1. Trabajo

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Miraba fijamente al monitor del ordenador al mismo tiempo que buscaba rápidamente su calendario que usualmente estaba a la derecha detrás del pequeño archivero.

Separó sus ojos levemente de la pantalla y tomó un lapicero de tinta azul con la mano izquierda mientras que con la otra seguía palpando la superficie ansiando encontrar el calendario.

-Agh- murmuró girando su torso con la silla de escritorio para separarse por completo de la máquina.

Ubicó rápidamente el calendario y lo tomó para luego jalar su habitual cuaderno de registros y posicionarse de nuevo al frente del ordenador.
Rectificó rápidamente la fecha y la marcó con lapicero, acto seguido, escribió en su cuaderno algunos datos y finalmente hizo un par de 'clicks' con el 'mouse' para lograr que unas casillas pasaran del color gris al azul.
Respiró un segundo y tomó el teléfono de su oficina para marcar al número que recién había anotado en su libreta.

-Sr. Palacios, su reservación está lista.-anunció.

Del otro lado de la línea, una persona de la tercera edad le agradeció cortésmente. Luego de verificar algunos datos, la chica se despidió del hombre deseándole un buen día.

Diana trabajaba como gerente del departamento de ventas en uno de los hoteles más conocidos de su ciudad. Tenía 25 años recién cumplidos. Le había estado yendo bien en casi todos los aspectos de su vida, se graduó de la universidad a los 21 años como licenciada en administración de empresas, pero había comenzado a trabajar en el sector hotelero desde los 16 con empleos que poco a poco fueron en ascenso, por tanto, la experiencia era algo que ya llevaba por adelantado.
Su responsabilidad y perseverancia le habían dado un gran puesto hace poco menos de un año cuando su jefa del departamento renunció y la vacante de gerente quedó disponible.

Ahora, Diana gozaba de un buen empleo, un salario estable y suficiente, un 'buen' círculo social, además de encontrarse terriblemente ansiosa por su situación sentimental: En un par de semanas, cumpliría 4 años con su novio y tenía un presentimiento de que el chico planeaba algo, pues su comportamiento comenzaba a ser muy extraño.

Diana lo quería mucho y lo ansiosa que se sentía era para bien. No vivían juntos pero se acompañaban en todo. Pablo era el nombre del novio de Diana.
Continuamente, Pablo visitaba a Diana en su departamento para llevarle de cenar cuando las noches de trabajo en casa eran agobiantes, solían salir juntos cada fin de semana y a sus familias les encantaba la idea de su relación. Por ende, la pregunta '¿Para cuándo la boda?' no faltaba en cada reunión familiar a la que asistían juntos o de manera individual.
La diferencia de edad entre ambos era de tres años, teniendo Pablo 28.
Ambos se consideraban muy jóvenes para el compromiso, aunque en el fondo sabían que estaban dispuestos a hacerlo en cualquier momento.

Esa tarde, luego de que el reloj marcara las 8 de la noche, Diana terminó de acomodar sus archivos y dejar todo en orden para el día siguiente. Cerró su oficina y caminó hasta el checador, buscó la tarjeta con su nombre y marcó su salida.
Se despidió como habitualmente lo hacía de cada uno de sus compañeros de trabajo y salió del hotel. Afuera ya la esperaba Pablo, quién se encontraba recargado en su coche y al verla salir se acercó a ella.

-Buenas noches. ¿Cómo te fue hoy?- le preguntó mientras le depositaba un beso en los labios.

-Día pesado como cualquier otro. Ocupación alta-respondió Diana.

-Me imagino. ¿Ya cenaste?

-No. Tuvimos junta a las 3 de la tarde y se prolongó un poco más. Me quedé haciendo unas reservaciones. No pude encargar nada.

-¿Qué te parece si te invito a cenar entonces?. Conozco un lugar que seguro está abierto.-propuso el muchacho.

-Me parece bien, si tampoco has cenado.

-No, tampoco he cenado.

-Bien, vamos entonces-dijo sonriendo Diana.

Abordaron el auto y se pusieron en camino. Durante el trayecto, charlaron sobre el día de Pablo.

-En realidad no hubo nada nuevo. Santiago dijo que necesitábamos entregar los planos para antes de 15 días-habló él.

-Bien, supongo que están avanzando.

-Sí, estábamos a punto de terminar, pero cuando lo presentamos, el jefe dijo que al director no le pareció. Nos dieron de prórroga dos semanas para empezar de nuevo.

-¿¡Empezar de nuevo!?- exclamó sorprendida Diana con cierto enfado- Amor, llevan casi un mes trabajando en ello. ¿Cómo lo terminarán en menos de dos semanas? ¿Por qué no les avisaron antes?

-Lo mismo nos preguntamos. El jefe salió a unas juntas de trabajo al extranjero y al parecer no podía usar el celular. Avanzamos para no perder tiempo pero de nada sirvió. Al parecer trabajaremos con otras dos personas en los planos para avanzar más rápido pero no creo que sirva de mucho. El proyecto de la empresa es muy grande.-contestó algo preocupado Pablo sin dejar de mirar la carretera.

Hubo un corto silencio y luego Diana habló.

-Eso quiere decir que no me acompañarás al congreso la próxima semana, ¿Verdad?-cuestionó algo apagada.

-De verdad lo siento, amor. Ya había solicitado permiso dado que los planos estaban casi al 80%, pero no puedo dejarlo ahora que lo tenemos que empezar de nuevo- respondió el chico de la misma manera.

-No te preocupes, te entiendo. Jamás te haría quedar mal en el trabajo- dijo Diana sonriendo-Pierde cuidado, iré sola. Me reuniré con Berenice allá. Ella tampoco llevará a nadie. Estaré bien.

-Eres una chica tan increíble.- expresó Pablo al ver la reacción de su novia- Salúdame a Berenice por mí. Dile que las próximas vacaciones iremos a visitarla juntos.

-De acuerdo, cariño... -contestó la chica- Emm, ¿No deberías comenzar tu trabajo ahora? Podemos pedir una pizza o...

-No. Ya tendré demasiado tiempo para estresarme con mis compañeros. Hoy, prefiero pasarla contigo.-rió bajo.- Además, realmente deberías probar lo que sirven en este lugar. Es maravilloso.

-Está bien- rió Diana.- Vamos a probar esa comida.

El auto seguía avanzando. Había poco tráfico, y el cielo aún obscuro se podía percibir nublado.
Pequeñas gotas comenzaron a chocar con el cristal a la par que se resbalaban hasta desaparecer. Pablo encendió el parabrisas.

-¿Trajista paraguas?-preguntó Diana.

-No. Jaja, creo que nos agarrará el agua en la cena.

-Ojalá no nos vayamos a resfriar.

-Ojalá y sí. Así no tengo que trabajar- bromeó Pablo.

Llegaron al restaurante al cabo de 5 minutos.
Pasaron una velada agradable. Al final, Pablo llevó a casa a Diana.
El corazón de la muchacha se sentía pleno. Terminó por despedirse de su novio mientras lo veía partir en la entrada del edificio.
Tomó el elevador hasta su piso y entró a su departamento. Miró la hora; 11:37 p.m.

-Mañana será un día pesado-dijo en su mente para luego programar su alarma e ir a alistarse para dormir.

Las Piezas Que Nos FaltaronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora