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La noche cayó en la ciudad y como si fuera agua la inundó. Los esqueletos salieron a bailar; Seguían a la muerte, quien iba muy elegante con su capa negra y su filosa guadaña. Era una muerte tan bonita y pura que parecía poco real.
Entre el baile de los esqueletos se halló uno que iba en contra de los demás. Sin importar seguir a sus compañeros; Sólo caminaba a su propia salvación.
La muerte, confundida, esperó a que alguien le dijera algo; Pero a nadie le importó el pequeño esqueleto en contra de la corriente. Les fue indiferente, como si no existiera.

Preocupada se acercó y tocó su huesudo hombro, le preguntó a dónde iba, y el esqueletito sólo sonrió

Ambas cuencas vacías se encontraron; Mirándose frente a frente. La muerte se sintió intimidada, aterrada. Sentía que el esqueletito miraba su alma moribunda y le recalcaba sus crímenes despiadados y dolorosos.

La muerte sentía que iba a morir.

Todos los esqueletos bailaron y cantaron al rededor de la muerte; Felices, pero ella no comprendía la alegría de sentir que se asfixiaba. ¿No era ella la reina de la vida? ¿Qué era tan fuerte para matar a la Gran Muerte?

Miedo.

Arrepentimiento.

¿Dolor?

La muerte murió estando muerta hasta que despertó por el sonido de mil niños gritando por piedad.

Asustado y traspirado tomó sus cosas e intentó huir de la ciudad. No buscó ropa o comida, simplemente tomó su billetera y camioneta y condujo hasta las afueras de la ciudad, intentando que el Señor ilumine su camino y lo guíe hacia el eterno perdón.

Era una predicción; Él lo sabía y debía huir. Hacer que nada pasó, porque no podía devolver lo que descaradamente robó. El diablo andaba tras de él; Cazandolo, pero su Falso Dios le advirtió.

El bosque frondoso lo llamaba, las voces de los niños eran más fuertes; Sentía miedo, pánico, ganas de llorar. Sus ojos se nublaban por las lágrimas retenidas, pero se lo merecía. Él se merecía eso tanto como cualquier otro monstruo.
Y aceptándolo, reclamando su castigo, su demonio de ojos verdes le dió lo que pedía; Una muerte digna de un monstruo.

Mil esqueletos bailaron al rededor de él, alegres e inocentes. Las estrellas brillaron tan puramente que las llamas del infierno se apiadaron del cura John y ardieron tibiamente por la eternidad.

La noche de los esqueletos. Sally Williams.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora