritaba, atado a aquel árbol. Sus súplicas indicaban que no quería morir, pero su última hora se acercaba. O, mejor dicho, su último minuto. La niebla se cernió sobre todos y unos ojos escarlata empezaron a llamar la atención. El lobo ya estaba aquí. Un movimiento rápido, un parpadeo. Eso fue suficiente para que los gritos de aquel muchacho desaparecieran. La niebla se esparció y entonces los ciudadanos, aterrados, pudieron ver las cuerdas con las que se le había atado, destrozadas. La ropa, desgarrada. Su desaparición repentina calló a todo el mundo. El lobo dejó una marca de sus alargadas garras en el tronco, pero eso no fue lo único. Los gruñidos aún seguían ahí. ¿Por qué no se iba? Nunca nadie había visto al lobo. Hasta que se mostró frente a la niebla. El lobo está harto de ser el protagonista de un espectáculo de circo. El lobo no está contento, y lo hacía saber mostrando sus  grandes e incisivos colmillos. El lobo se mantenía quieto. Parecía estar pensando en las posibilidades, tal vez en su siguiente víctima. Su gran tamaño y su color negro, tan negro como la propia oscuridad, creaba escalofríos. ¿Por qué, por qué estaba frente a ellos? Un paso en falso y todos tendrían que darse por perdidos. Tanto, como aquel muchacho. Pero claro, siempre hay alguien que da un paso en falso.

Todas las personas que se encontraban allí estaban atónitos ante las miradas profundas y amenazadoras de aquella vestía, temían por su vida, por la vida de sus hijos, todo aquello era un completo caos, se escucha un silencio  arrullador. De repente aquella vestía se abalanzo contra una joven, esta gritaba, y sus gritos hacían eco, aquellos gritos se escuchaban por todo el pueblo, las personas que se encontraban allí empezaron con angustia a correr y a buscar a sus seres más queridos, no podían quedarse allí la vestía acabaría con todos, muchos que corrieron hasta el bosque fueron destrozados entre los dientes de aquel ser, otros que corrieron con mejor suerte llegaron a sus hogares donde se escondieron.

 Una de estas personas con mejor suerte fue Sapphira, Sapphira Lyonn, una joven  que en ese momento acababa de perder a su hermana, Lucia Lyonn la joven antes destrozada fue exactamente la hermana de Sapphira, aun en estado de shock se escondía bajo la mesa de su habitación y rezaba a Dios o a quien fuera por su salvación, a las afueras de su casa se escuchaban gritos terroríficos de gente que era devorada , Sapphira apretaba contra su pecho un collar que su padre el señor Lucían Lyonn le había obsequiado , aquel collar tenia derramado sobre el agua bendita que según el señor Lyonn protegía contra cualquier ser que quisiese dañarla , con la esperanza a flor de piel , Sapphira confiaba profundamente en aquel collar y cerraba sus ojos mientras trataba que su respiración se normalizase y pudiese recomponerse , su cuerpo temblaba hasta el extremo de encontrarse totalmente paralizada , no podía moverse el miedo estaba apoderando todo su ser , hasta que de repente hubo silencio de nuevo , el silencia guardaba miles de sentimiento que poco a poco se fueron desvaneciendo ., la niebla cubría casa espacio de Castle Combe , y los sobrevivientes tenían miedo .

No es solo un cuento ......Donde viven las historias. Descúbrelo ahora